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jueves, abril 25, 2024

La metamorfosis de Narciso. Salvador Dalí

Escribe Cristina Moscato

La mitología griega nos presenta a Narciso como un hermoso joven que despreciaba el amor. Su leyenda es referida de diferentes maneras según los autores. El poeta romano Ovidio, en su obra Las Metamorfosis, nos cuenta que un adivino predijo que el niño viviría hasta viejo, si lograba a lo largo de su existencia, no contemplarse a sí mismo. Llegado a la edad viril, Narciso, que había adquirido una extraordinaria belleza, se convierte en el objeto de la pasión de doncellas, muchachos y ninfas –deidades femeninas asociadas a un lugar concreto de la naturaleza-. La ninfa Eco, castigada por la diosa Hera a repetir las últimas palabras que oía, lo encuentra en el bosque y se enamora perdidamente de él. Pero el joven se muestra tan indiferente al deseo de ella, como al de los demás.

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Las mujeres despechadas se reúnen y piden venganza. Némesis (diosa de la justicia, la venganza y la fortuna) las escucha, y en un día caluroso, después de una cacería, hace que Narciso se detenga en un estanque a saciar su sed. Cuando el joven ve reflejado su rostro, se enamora de sí mismo y sin atreverse a beber por no perturbar su imagen, permanece inmóvil contemplándose en el agua hasta que su cuerpo se transforma, lentamente, en la flor que lleva su nombre.
La ninfa Eco, testigo de la metamorfosis de su amado, muere de pena y se desintegra, pero su voz permanece en valles y montañas, repitiendo las últimas sílabas de las voces humanas.
En el año 1937, Salvador Dalí, inspirado probablemente en una pintura atribuida a Caravaggio, y relacionando el antiguo mito con la moderna teoría psicoanalítica que había acuñado el término ¨narcisismo¨ para designar el desplazamiento de la libido hacia el propio cuerpo, hacia el ¨yo¨ del sujeto, compone este inquietante cuadro.
En un óleo sobre lienzo de 51,1 cm x 78,1 cm, el pintor nos muestra a través del uso de la imagen dual, con la que el pintor pretendía doblar la línea divisoria entre ilusión y realidad, dos momentos del mito: la desesperación de Narciso por no poseerse a sí mismo y su transformación en flor o muerte.
El primer momento (izquierda) está representado por un Narciso de color amarillo naranja, obsesionado con su propio reflejo. Inmóvil y con la cabeza gacha comienza a desvanecerse de pena, casi a disolverse entre las formaciones rocosas que lo rodean.
El segundo momento, (derecha) el de la metamorfosis- muerte, está representado por la mano gris del propio Narciso que, rasgada y osificada, sostiene el huevo por dónde irrumpe la flor, símbolo muerte- vida (mano-flor/huevo). Es de observar que esta imagen comienza a prefigurarse en la grieta del cuero cabelludo del primer Narciso.
Las hormigas que vemos en la mano van a reforzar la idea de la descomposición que acarrea lo inerte, según relata el propio autor al relacionarlas con un vívido recuerdo de su infancia en que un montón de hormigas se devoraban los restos putrefactos de un lagarto.
Un perro famélico, de espaldas a Narciso, roe, hambriento, un pedazo de carroña, imagen que funciona como un recordatorio de que la carne, por muy hermosa que pueda parecer, sobre todo en la plenitud de la vida, está destinada a marchitarse y perecer.
Las imágenes que están en lo profundo del cuadro, también reclaman nuestra atención. Una serie de figuras humanas, desnudas e independientes que parecen danzar detrás de Narciso refuerzan la idea de la imposibilidad de estas personas de amar a los demás. Según la explicación del autor se trataría de un grupo de devotos del narcisismo entre quienes enumera a un hindú, un catalán, un alemán ¨rubio y carnicero¨, una rusa, una americana, una sueca y una andaluza ¨tenebrosa, robusta de glándulas y olivácea de angustia¨.
Subida a un pedestal y sobre un suelo ajedrezado, se encuentra una figura humana desnuda a la manera de una escultura clásica. De espaldas a la escena principal, y absorto en la contemplación de su propio cuerpo desnudo, nos remite a la idolatría de sí mismo propia de Narciso.
A lo lejos, entre una cordillera con picos nevados, asoma la misma punta de los dedos que sostiene el huevo del que en primer término asoma la flor. Podemos suponer que el paisaje del cuadro se repite detrás de las montañas como un sucesivo eco (la ninfa muerta de amor) hasta el infinito.
En julio de 1938 Dalí viaja a Londres con la pintura para entrevistarse con el doctor Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis confiesa en una carta enviada al escritor austríaco Stefan Zweig, presente en la entrevista:
¨Hasta hoy me había inclinado a pensar que los surrealistas que parecen haberme elegido como su santo patrón, estaban completamente locos. Pero este joven español con sus ojos cándidos y fanáticos y su innegable maestría técnica, me ha sugerido una opinión distinta…¨
¨La metamorfosis de Narciso ¨ es una obra cumbre de Dalí y se convierte hoy en una invitación a reflexionar sobre este aspecto de la condición humana sumamente naturalizado en los tiempos que corren.
La pintura se encuentra actualmente en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno conocido como Tate Modern. Puede verse en todo su esplendor en distintas páginas de la web.

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