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Nueve de Julio
viernes, abril 19, 2024

Los sastres de ayer, cortando la seda de la historia

Por Héctor José Iaconis
La sastrería es un estilo de comercio que, como tal, ha desaparecido de nuestro medio, como de buena parte de las ciudades del interior del país. Según una definición más generalizada, “sastre es la persona que ejerce el oficio de la sastrería, un arte que consiste en la creación de prendas de vestir principalmente masculinas (traje, pantalón, chaleco) de forma artesanal y a medida, o sea, diseñando exclusivamente de acuerdo con las medidas y preferencias de cada cliente” (fuente: wikipedia.org).
Si bien el oficio del sastre aún existe en muchos lugares, con muy buenos exponentes, se ha perdido en el devenir del tiempo, la existencia de locales específicos, denominados “sastrerías”, dedicados exclusivamente a la confección de prensas a medida. En 9 de Julio, en el último cuarto del siglo XX, estas tendieron a desaparecer, con la presencia de las prendas estandarizadas, con talles predeterminados.
En las antiguas sastrerías, existentes en 9 de Julio, como parte del oficio del sastre, había algunas tareas específicas: el sastre cortador, era profesional que -con conocimientos de la confección, el dominio sobre las cualidades de los tejidos y, por lo general, con experiencia sobresaliente- interpretaba los diseños, concebía los patrones, trazaba, cortaba, probaba y daba las instrucciones oportunas al personal del taller para la confección del vestuario.
El auxiliar de sastrería, era el oficial que, merced a los conocimientos elementales de la especialidad, realizaba las tareas de asistencia, respecto al vestuario, de picar las solapas o de algunas costuras menores.
El aprendiz de sastrería era, por entonces, una presencia recurrente en estos comercios. Muchos vecinos, que no podían acudir a las academias de corte para realizar los cursos respectivos, se empleaban al lado de un sastre con experiencia para aprender el oficio.
Sacos normal, cruzado normal, de entrecasa, fumador o sport; chalecos normal, cruzado con inglesa, forma V o cruzado con puntas; sobretodos común, entallado con y sin vuelo, inglés, raglan, con pliegues y tablón, Ulster o Cavour; impermeables, robe de chambre, pijamas y pantalones, eran los tipos de confecciones que se observaban en la mesa del sastre.

Salón principal de la Sastrería de Quintín Canelli, ubicada en la avenida Vedia entre Bartolomé Mitre y La Rioja, en una fotografía tomada hacia 1938.

LAS PRIMERAS SASTRERIAS EN 9 DE JULIO
Si bien no se tiene noticias certeras acerca de las primeras sastrerías en 9 de Julio o, más bien, sobre quienes ejercieron el oficio de sastres en los primeros decenios posteriores a la fundación, las publicaciones de la prensa de la época nos permiten conocer algunas. En 1886 funcionaban las sastrerías de Octavio D’Onofrio, en la avenida Montevideo (hoy Bartolomé Mitre), frente a la Plaza “General Belgrano” y la de Luis Enrico, ubicada también en la avenida Montevideo.
En la década de 1890, entre otras, funcionaban respectivamente, las sastrerías de Juan de Acerbis; de Aluise y Lattari, que giraba bajo el nombre de “La moda” y de José López, denominada “La juventud”. Más adelante, encontramos la sastrería y sombrerería “La popular” de Arturo Albuni, que tenía su local en la avenida Vedia N° 362-64.
En las primeras décadas del siglo XX surgieron las sastrerías «El León» de los hermanos Martella; «El Dandy», de José Saccone, ubicada en la avenida Primer Centenario N° 293; «La perfección», de Pedro Luis Spina, ubicada en la avenida Vedia y “Bruno” de Roque Bruno, situada en la calle Salta N° 381.
De renombre fueron, asimismo, las sastrerías de Quintín Canelli (ubicada en la avenida Vedia entre Bartolomé Mitre y La Rioja), “Casa Galli” (en la esquina de La Rioja y Libertad), “Blanco y Negro” (en la esquina de Libertad y Bartolomé Mitre), «Vivona» (que tenía su taller de confección en la calle La Rioja N° 369), Donato e Ippolliti, Genaro Boccadoro (que funcionó primero en la avenida Mitre entre Libertad y Robbio y pasó después a Mitre entre Mendoza y San Juan), Angel Canusso (en la avenida Vedia N° 620), Antonio D’Elía (en la calle Entre Ríos N° 388), «Marifor» (de Martino y Fortuna) y Cayetano Scaramasino (con su eslogan, «Gringo, pero buen sastre»), entre otros.
Una larga lista de nombres se pierde en el devenir del tiempo. Sin dudas, en la memoria los lectores resonarán otras y, al menos en el recuerdo, volverá a cobrar vida un noble oficio de ayer.

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