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Nueve de Julio
viernes, abril 26, 2024

Recuerdos de docentes durante la inundación de 1973

Marzo, el verano nos había regalado unos milímetros de más, el inicio del ciclo lectivo era nuestra meta, las cinco maestras del año anterior siguen dedicándose como lo hicieron durante seis años.
Unidas con fe, con buena voluntad, construyendo la felicidad de todos los días, armándola como si fuera un rompecabezas.
A veces algo sobraba, las nubes o las lluvias persistentes, algo faltaba: los buenos caminos, los vehículos adecuados para llegar a la escuela.
Pero…para armar ese rompecabezas pusimos predisposición y logramos la ayuda necesaria de la comunidad de 12 de Octubre.
Siempre pensando en los niños, en el valor de ser maestras, poniéndole la cuota constante de ingenuidad que nos llevó a seguir adelante, cuota cargada de hermosas experiencias en el cultivo de la amistad, forjando cosas positivas, a veces, invisibles en el noble sacerdocio del magisterio.
Me acerco a estos cálidos recuerdos para darme fuerzas y apuntalar un pasao que de sólo nombrarlo me dan ganas de agradecer a Dios por haberlo vivido, mi homenaje a “Las Guapas” que en la zorra de los catangos con la cara al viento sin más techo que el cielo colmado de nubes y sin más protección que el poncho que cubría nuestras cabezas.
Cuando el vehículo férreo no aparecía ahorrábamos el boleto y más de una vez a patita, en carro, en camión volcador o en pick up se nos vio llegar bajo la aprobación de nuestros queridos alumnos.
Más de una vez cuando nos encontramos rumbeando hacia aquellos años y en especial al año de la inundación.
Tal vez porque está poblado de recuerdos queridos. Tal vez por el amor que pusimos en seguir adelante, el no desfallecer en hacer cada día un apostolado, tal vez ser maestras, aún hoy gozamos de nuestra merecida jubilación.
A través del recuerdo el dulce homenaje a nuestros alumnos, sus gestos y sus voces quedaron grabadas. Si entrecierro los ojos los veo allí junto al andén esperándonos o despidiéndonos hacia nuestro hogar en las tardes frías del invierno, también los veo revisando nuestros medios de transporte porque ese día no marchaban.
Veo flamear la bandera azul y blanca, se acerca Felisa para darnos algo caliente. Elba dirige al grupo. Negra con coraje me acompaña un día de lluvia. Mary cuida su presión arterial. Lidia acomoda su peinado después del paseo entre las lagunas y yo cuando –se ofrece la oportunidad- conduzco el vehículo que me prestan (suficiente es un caballo y unos aperos con algo más para cruzar una laguna) o tomo fotografías.
Admiramos la belleza de los cisnes, cigüeñas y flamencos. Heredamos la ternura de una gente de pueblo. Allí estuvimos yendo, viniendo, creando, entregando con el humor propio de cada una, los momentos más solemnes o más insoportables de la rutina. Luchando desde siempre hasta el final, nuestra misión debía ser cumplida de la mejor manera posible: apostando al futuro haciendo vida la frase: “cada vez que nace el sol nace una esperanza”.
¡Qué alegría recordar con amor un pasado que siempre vuelve para apuntalarnos!
Debo nombrar a aquellos que se acercaron en tan difíciles momentos, pero como son muchos no alcanzaría una hoja de este Diario, por ello a todos recuerdo con un apretón de manos.
Nélida Dora Spinetta de Secreto- Ex Docente Escuela N°22 de 12 de Octubre y miembro de la Comisión de Ex-Residentes de 12 de Octubre

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