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sábado, agosto 16, 2025

Saturnino Jorge Pérez (“Ninín”). Pasión y legado en el automovilismo nuevejuliense

* Fue piloto, mecánico y preparador emblemático del automovilismo en 9 de Julio.
* Debutó en 1949 con un Ford T junto a Nicolás Benito, destacándose luego en Turismo de Carretera y en las “Cafeteras” zonales.
* Logró múltiples victorias, un subcampeonato en 1979 y el campeonato de 1980, oportunidad en la que alcanzó el triunfo con una cafetera con motor “Jeep”; siempre defendiendo una mecánica artesanal y comunitaria.
* Formó y asistió a nuevas generaciones, transmitiendo su pasión por “los fierros” hasta sus últimos años.
* Su legado perdurará como símbolo del automovilismo popular y la camaradería en el deporte motor nuevejuliense.

En la historia del automovilismo nuevejuliense, existen figuras cuyo aporte excede las estadísticas y los triunfos para adentrarse en el territorio de la memoria viva, donde la pasión se convierte en un legado comunitario. Tal es el caso de Saturnino Jorge Pérez, conocido como “Ninín”, quien durante más de medio siglo encarnó la esencia del deporte motor en 9 de Julio. Mecánico, piloto, preparador y memorioso incansable, “Ninín” Pérez fue testigo y protagonista de la evolución del automovilismo zonal, desde los días artesanales del Ford T hasta las competiciones más organizadas de la segunda mitad del siglo XX.
Su vida, marcada por la constancia y el amor por “los fierros”, se desarrolló en paralelo a la transformación de las competencias automovilísticas, conservando siempre el espíritu de camaradería, ingenio y dedicación artesanal que caracterizó a las primeras generaciones de corredores. La trayectoria de “Ninín” Pérez no solo se mide en carreras ganadas o vehículos preparados, sino también en la huella afectiva que dejó en colegas, amigos y en toda una comunidad que lo recuerda como un verdadero ícono local.
Saturnino Jorge Pérez nació el 7 de septiembre de 1931, hijo de Saturnino Pérez Llorente y Adelina Lozano. Su abuelo materno fue el recordado y prestigioso médico y poeta, doctor Cesáreo Lozano.
Creció en un contexto en el que el automóvil no solo era un medio de transporte, sino también un símbolo de modernidad y progreso. Desde joven mostró inclinaciones mecánicas y una curiosidad inagotable por el funcionamiento de motores y piezas. Esa inclinación inicial, unida al ambiente automotor de la época, marcaría para siempre el rumbo de su vida.
Su apodo, “Ninín” que, con el tiempo, para mucho se transformó en “Niní”, pronto se convirtió en marca personal dentro y fuera de las pistas. Desde la adolescencia, su vínculo con la mecánica no fue un pasatiempo ocasional, sino una vocación de tiempo completo. En un país que comenzaba a afianzar el automovilismo como deporte popular, Pérez se insertó con naturalidad en la incipiente red de talleres, circuitos y corredores que nutrían las competencias zonales.

«Ninín» Pérez.

EL DEBUT: DEL TALLER A LAS PISTAS
El 9 de mayo de 1949, con apenas 17 años, “Ninín” Pérez debutó en el circuito del Matadero Municipal. Lo hizo acompañando a Nicolás Benito, figura consular del automovilismo local, en un Ford T construido desde cero. La preparación de aquel vehículo fue una verdadera escuela mecánica: todo se hacía a mano, pieza por pieza, sin herramientas sofisticadas, confiando en la habilidad artesanal y el ingenio para optimizar rendimiento.
El Ford T, fruto de largas horas de trabajo, pronto comenzó a cosechar resultados. Bajo distintas manos —Carlitos Aramburu, Lorenzo Bonfiglio, Raúl Moro, Paladino, Hernández y finalmente “Pirucho” Benito, quien se consagró campeón argentino— el auto se consolidó como una máquina respetada por su potencia y fiabilidad. Aquellos años de aprendizaje junto a Benito marcaron la primera etapa de la carrera deportiva de Pérez, en un momento en que el automovilismo todavía conservaba un halo romántico y artesanal.

LA ETAPA DEL TURISMO DE CARRETERA
Durante la década de 1960, el Turismo de Carretera vivía un momento de esplendor. Pérez, como acompañante de Miguel Saralegui, participó en competencias de gran exigencia, donde las célebres “cupecitas” desafiaban rutas y caminos en condiciones muy distintas a las actuales. Una de sus mejores actuaciones en esta categoría fue la Vuelta de Junín–9 de Julio–Junín en 1962, una carrera que incluyó un trayecto hasta 9 de Julio, neutralización y retorno, seguido de tres vueltas a un circuito urbano. El equipo marchaba en tercera posición cuando, en la última vuelta, una rotura en el caño del carburador los dejó fuera de competencia.
Más allá de los resultados, Pérez recordaba el TC como una época dorada del automovilismo: sin grandes medidas de seguridad, se corría con alpargatas, sin botas especiales, sin buzos antiflama y con cascos de mínima protección. Eran tiempos en los que el valor, la pericia y la pasión suplían cualquier tecnología. Para “Ninín”, el TC representaba “verdadero automovilismo” y constituía una experiencia irrepetible.

En sus tiempos de piloto.

LA ERA DE LAS “CAFETERAS” Y EL AUTOMOVILISMO ZONAL
A mediados de los años 70, “Ninín” Pérez se volcó a la construcción y competición con las “Cafeteras”, autos de mecánica simple pero altamente competitivos en el circuito zonal. En 1975, junto a su amigo Real, armó una cafetera con la que disputó 34 carreras, logrando terminar 31 y 32 en posiciones destacadas. Por entonces, se corría con acompañante, aunque hacia el final la tendencia fue suprimir esa figura por seguridad.
Los circuitos eran variados: Lincoln, Pehuajó, Carlos Casares, 9 de Julio, Rojas, Warnes y Pergamino, todos bajo la órbita de la Asociación de Lincoln. En 1979, compitió en el campeonato de la Asociación de Corredores y Constructores, logrando un subcampeonato, apenas un punto detrás del “Chueco” Sist.
En 1980, con la creación de la Categoría B, Pérez presentó un auto especialmente preparado y consiguió siete victorias: tres en 9 de Julio, dos en Carlos Tejedor, una en Warnes y otra en Rojas. La constancia y el trabajo minucioso lo consolidaron como uno de los animadores infaltables del automovilismo regional.

METODOLOGÍA Y FILOSOFÍA MECÁNICA
“Ninín” Pérez defendía una concepción del automovilismo profundamente artesanal. A diferencia de las prácticas modernas, donde muchas piezas se adquieren ya fabricadas, en su época todo se elaboraba a mano, con lima y torno, en jornadas interminables de taller. Ese “folklore” mecánico, según él, se alimentaba de un fervor colectivo: familias, amigos y vecinos colaboraban en la preparación de los autos, convirtiendo cada competencia en un evento social.
La mecánica, para Pérez, no era solo un oficio, sino una forma de vida. “Comencé a los 18 años y sigo… tengo 68”, decía aún activo, sintetizando medio siglo de actividad ininterrumpida como corredor, mecánico y preparador. Incluso en sus últimos años de competencia, como en una participación en Warnes junto a Bossio, afirmaba sentir “diez años menos” al bajarse de un auto.

MAESTROS Y COLEGAS
En sus recuerdos, “Ninín” evocaba a personajes entrañables del automovilismo local: el doctor Maldonado con la célebre “Verde”; Lorenzo Bonfiglio, Soracco, Julio Faustino, Labriola, Michelini, Ricardo Aita, Raúl Moro, Calizano, Fernández de Casares, y muchos otros que animaban los circuitos de la región. También reconocía a preparadores y mecánicos como Nicolás Grecco, a quien agradeció públicamente por su contribución a su carrera.
Durante algunos fue su acompañante en las carreras, “Juancho” Migliardi.
Su legado no se limitó a las pistas: formó y asistió a nuevas generaciones, como en el caso de Juanchi Iriarte, cuya cafetera fue preparada íntegramente en su taller, junto a su hijo y otros colaboradores.

SU FAMILIA
Casado con la profesora Gladys Failache, en cuyo hogar nacieron tres hijos: Popi, Santiago y Jorge.
El equipo de competición que dirige su hijo Jorge, en la actualidad, en homenaje a la trayectoria de su padre, se denomina “Team Ninín”.

Junto a su esposa, Gladys.

PALABRAS FINALES
Aunque en sus últimos años ya no participaba activamente, Pérez seguía de cerca la actividad automovilística, asistiendo a competencias y mirando carreras por televisión. Reconocía que la pasión “moriría con él”, pero también que su mayor satisfacción era haber vivido plenamente el deporte que más amaba.
Falleció en 9 de Julio, el 5 de agosto de 2025, a los 93 años, dejando tras de sí no solo un archivo viviente de anécdotas y experiencias, sino también el ejemplo de una vida íntegramente dedicada al automovilismo.
“Ninín” Pérez fue mucho más que un piloto o mecánico: fue un testimonio viviente de una época en la que el automovilismo se construía desde la pasión, la solidaridad y el ingenio artesanal. Su historia refleja el pulso de una comunidad que encontró en las carreras no solo un espectáculo, sino un punto de encuentro y orgullo.
A través de los recuerdos compartidos, los autos que preparó, las competencias que animó y las amistades que cultivó, Pérez permanece como un símbolo del automovilismo de pueblo, donde cada triunfo y cada derrota formaban parte de una misma pasión compartida.
Su vida, marcada por la dedicación y el amor por “los fierros”, seguirá inspirando a quienes, como él, encuentran en la mecánica y la velocidad no solo un oficio, sino una manera de vivir.

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