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viernes, abril 26, 2024

Ilda Amerio De Miguel de Mosca.   Una vida intensa y fecunda

ilda amerioPor Héctor José Iaconis.
* Quebrando los tradicionales parámetros de su tiempo, se constituyó en una mujer emprendedora y progresista.
* Docente, inspectora funcionaria, desarrolló una impecable gestión que se vio plasmada en importantes obras.
* Integró varias instituciones culturales de nuestro medio, entre las que se encontraba el Archivo y Museo Histórico «Gral. Julio de Vedia», en la etapa de su reorganización.
* Gran lectora, escribía poesías, prosas y cuentos y tenía un talento muy definido en esta área que ejerció en su vida profesional.
* Interesada, desde temprana edad por el periodismo, colaboró en las páginas de los medios locales «El Orden» y EL 9 DE JULIO.
* Vivió solamente 37 años, pero aun así logró escribir una rica historia de vida y trascender más allá del tiempo.

El gran Miguel de Unamuno, en un fragmento de su libro «Del sentimiento trágico de la vida», una obra tan trascendente como inspiradora, escribe: «obra de modo que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad, que te hagas insustituible, que no merezcas morir».
Ciertamente, hay personas que, siguiendo esa afirmación dramática o por decisión deliberada, viven una vida intensa en pocos años, dejando obras y huellas imperecederas. Sin lugar a dudas, al repasar la carrera vital de Ilda Amerio De Miguel de Mosca es factible advertir cómo una existencia humana puede cobrar sentido y mantenerse viva aún más allá de la muerte. En sus escritos, en sus discursos en sus obras, y la fecundidad de su acción siempre activa y absolutamente planificadora, se pone de manifiesto un talento natural, una inteligencia despejada y un deseo de servir a su sociedad frente a los acuciantes problemas de su tiempo.
Ilda, sin duda, fue esa persona que vivió 1000 años en un día, que aún frente a las adversidades se mantuvo inquebrantable en sus principios. Hoy, con su propia vida, esta maestra de ayer, nos sigue enseñando.
Había nacido en esta ciudad el 30 de enero de 1924, en el hogar formado por Valerio Amerio y Catalina De Miguel. Perteneciente a una conocida familia de raigambre en la sociedad nueveju- liense, su padre era hijo de Juan Amerio, un inmigrante italiano que había fundado la vinería que durante varias décadas funcionó en la tradicional esquina de la avenida Vedia y Adolfo Alsina.

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Su infancia y buena parte de su vida transcurrieron en el barrio de la calle Vedia entre Urquiza y Sarmiento.

SU FORMACION

Sus estudios los cursó en la ciudad de Buenos Aires, en el Colegio de Nuestra Señora de la Misericordia, donde residió hasta 1941, en que egresó como Maestra Normal Nacional, junto con su hermana Iris. A ese instituto también asistían niñas de esta comunidad.
En el Instituto «Presidente Roque Sáenz Peña» prosiguió su formación en el Profesorado en Ciencias Exactas y Naturales.
Más tarde, en 9 de Julio, cursó el profesorado en Pedagogía en el actual Instituto Superior de Formación Docente, egresando en 1953, en la que fue la primera promoción de esa casa de estudios. Junto con Ilda egresaron también su hermana Iris, su primo hermano Helio Augusto Amerio, Sara Mieres, Mérida Soracco, Marta Viegas, Elina Maldonado, Mercedes Crivelli, Rosa Botti, Nélida Rolando, María Teresa Gómez, Ercilia Vizzón, María Antonia Comas, María E. Álvarez, Amalia Viegas, Eda Ramagnoli, Ofelia Sangiorgio, María Antonia Montero, Anunciata Cancelleri, Polonia Alcaya, Rodiade Gandini y Blanca de Luisa.

CARRERA DOCENTE

Ilda Amerio de Mosca se desempeñó como docente en diferentes establecimientos de esta ciudad y del distrito. Fue la primera directora y docente de la Escuela Nº 33 de Carlos María Naón; asimismo, ejerció en la Escuela Nº 1, donde también ocupó el empleo de secretaria.
Como profesora dictó clases en la Escuela Nacional de Comercio.
En 1956 fue designada inspectora seccional en la ciudad de Carlos Casares hasta finales de enero de 1959 en que asumió el puesto de Secretaria General de Inspecciones del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires, estableciéndose en la capital provincial. En ese último cargo desarrolló una muy activa labor, gestionando, entre otras obras importantes, la construcción del edificio de la Escuela Nº 4; la creación de la Escuela Múltiple Diferenciada, hoy Escuela de Educación Especial 501; y la concreción de los consorcios para las escuelas de los parajes El Chajá y El Jabalí.
En una entrevista publicada días después de su asunción, manifestaba que tenía «la seguridad de que sus hondas inquietudes, con respecto al problema de la enseñanza, van a ser también hondamente satisfechas con el esfuerzo de todos».
«En ese esfuerzo común, les hablo como un maestro y como tal nada más me pongo al servicio de todos los maestros de la provincia», expresa.

COLABORADORA DEL DIARIO «EL 9 DE JULIO»

Ilda fue durante muchos años colaboradora del Diario EL 9 DE JULIO. Lo hizo en diferentes etapas de su vida, siempre con artículos que revelaban sus condiciones y dotes literarios. Entre 1942 y 1943 publicaba una serie de entre vistas en las cuales invitaba a reflexionar sobre temas de actualidad. Asimismo, también publicaba sus poesías y otros textos de su autoría.
Por aquellos años firmaba sus colaboraciones con los seudónimos de «Zafra» o «Tito», este último un apodo que recibía en su círculo familiar.
Sentía por EL 9 DE JULIO un especial afecto que dejó plasmado en una nota titulada «Elevación». Allí decía que, este Diario, había sido « colocado en los pedestales del triunfo, con la mirada puesta en la sublime idealidad del periodismo, fuente en que desembocan los pensamientos más nobles del ser humano».
«Para un órgano periodístico -agregaba- que ha venido cumpliendo año tras año con una labor digna de los mayores elogios, salvando todos los escollos que irremediablemente se presentan en el transcurso del tiempo, sería difícil argumentar la menor crítica u observación. Más aún, resulta altamente grato para el pueblo y sus colegas comprobar que, a pesar de un período de vida tan largo, las ansias de superación se acrecientan con el tiempo. Resulta fácil confundir los aplausos con los mejores augurios para quienes han logrado llegar al pináculo de la fama, aunque es necesario en realidad desearlos para que se mantengan siempre en ese meritorio plano».
«En verdad, el espíritu debe elevarse siempre para no caer y ese perfecto equilibrio sólo se logra haciendo de cada oficio un templo donde resida el alma, fórmula capaz de convertir una faena cualquiera en una obra noble y altruista. Que la elevación del espíritu periodístico de EL 9 DE JULIO corone una vez más sus esfuerzos».

EL BUSTO DE EVA PERON.

Muchos aún recuerdan un hecho que trascendió en la comunidad y que aconteció tras la caída del gobierno del general Perón en 1955. Ilda, que había sido víctima de la intolerancia y había sufrido la cesantía de su cargo como docente durante esa etapa, en las difíciles horas posteriores al derrocamiento, quiso exteriorizar de alguna manera su repudio tras la persecución que había tenido que soportar.
El episodio fue narrado, en su edición del viernes 23 de septiembre de 1955, por EL 9 DE JULIO, de la manera siguiente: «Una maestra de esta ciudad, que fue implacablemente perseguida por el régimen depuesto, por su lealtad a la causa de la democracia, persecución que finalizó con su cesantía, no pudo reprimir su justa indignación contra los símbolos utilizados para la deformación de las mentes infantiles.
«Al pasar -prosigue la crónica- frente a la Escuela Nº 3, acompañada de dos de sus niñitos de corta edad, entró a ella y salió con un busto de Eva Perón que hizo añicos en la calle. Fue como si, simbólicamente, quisiera devolver a las escuelas argentinas la libertad de que estaban privadas y redimirlas del largo régimen».
En la misma página de ese ejemplar aparece una nota, titulada « Hijos míos», firmada por Ilda, en la cual revela su pensamiento en esos momentos de agitación. Entre otros términos, escribe: «hemos luchado por nuestra libertad; se cumple una vez más el sueño de nuestros héroes».
«La sangre derramada -agrega- envuelve con bandera de dignos designios toda nuestra patria, cumpliendo así su desagravio al símbolo augusto de Belgrano y lavando con la sangre de sus hijos la tremenda y oscura obra de su ignominia… La única argentina de los hombres libres asume la responsabilidad de su enorme tarea. Plasme ahora el maestro argentino, el arquetipo brillante de Sarmiento, deje en el niño el valor permanente de la libertad, para que surjan generaciones pródigas de lealtad y de respeto a la dignidad ciudadana».

SU MILITANCIA EN LAS FILAS DE LA UCRI

Ni bien fundada la Unión Cívica Radical intransigente, liderada por el doctor Arturo Frondizi, Ilda adhirió decididamente a esta corriente. No solamente se convirtió en una militante sino que además brindó su esclarecido pensamiento a esta causa.
Puede decirse que, en su tiempo, fue la militante femenina más activa y reconocida en la comunidad. Llevo su talento a la política e, indudablemente, esto redundó en beneficio de una impecable gestión en la administración pública.

SU FAMILIA

Ilda, además, tuvo dos hermanos: Iris Teresa y, por parte de padre, el recordado Juan Blas Amerio. El 3 de marzo de 1945 contrajo matrimonio con Raúl Mosca, estableciendo su domicilio en una vivienda aledaña a su casa paterna de la avenida Vedia casi Sarmiento.
Su primera hija fue Gabriela, que falleció a poco de nacer. A esa niña le impuso ese nombre en honor a la poetisa, quien ese año había recibido el Premio Nobel de Literatura. Más tarde, nacieron otros tres hijos: Cecilia, Raúl y Elena.

SU FALLECIMIENTO

Ilda sufrió un accidente de tránsito en la ciudad de La Plata, el 20 de agosto de 1961. El mismo dejó secuelas de gravedad, debiendo permanecer internada en el Policlínico San Martín hasta el día de su fallecimiento, el 16 de diciembre del mismo año. Contaba sólo con 37 años de edad.
Días después del sepelio de sus restos, EL 9 DE JULIO, en una extensa crónica, afirmaba que «las ofrendas florales y el desfile por el velatorio, la concurrencia al sepelio, fueron muestras del pesar que causó su deceso».
«Se advertía, en su funeral, la presencia de numerosas maestras, compañeras de labor del Ministerio de Educación que vinieron desde La Plata, como así también delegaciones de Carlos Casares y de Pehuajó, encabezada por los intendentes Marchessi y Landa, respectivamente. También se hicieron presentes las autoridades locales», concluía.
Entre los discursos que se pronunciaron, durante la inhumación de sus restos, se escuchó la voz de amigos, compañeros de labor y autoridades oficiales, quienes destacaron las virtudes de Ilda en las diferentes facetas de su vida.

SU PERSONALIDAD

El doctor Luis Barry, quien la había conocido de cerca en el contexto de la grandiosa la actividad desarrollada en La Plata, recuerda en un emotivo texto, algunos aspectos de la personalidad de Ilda Amerio de Mosca.
En efecto, destaca «su gràcil y vertical figura, su voz, rara mezcla de juvenil donaire, decidida y enérgica intervención, así como su trato afable y cariñoso; pero siempre ecuánime y lleno de respeto por aquel a quien se dirigía».
«Su vocación de pedagoga -continúa Barry-, su triunfante trayectoria en el tercer técnico de inspección General, sumidas y sus frutos permanecen. Ella, sembradora de ideas, ascendió por la vía de una gloria que revive a cada paso y que la corporiza aún en la terrena nada».

PALABRAS FINALES

Ilda, fue siempre una gran lectora. Escribía poesías, prosas y cuentos. Tenía un talento muy definido en esta área que ejerció en su vida profesional.
Dotada de una voz y un pensamiento propios que se antepuso a muchos prejuicios propios de una sociedad tradicionalista, pueblerina y provinciana. Tuvo una vida interior sumamente rica y apreciaba todos los aspectos de la vida humana. Amaba a todos los animales y enseñaba tanto a sus alumnos como a sus hijos a amarlos, porque para ella todos tenían un lugar en el mundo.
El concepto de libertad estaba profundamente arraigado en su ser. acostumbraba decir que ella «es el tesoro más importante de todas las personas».
Defendió sus ideales políticos, culturales y sociales con entereza, dejando una huella que el transcurrir del tiempo no ha logrado borrar.

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