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Nueve de Julio
miércoles, abril 24, 2024

Enrique Barbudo Escobar. Remar mar adentro

* Ayer, se cumplió un nuevo aniversario de su natalicio. Había nacido en España, pero arribó a la Argentina siendo joven, como religioso de la Compañía de María (Marianistas).
* Licenciado en Filosofía y en Teología estuvo en diversas comunidades marianistas.
* En la década de 1960 arribó a la ciudad de 9 de Julio, como profesor del Colegio “San Agustín”, donde realizó una importante obra especialmente en la animación de la pastoral juvenil.
* Adhirió a la corriente de Sacerdotes para el Tercer Mundo, lo que le llevó a tener que soportar la persecución.
* Su entrega lo llevó a compartir la vida comunitaria y catequética atravesando zonas disímiles desde General Roca (Río Negro) hasta Monte Quemado (Santiago del Estero), lugares donde efectuó una gran obra pastoral y social.
* Falleció en esta ciudad, donde se encontraba ejerciendo su ministerio en la comunidad marianista local y en Ciudad Nueva.

Ayer, 13 de marzo, se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento del padre Enrique Barbudo, sacerdote marianista que vivió en nuestra ciudad y es recordado por, al menos, dos generaciones de nuevejulienses.
Fue un sacerdote cuya vocación estuvo siempre orientada por los valores más elevados, por las firmes convicciones de un ideal de vida, por una ardiente necesidad de ser misionero, y por una docilidad ante la necesidad de los pobre y despojados.
Había nacido en Cádiz, España el 13 de marzo de 1935, en el hogar formado por Enrique Barbudo Duarte y María Teresa Escobar. Su padre, marino de profesión, alcanzó el grado de Almirante, fue autor de importantes tratados sobre su especialidad y se desempeñó como Jefe de Estado Mayor de la Armada española, a finales de la década de 1960, en plena dictadura franquista.

Enrique Barbudo.

SU VOCACION RELIGIOSA
El padre Barbudo cursó sus estudios en el Colegio Marianista San Felipe Neri en Cádiz, donde comenzó a conocer el carisma de la congregación fundada por el Beato Guillermo José Chaminade.
Hacia 1954 hizo su profesión como religioso marianista. Su formación universitaria la prosiguió en Madrid y en Friburgo (Suiza), donde obtuvo las licenciaturas en Filosofía y Teología, respectivamente.
La ordenación presbiteral le fue conferida en 1966.

EN 9 DE JULIO
Tempranamente fue enviado a la Argentina, en 1955. Aquí desarrolló una intensa labor pastoral en las diversas comunidades de marianistas de Argentina. En la década de 1960 llegó al Colegio Marianista de 9 de Julio, fundado pocos años antes.
En los albores de la década de 1970 adhirió a la corriente de Sacerdotes para el Tercer Mundo. En la Diócesis de 9 de Julio alentó, por esos años, la Pastoral Juvenil Diocesana. Fruto de esa labor es el libro “Juventud Nueva. Experiencias y reflexiones sobre Pastoral Juvenil”, escrito en coautoría con Manolo Madueño y publicado en 1974.
Durante la dictadura militar argentina de 1976-1983, el padre Barburo sufrió la persecución.

SU TESTIMONIO DE LOS AÑOS DE TERROR
En marzo de 2014, hace diez años, el padre Barbudo había recordado los años de terror de la dictadura, encontrándose en 9 de Julio. « Yo creo que si estoy con vida es por casualidad», había expresado en esa ocasión.
«Cierta vez -recordó- venía de Diamantina de decir misa y me seguía un Ford Falcon. Llegué al Colegio San Agustín ya cansado, con angustia y con desesperanza, con el temor de que alguien pudiera denunciarte sin que hayas hecho nada malo. Del automóvil descendió un individuo, al que me habían puesto en contra, con un revólver, diciéndo que me iba a matar».
«En ese momento -confesó el sacerdote- a mí se me olvidó la fe, la caridad. Le salté encima, le pegué, lo desarmé y el revólver terminó en la laguna del parque. Después me dio pena, porque me dije: ¡qué desgraciado soy yo!, mi señor Jesús cuando van a arrestarlo, no saltó ni tengo, sin embargo yo en ese momento fui violento».

LA MISION JUNTO A LOS MAS NECESITADOS
Especialmente destacable fue su servicio en General Roca (Río Negro) y en Monte Quemado (Santiago del Estero), donde transcurrió por espacio de dos décadas, en una obra muy cercana a los indígenas, hasta el cierre de aquella comunidad.
En esos lugares, donde efectuó una gran obra catequética y social, tuvo la capacidad de ver al prójimo como a un hermano. Así concibió Enrique Barbudo su camino vital en esas tierras, y así se convirtió en un servidor de Dios y de sus hermanos, especialmente de los más necesitados.

SUS ULTIMOS AÑOS
Tras un año sabático, misionando en Guatemala, volvió a la Argentina en 2006, siendo enviado a 9 de Julio. Le fue asignada la tarea de capellán del Nivel Secundario del Colegio y el obispo diocesano de entonces, monseñor Martín de Elizalde, le confió la atención de las capillas de San Pedro y San Pablo y Capilla San Antonio, ambas ubicadas en Ciudad Nueva. También, monseñor Ariel Torrado Mosconi, obispo de 9 de Julio, sucesor de monseñor Elizalde, le había renovado en la designación de esa tarea.
En 2013 había sido distinguido en el marco del Sesquicentenario de la Fundación de 9 de Julio.

SUS LIBROS
El padre Enrique Barbudo fue autor de varios libros. Además de “Juventud Nueva”, ya citado, pueden mencionarse “El Señor se metió en mi casa” (Editorial Claretiana), “La Vida Consagrada. Don de Dios Padre a la Iglesia” (editorial PPC) y “Severiano Ayastui. El Santo andarín y hombre de Dios” (PPC). También escribió algunos ensayos y textos menores sobre la pedagogía y la espiritualidad marianista, entre los cuales se encuentran “El Espíritu Santo y la Vida religiosa marianista” (“Mundo marianista”, 2005), “Algunas ideas sobre la Educación católica” y “Educadores católicos. Discípulos y misioneros de Jesucristo”.

PALABRAS FINALES
El padre Enrique Barbudo falleció en 9 de Julio el 1° de julio de 2019.
Tal como lo describió monseñor Ariel Torrado Mosconi, “fue un ícono del amor paternal de Dios, viviendo las virtudes que caracterizaron su vida consagrada: la sencillez y humildad, y su amor incondicional por los más pobres”.
El padre Barbudo, según monseñor Torrado Mosconi, “enriqueció a toda la diócesis de 9 de julio porque nos inculcó una profunda confianza en la misericordia de Dios, el saber que Él nos ama porque somos sus hijos y que jamás nos abandonará”.
A pesar de las adversidades a las que le tocó hacer frente a lo largo de su vida y de su misión sacerdotal, siempre confió como el apóstol Pedro en su Señor. Al escuchar la vos de Cristo: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”, no dudó en replicar también él como Simón: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes”.

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