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martes, mayo 7, 2024

Más democracia…. ¿más desigualdad?

camargoPor Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS).

El 10 de diciembre se cumplen tres décadas ininterrumpidas de gobiernos democráticos en Argentina; período, sin embargo, en el que las desigualdades no sólo no han disminuido, sino que incluso han aumentado. Agencia CTyS dialogó con tres destacados politólogos sobre dicha problemática y sobre el peligro de que la democracia quede reducida a un simple «juego electoral».

Se soñó con su vuelta durante los largos y oscuros años de una dictadura sangrienta, acaso el período más sombrío que sufrió la Argentina en toda su historia. Pensada, buscada y hasta idealizada, la democracia finalmente irrumpió con toda su fuerza en aquella tarde de diciembre de 1983.

A 30 años de aquel momento histórico, tres destacados politólogos polemizan sobre los alcances actuales del concepto e intentan explicar la paradoja de que la desigualdad, en regímenes democráticos, “no sólo no ha disminuido, sino que ha aumentado”, como apunta Carlos Strasser, doctor en Ciencias Políticas, director fundador de la Maestría en Ciencias Sociales FLACSO y autor de Democracia & Desigualdad.

Soberanía popular: votos y algo más

El votante se levanta temprano, se dirige a la escuela e introduce la boleta de su candidato en la urna. Y los canales de televisión, en sus videograph, anuncian jubilosos “la fiesta de la democracia”. ¿Fin de la historia? Al parecer, las cosas no son tan simples.

Para Atilio Borón, doctor en Ciencias Políticas e investigador superior del CONICET, “que la democracia quede reducida a un mero acto en el que uno va y vota es un problema, más si después la autoridad no tiene capacidad de transformar a la sociedad. Y esto es clave, porque si la democracia no tiene una capacidad transformativa, entonces no es una democracia”.

Según afirma Borón, “en los ’80, la democracia era simplemente un método para elegir autoridades políticas, cuando en realidad, la democracia debe ser mucho más que eso: debe ser un régimen que busque una sociedad más justa, con inclusión y equidad social”.

En la misma línea de pensamiento, Hugo Quiroga, doctor en Filosofía y docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Universidad Nacional del Litoral (UNL) enfatiza que, si se reduce a un simple acto electoral, lo que se termina obteniendo es una “democracia modestia”.

“Si bien es la sociedad la que elige a las autoridades públicas, no se cumplen con los principios básicos, como lo son la igualdad y la equidad social, o los bienes indispensables para cualquier persona. Entonces la democracia se reduce a un simple sistema de votación”, alerta Quiroga.

Por su parte, Strasser señala además que una democracia necesita, ante todo, ciudadanos, “gente educada, informada y con un nivel de vida que les permita actuar con un nivel de conciencia y decidir por sí mismos. El hecho de que enormes sectores de la población no tengan ciudadanía es un grave problema”.

En consecuencia, para Strasser, “es imposible una soberanía popular en contexto de sociedades tan pobladas, fragmentadas, desciudadanizadas y consumistas. Pero además, la idea misma de la soberanía popular es un mito: es una idea, una creencia, una utopía, algo que ojalá pudiese ser”.

El comienzo de una ilusión… y el choque ante la realidad

“Sin duda, hay ciertos momentos en que hay efervescencia democrática, y la soberanía del pueblo manda. Lo del 83 fue un caso claro de ello”, asevera el director de la Maestría en Ciencias Sociales FLACSO, al recordar que “en ese momento, y por reacción ante la dictadura, lo que sucedió fue que ganó la idea del preámbulo de la Constitución”.

En este sentido, Quiroga sostiene que lo que se vivía era una “ilusión democrática”, ya que “se había depositado una gran esperanza sobre la democracia para que produjera cambios. Incluso se había generado un cambio de cultura política, que se puso de manifiesto con el repudio a los intentos de golpes de los carapintadas. Es decir, había una defensa del sistema democrático”.

Sin embargo, esta la “ilusión democrática” planteada por el investigador de la UNR y de la UNL resultó ser el punto de inicio de un camino plagado de crisis económicas, inestabilidad institucional y una brecha social cada vez mayor, que finalmente condujo a un escenario en el que “los ricos son cada vez más ricos, y los pobres son relativamente más pobres”, según palabras de Strasser.

Bajo la perspectiva de Borón, que en Latinoamérica no se haya afianzado la igualdad y la equidad, sino la desigualdad y todas sus efectos negativos, es una clara consecuencia del sistema capitalista y de la lógica que el mismo propone en los distintos países.

“Claramente, democracia y capitalismo son términos que se repelen. Si vos tenés capitalismo tenés menos democracia, y viceversa. Y sino hay que ver las garantías de una salud completamente gratuitas en los países nórdicos, por un lado, o los reclamos de una educación universitaria gratuita en Chile, por el otro”, ejemplifica el teórico.

Para Borón, además, “es indispensable que la gente no tenga que depender del mercado para su vivienda, para su salud y para su educación. Sin estas condiciones, y con una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, no es posible hablar de una democracia fuerte”.

Según asevera Quiroga, esta tensión permanente entre capitalismo y democracia se debe a los fines que persiguen. “El capitalismo busca la ganancia, el beneficio propio, en tanto que la democracia persigue la igualdad y la inclusión social. Sin embargo, el capitalismo es el único sistema en donde la democracia pudo mantenerse, en otros sistemas, como el comunismo, la democracia directamente no existió”, aclara.

¿Es entonces el capitalismo la causa principal de que la democracia no haya triunfado plenamente en el país y en la región latinoamericana? Al respecto, Strasser evoca las palabras del destacado economista Joseph Shumpeter, quien advertía a principios del siglo pasado que el capitalismo “crea riqueza pero también desigualdad y diferencias”. No obstante, propone una visión complementaria.

“El problema ha sido que se han desarrollado modos de gobernar que coexisten junto a la democracia, como la burocracia, la oligarquía o la tecnocracia, entre otros, y que han imposibilitado que la democracia se desarrollara completamente. A veces domina uno, a veces domina otro, pero la democracia nunca gobierna sola” expone el autor de Democracia & Desigualdad.

La clave ofrecida por Strasser frente a esta problemática es fundir en un mismo sistema las tres grandes tradiciones políticas: “la democrática, que cuenta con la soberanía del pueblo; la republicana, que posee las instituciones y la virtud cívica, es decir, la cosa pública; y el liberalismo, con los derechos, libertades y garantías individuales para los ciudadanos”.

Utopías del pasado, realidades del presente

“En la Antigua Grecia – recuerda Strasser- se juntaban en el ágora o plaza del pueblo alrededor de seis mil habitantes, es decir, alrededor de un quinto de la población que estaba habilitada para tomar las decisiones. No participaban ni mujeres, ni pobres ni extranjeros, pero era por lo menos una idea que se acercaba al término democracia”.

Para Strasser, en la actualidad, “si bien se cuenta con un Estado de Derecho civilizado y constitucional, con jueces, tribunales, leyes y un mundo reglamentado racionalmente, todavía no es la democracia con la que se soñó en el pasado. Podríamos hablar de una ‘democracia real’, pero todavía estamos lejos del ideal de democracia”.

Además, en opinión del director de la Maestría en Ciencias Sociales FLACSO, “Argentina, como país que no es potencia, siempre ha dependido en gran medida de la economía y del factor internacional. Cuando hay crisis siempre nos sorprenden, y son circunstancias que pegan mucho. Y esto es clave para tener en cuenta a la hora de conformar democracias fuertes”.

Borón, por su parte, también hace hincapié en el aspecto económico y las políticas internacionales. “Argentina tiene todavía una democracia que está muy pendiente y condicionada por el juego de los mercados, por lo que se debilita. Además, todavía hay ciertos bolsones antidemocráticos que siguen teniendo un peso decisivo a la hora de formular las políticas públicas”, alerta.

No obstante, Borón destaca lo hecho por el país en materia de juzgamiento a genocidas. “Los juicios a las Juntas nos ubican en la vanguardia mundial en ese terreno, cuando hay países de toda la región que ni siquiera han podido planteárselo. Y el hecho de que el país haya soportado dos hiperinflaciones y que el régimen democrático no se haya derrumbado también es un buen signo”, recalca.

Para Quiroga, en tanto, el fortalecimiento de la democracia argentina también dependerá en gran medida de lo que se haga en materia política y económica. “Que disminuyan o no las desigualdades que se ven ahora va a depender mucho de las políticas públicas que se implementen. Es esencial la estabilización económica, para que haya mejores niveles de inclusión social y que de esta manera se perfeccione la idea de ciudadanía”, especifica.

Además, advierte que “los grupos económicos de poder siempre subsisten y, de hecho, la desindustrialización hecha por el último gobierno militar fue continuada luego por las políticas económicas de los 90. Y esa también fue una de las causas de la asimetría social que llega hasta nuestros días”.

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