spot_img
spot_img
23.3 C
Nueve de Julio
viernes, abril 19, 2024

Jugar bien o ganar, un tema al que Ángel no le «escappa»

El autor de esta nota fue testigo y participó de una charla de Ángel Cappa en la ciudad bonaerense de Lincoln, tras dos años de ausencia. Temas eternos.BLANCO-CAPPA20
Por Guillermo Blanco
“Que reincidente este tema, no?” Angel Cappa trata de mantenerse calmo, pero la sangre de la pampa húmeda que le recorre la existencia puede más, y entonces se toma un segundo mientras analiza la pregunta sobre qué es más importante, si jugar bien o ganar. El escenario, el teatro Jorge Newery de la ciudad bonaerense de Lincoln, donde -recién llegado de Madrid tras dos años de ausencia de la Argentina-, el entrenador bahiense es invitado por el profesor Fernando Signorini y su gente para una charla futbolera ante más de 200 personas. Aquí, un tema de los tratados allí. Está hablando, escuchemos…
– Yo me pregunto si “Tucho” Méndez, Sívori, Pedernera, no querían ganar. ¿Acaso jugaban para pasar el rato? Solo que tenían otro concepto del ganar. Como después Maradona y hoy Messi. Ellos y los que no pueden jugar como lo hacen ellos, igual quieren ganar. Los otros dividen el fútbol práctico del romántico, como si el resultado no hubiera tenido importancia siempre. Como si eso no fuera lo primero que uno busca. Pero no es lo único.

– ¿Cuándo empezó todo esto?

– Yo creo que este concepto resultadista empezó después del Mundial de Suecia de 1958, cuando las críticas se dirigieron al estilo de juego. Decían que nuestro estilo se había terminado, que había que jugar como los europeos. Es decir, que había que condicionar todo a la preparación física, había que correr más y jugar menos. Y a esto lo siguió una década bastante nefasta, como la del ’30 en la política argentina. El juego dejó de tener el valor central. Si bien es cierto que se juega para ganar, la jugada aislada del resultado también tiene su valor. No es lo mismo que pase la pelota Pastore o Messi a que la pase yo. Aunque vaya a parar al mismo receptor. Aquellos pases encienden algo bello, con una estética determinada. Es una pregunta con trampa eso de si uno quiere jugar bien o ganar. ¿Por qué no la hacen al revés? ¿Prefiere jugar bien o perder? Nace desde una falacia.

– ¿Qué te dejó aquel Huracán del 2009, que perdió el último partido ante Vélez con un árbitro, Brazenas, que no dirigió nunca más?

– Este es el momento donde están saliendo a luz temas y éste podría ser uno de ellos, pero a veces prefiero no recordarlo. En Huracán del 2009 quisimos ser fieles a la identidad del club. El equipo jugaba bien y lindo, y por eso emocionaba a los abuelos que iban con los nietos, y a nosotros mismos en el banco. Si hasta venían a verlo gente de otros equipos. Cuando le ganamos 4 a 0 a River, al otro día caminaba por Palermo y se bajó un taxista que me dijo: “Angel, es la primera vez que estuve en una cancha con mi River perdiendo pero me sentía feliz por el fútbol que jugaban ustedes, que es el que a mí me gusta”. Yo creo que la mayoría siente ese fútbol como propio, que le representa sus sentimientos. Y todo a pesar de que, desde hace mucho, desde el ’58, viene una campaña de equipos triunfadores y con un mérito que yo no les saco, por supuesto, como Estudiantes de La Plata o Racing, ambos campeones mundiales, pero que posibilitaron que muchos menoscabaran y menospreciaran lo mejor que teníamos. Solo vale ganar, es lo que desde entonces nos decían.

– ¿Qué significa el fútbol?

-Este deporte tiene un significado, nació en los barrios más humildes de cualquier ciudad, se origina mayoritariamente allí y ahí aparecen los mejores, salvo algunos casos en que emergen de otras clases sociales. Raúl en España salió de abajo, Tévez, Maradona, Houseman, tantísimos. El fútbol nos permitía disfrutar de algo que nos pertenecía. Nadie nos podía quitar una gambeta, aprender lo que es la solidaridad. Y eso nos hacía sentir orgullosos, bajarla con el pecho, dar un buen pase. Y nos ganábamos el respeto ajeno y propio. Aprendimos a respetar al que sabía y no al más fuerte, a ser valientes, porque a veces había que jugársela. Muchos valores que nos ayudaron a andar derecho por la vida. Mi abuela le decía a sus hijas que eran demasiado pobres para ser orgullosas. Lo primero que le quitan al pobre es el orgullo. El mensaje de los poderosos es que el pobre debe estar sometido, y el fútbol nos permitía a todos escaparle a ese sometimiento. Yo soy algo que los de la clase pudiente no saben, el fútbol nos acercaba a lo bien hecho, a la belleza. No podíamos ir al teatro, no teníamos oportunidad de escuchar buena música o de leer. El fútbol era lo que teníamos. Por eso no es solo el resultado, que es lo primero, sino que es todo. Con el tiempo el negocio se apoderó del fútbol y le quitó sus valores propios. El negocio empezó a transmitir “valores” comerciales. Ganar era sinónimo de vender y todo lo que teníamos fue pasando a ser despectivamente cosa romántica, de perdedores.

* Periodista

Más noticias