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Martín Elordi. Un camino trazado…

[18 de junio de 2011]

* Nacido en la zona rural, conoció desde la infancia la vida en el campo.

* Radicado en la ciudad de 9 de Julio trabajó primero en la bicicletería de su tío, hasta que merced al estudio y al trabajo fecundo, se incorporó a una oficina.

* En su juventud fue preceptor de la Escuela de Enseñanza Profesional de esta ciudad.

* Desde hace más de cinco décadas se desempeña como Productor Asesor de Seguros.

* Persona muy estimada en su comunidad, gracias a su carácter siempre afable sabe cosechar muchos amigos y el afecto de la gente.

Desde hace varias décadas el nombre de Martín Elordi está ligado, en nuestra comunidad, a una profesión de la que ha sabido constituirse como auténtico referente: la del Productor Asesor de Seguros. Asimismo, Martín es una persona reconocida en este medio, por su trabajo solidario en instituciones de 9 de Julio y, además, valorado como un ser humano cordial, sincero, respetuoso de las opiniones de los otros y, sobre todo, una persona de probada honestidad.

Martín Elordi nació en el hogar formado por don Francisco (el Chiquito) y doña Jorgelina Mendez. Su primera infancia transcurrió cerca de Dudignac, en un establecimiento agropecuario, junto a sus abuelos paternos, Sotero Elordi y Maria Bautista Inchaurrondo y su hermana Cecilia.

Su abuelo, no quiso que sus nietos viajen todos los días para asistir a la escuela y, en consecuencia, que se incorpora a tal grupo familiar, alguien que realmente llega a integrarse como uno más de él: la maestra que comparte por siete años la vida de aquel grupo, Elsa Pastori. Con ella como maestra (aún no recibida con 17 años de edad),  se crea aquella Escuela que no hace mucho tiempo atrás, Martin en un recordatorio a su aquella maestra hoy fallecida, la identificó como la escuela de campo “sin mástil y sin bandera, sin abanderado ni escolta”, por cuanto esa fue la realidad.

Así fueron los inicios de los estudios primarios de Martín, junto a un grupo de chicos que hasta un total  veintidós llegaban desde la vecindad  diariamente”.

Martín Elordi, en diálogo con EL 9 DE JULIO recuerda que “aquella Escuela tenía como salón una habitación de la casa de campo, una mesa grande y los tan particulares bancos largos a cada lado de ella, un pizarrón y un puntero, que en algunas oportunidades perdía su función especifica”.

Fue la maestra Elsa Pastori quien los acompañó, año a año, a la Escuela Nº 1 de esta ciudad, para rendir exámenes libres. En esa condición,  con cinco años, Martín rindió su Primero Inferior de aquellos tiempos hasta el sexto grado, junto al resto de los chicos que conformaban aquella verdadera “escuelita de campo”.

VIVIR EN 9 DE JULIO

Martín Elordi recuerda con mucha alegría los años de la etapa escolar, la vida familia, sus amigos y sus compañeros de estudio.

“Luego –rememora Martín- comienzan a llegar años difíciles y amargos de la vida, ante el fallecimiento de mi abuelo y al año siguiente el de mi padre. A partir de  allí el grupo familiar, con dos mujeres a la cabeza y dos adolescentes, Cecilia y Martin, decide llegarse a vivir a 9 de Julio”

“’Aterrizamos’ –nos comenta- en calle Tucuman, aún sin asfalto entre lo que es hoy Libertad y Robbio”. Precisamente, en el mismo barrio en el cual siguió y sigue viviendo.

Contaba quince años cuando comenzó a trabajar en la bicicletería de su tío, Manuel Rivera, que por entonces se encontraba ubicada en la calle Libertad entre San Martin y Salta. Además de su trabajo, Martín sintió el deseo de estudiar y por ellos se inscribió en la Escuela Profesional Mixta Nº 1 nocturna, situada en el edificio que, en su niñez, le traía a su memoria el temor de los exámenes del primario, el de la Escuela Nº 1.

“Entonces tenía dieciséis años 16 años de edad El curso era de 4 años  y es hermoso de recordarlo. Allí nació el afecto por los amigos que nunca se olvidan,  como así también por los profesores, tales como Raúl Porthé, Gladys Failache, Glenda Ispizua, Edgardo López, Noeli Montorsi, y cuántos más. ¡Cómo olvidarlos!”, manifiesta.

A poco de incorporarse en este secundario, por iniciativa propia, decide comenzar a estudiar “dactilografía”;  pues si bien el curso de la Escuela Profesional contaba con esta materia, no había maquinas de escribir. El propio Martín nos narra una simpática anécdota acerca de los dispositivos que se empleaban en la Escuela para el aprendiza de la dactilografía:  “Eran cajoncitos de madera, que por principio no alcanzaban para todos los alumnos,  desde cuyo interior por un agujero,  surgía un vástago y en el extremo superior del mismo, en oportunidades, un corcho de botella o un taquito de madera con una letra dibujada que imitaba el teclado”.

“De esta forma –añade-  se ‘simulaba’ la maquina de escribir y también así se dictaba ‘el curso de dactilografía’ que por años para muchos fue lo único que conocieron, aunque ya casi al final de esta la carrera, llegaron nuevitas las Lexicon 80 de Olivetti”.

Su interés por el estudio más avanzado de la dactilografía lo llevó al “Escritorio Amorín” en el cual, Blanca Yarza y Emilce Crosa, con una maquina de escribir y el teclado muy bien tapado, independientemente de sus actividades de asesoramiento impositivo, realizaban estos cursos. De acuerdo a las referencias brindadas por el entrevistado, los estudios llevados a cabo en el “Escritorio Amorín”, le dieron un buen resultado a lo largo de su vida y que hoy gracias a ello, actúa de la misma forma en una computadora.

RECUERDOS DE JUVENTUD

“Eran –evoca Martín- los años de mi juventud, la de “la vuelta del perro” por avenida Mitre, el ir y venir por el centro de la calzada, cruzándonos y conversando entre amigos y también amigas. Era la realidad de aquel momento, nadie seguramente de la época lo olvidará, la de los bailes de Centro Empleados, también en los anocheceres del domingo, con amigos nos sentábamos en los banco de plaza Belgrano para ver las pupilas del ‘Jesús Sacramentado’ que con la hermana Imelda, llegaban con ella y entraban a la hoy Catedral”.

EL SERVICIO MILITAR EN MERCEDES

Se encontraba finalizando del secundario nocturno, cuando Martín Elordi recibió el llamado para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. En este sentido, fue destinado al Regimiento 6 de Infantería, en la ciudad de  Mercedes. De esa experiencia guarda gratos recuerdos.

“A mi me fue muy útil, nos comenta, me ayudó a separarme de las polleras de mi madre y abuela y aprender a valerme por mis propios medios, dentro de un ámbito de respeto. Hoy son muchos los que no interpretarán esta manifestación,  pero para mi  fue una realidad”, subraya Martín.

EL TEATRO

Los gestos solidarios y las inquietudes hacia las manifestaciones culturales forman parte de la vida de Martín Elordi desde su adolescencia. Siempre rodeado de una cantidad de amigos, surgidos de su barriada y muy próximo a la Catedral de 9 de Julio, con el padre José Lazzaletta como guía, formó parte de un grupo de teatro.

En esta ocasión, integró el elento de dos  obras: “Mandinga en la Sierra” y “Las Mariposas no Cumplen Años”, dirigidas por “Nena” Maldonado y Marta Rojas. Ambas piezas fueron estrenadas, a sala llena, en el  Teatro Rossini y, poco después, fueron  llevadas a las localidades del Partido,  a beneficio de instituciones de bien publico.

EL DESPETAR DE UNA VOCACION

En el “Escritorio Amorín”, Martín Elordi conoció a Guillermo Tofé, quien lo invitó a trabajar en su oficina.

“Se imaginan –manifiesta- lo que fue para mí, de bicicletero a empleado de oficina, llegado apenas año y medio atrás desde el campo. Era un tanto para no creer, pero era la realidad”.

Guillermo Tofé fue algo así como un paradigma en la vida de Martín,  fue quien lo guió en aquellos años de su juventud y así llegó a abrazar la profesión de Productor de Seguros, hasta el punto también de llegar prácticamente a convertirlo en, algo así como, su padre de adopción en cuanto a sus sentimientos.

PRECEPTOR DE LA ESCUELA PROFESIONAL

A su regreso del Servicio Militar, el profesor Raúl Porthé, por entonces director de la Escuela nocturna, lo llamó para incorporarlo como celador. Era la misma Escuela que, un año y algo atrás,  había dejado como alumno. De esta forma, trabajaba en la oficina y por la noche en la Escuela, durante unos cuatro años.

“Fueron años inolvidables junto a “Negrita” Scardino, a “Pirucha” Strevezza y con quienes poco tiempo atrás habían sido mis profesores”, afirma.

Al recordar algunas vivencias de aquel entonces, se acuerda que una noche encontró a un alumno en el baño,  con una gomera, rompiendo los focos de la luz.

“En ese momento –refiere-, en la Cooperadora no había un peso para nada. Entonces, el puntapié fue contundente.

En otra oportunidad, ante un corte de luz, que eran frecuentes en  la Escuela, al ingresar en un salón, encontró  un alumno que zapateaba sobre un pupitre. lo bajó del mismo y en sus manos quedaron algunos de sus pelos.

“En fin, lo de alejarme como celador, fue una determinación acertada, hoy hubiera terminado en la comisaría”, considera..

También en este periodo, además de su trabajo de oficina, celador de la Escuela nocturna, debía llevar a cabo otra tarea, la de administrar el campo propiedad de la sucesión de su padre próximo a Dudignac. Al respecto, recuerda, que en varios días de la semana se llegaba allí, saliendo de la Escuela, subía a un Jeep y se dirigía al campo.

“Eran las once de la noche, al día siguiente debía regresar a 9 de Julio, para entrar en horario a la oficina, esto era muy distinto a como se puede hoy actuar, con un simple teléfono celular, se tiene constante contacto, lo cual no era así en aquellos momentos”, nos cuenta.

UNA SORPRESA QUE SEÑALO SU DESTINO

Llevaba alrededor de trece años de cuando le sucede un hecho inesperado. “En ese momento –explica- se trabajaba con una aseguradora de la ciudad de Rosario, llamada ‘La Comercial de Rosario’. Yo conocía, en tanto tiempo, a todos quienes dirigían las distintas áreas de dicha aseguradora, pero siempre por teléfono, personalmente a nadie”.

“Eran –prosigue- aquellos teléfonos que para poder hablar pedíamos comunicación por la mañana y por la tarde con mucha suerte, podíamos comunicarnos de lo contrario seria al siguiente. Un día, como si nada, Tofé me dijo: ‘La próxima semana viajamos a Rosario a la Compañía’. ‘¡Qué bueno!, pensé conocería a quienes durante tantos años  reconocía por el tono de su voz y por sus expresiones”.

“Llego el gran día. No puedo confirmar ni recordar de qué mes y si fue un lunes, un miércoles o un viernes, el caso fue que llegamos a Rosario y allí a la Compañía. A esta altura, Tofé hacía poco tiempo que se había jubilado, con treinta y un años como productor, trabajando prácticamente como única aseguradora. Al llegar a ella, un edificio señorial y para mí majestuoso, en la esquina de Boulevard Oroño y Santa Fe,  directamente subimos al entrepiso”, nos relata.

En esa ocasión, Tofé pidió hablar con el Gerente, José (“Pepe”) Di Lorenzo, quien era su amigo.

“Así –continúa Martín- entramos a un despacho que más se asemejaba a un salón, por sus dimensiones y allí en un gran escritorio sentado Di Lorenzo. Surgieron las conversaciones iniciales de rigor y luego de un momento,  Tofé, sacando de sus bolsillos las llaves de la oficina de 9 de Julio, se las da en manos al Gerente, manifestándole: ‘Pepe estas son las llaves de la oficina de 9 de Julio, entregalas a Martín que de ahora en más es el nuevo Organizador de la Compañía’”.

Ello representó, para Martín, una verdadera sorpresa. Entonces recibió las llaves de la oficina local sin saber que decir al respecto. Por su mente corrían muchos interrogantes: ¿que pasaría en el futuro?; los clientes lo conocían, pero ¿lo seguirían?, pues una cosa era atenderlos como empleado y otra como responsable directo.

“Todo aquello –afirma Martín- ocurría en un instante, lejos de 9 de Julio, en un lugar que en ese momento llegué a conocer, sentado en un sillón. No sabía lo que estaba realmente ocurriendo, hasta entonces tenía la seguridad de un sueldo mensual ¿y de ahora en más qué?. No sabía si llorar o reirme, mientras me preguntaba: ¿sería yo capaz de continuar la tarea de una persona con una experiencia de 31 años en ella?”

“Era necesario ‘salir a pelear la calle’ y aún continúo así, aunque tratando de mantener más tranquilidad y acompañado por la familia”, dice.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA PROFESION

Martín Elordi reconoce que, “a lo largo de los años, las liquidaciones (quiebras) de las aseguradoras, fueron muchas y cada una de ellas trajo un dolor y un sabor muy amargo para quienes las vivieron”.

“El Productor Asesor de Seguros  -agrega- le vende una póliza al cliente y este llega a pensar, entre comillas, que el productor es responsable de lo que le ha vendido, sin reconocer o sí que el productor esta vendiendo una póliza que bien claro lo dice ‘Aprobada por la Superintendencia de Seguros de la Nación’”.

“¿De qué vale ello, o de qué valió esto? –se pregunta-, de nada. Esa es la pura y real verdad en nuestro país,  pues la Compañía se liquidó y el cliente queda respondiendo por los problemas que ha tenido tiempo atrás, llámese un accidentado, una muerte, un choque que ha dañado a un vehiculo de tercero, que ha perdido una unidad, ya sea robada, incendiada, etcétera”.

Para Elordi, este es “el punto débil de esta actividad, que surge del no cumplirse con las normas que le corresponden a la Superintendencia de Seguros, quien antes de la liquidación, debe intervenir la empresa aseguradora, sobre la cual mantiene constante vigilancia administrativa; antes que ello ocurra y cuando sus activos aún son suficientes para responder por los compromisos que toma en cada póliza que vende”.

“Lamentablemente esto no se llevó a cabo y las empresas caían. Pero,  hoy los tiempos han cambiado un tanto, nos encontramos con mucho menos aseguradoras, la mayoría bien o con suficiente respaldo económico. Esperemos que esto siga así, pero también tengamos cuidado, y esto va para todos quienes nos dedicamos a esta actividad, porque  somos intermediarios de una aseguradora”, sostiene.

Tal como lo expresa Martín, “generalmente se piensa que el productor puede resolver todo, que tiene el derecho o la obligación de resolver todos los problemas, pero ello no es ni puede serlo; el productor vende lo que el Estado autoriza sea vendido, ello es lo que lamentablemente el cliente pocas veces entiende”.

“Es delicada la función de intermediación, pues nuestro actuar tiene limites impuestos por las normativas propias de las reglamentaciones que nos rigen como tales, el productor puede y debe asesorar con respecto al riesgo que ofrece cubrir, pero insisto dentro de los limites que se nos impone, tanto por las normas de Ley, como la de las aseguradora que representamos, pero no somos quienes manejamos los destinos de las aseguradoras”, destaca Martín, en su entrevista con este Diario.

EL PRODUCTOR DE SEGUROS, HOY

De acuerdo –dice- con la apreciación de Martín Elordi, el Productor Asesor de Seguros, “hoy está obligado por Superintendencia de Seguros a actualizarse y en forma constante”.

“Llevamos a cabo cursos que se denominan de Capacitación Continuad, como Representante Regional de la Asociación Argentina de Productores Asesores de Seguros.  Recientemente, con la ayuda de colegas, se ha contado con la presencia de disertantes; tanto así que, el 19 de mayo último un encuentro de capacitación realizado en esta ciudad, contó con la presencia de setenta y nueve productores entre locales y de ciudades vecinas”, precisa el entrevistado.

SU FAMILIA

A los 26 años, Martín contrae matrimonio con Dora Maria Trombetta. De esa unión nacen dos hijas: María Lorena y María Soledad. Hoy, además, cuenta con tres nietos y un bisnieto Felipe. Una hermosa familia de la cual, quien nos ocupa, disfruta plenamente.

PALABRAS FINALES

Luego de dialogar, ampliamente, acerca de su rica trayectoria, no pudimos evitar formularle una pregunta recurrente: ¿Luego del transcurso de tantos años en esta profesión y con las experiencias vividas y las responsabilidades que se asume en esta actividad, la dejaría o le gustaría llevar a cabo otra?.

Ante ello, la respuesta de Martín fue clara y contundente: “No,  me gusta y mucho, es una muy linda actividad. Aún con la experiencia dolorosa recogida, debemos reconocer que, cuando se actúa con responsabilidad, aún vendiendo ballenitas igualmente tendremos problemas”.

“¿Por qué elegir otra actividad?, son muchos los años en ella, existe una estructura ya formada, con empleados de años y responsables en sus actividades, a los cuales también me debo. No miento si manifiesto que lo he pensado, pero no he logrado llegar a esa determinación. Trato de trabajar con más tranquilidad, tema un tanto difícil de llevar a cabo, posiblemente por mi forma de ser y ante ello aquí sigo de pie, junto al cañón”, concluye.

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