[26 de mayo de 2011] Las enfermedades crónicas son las que provocan más muertes en América Latina y complican el desarrollo de diversas naciones, según un reciente informe publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A veces la causa de estos trastornos está más cerca de lo que muchos creen: en los grifos de los hogares.
Uno de los países más afectados por la contaminación del agua potable es Argentina, donde los ciudadanos están en alto riesgo de contaminación por arsénico. Su nombre evoca a venenos y pócimas medievales, pero el arsénico es un elemento químico natural que está muy cerca de todos, en el aire y en la tierra, y que cuando se acumula en el organismo en concentraciones muy altas resulta altamente tóxico y potencialmente mortal.
Analía Canusso es una enferma de hidroarse- nicismo, un mal asociado al consumo de agua contaminada con sales de arsénico. «En el año 2005 yo empiezo con problemas de huesos, problemas musculares, pérdida de peso, pérdida de cabello», confiesa la mujer. Analía cuenta que su marido investigó por internet para ver si los síntomas que ella tenía podían tener alguna relación con el arsénico. «Hicimos analizar hasta el agua que consumimos, donde da siete veces más de lo que permite la Organización Mundial de la Salud».
La localidad de 9 de Julio en la provincia de Buenos Aires, donde vive Analía, tiene efectivamente altos índices de arsénico en el agua, al igual que otras regiones del país. Según la Organizacion Mundial de la Salud, la Argentina es el segundo país del mundo, después de Bangladesh, en cantidad de habitantes expuestos al contacto con altas dosis de este elemento químico. Y en toda América Latina se estima que por lo menos cuatro millones de personas están en riesgo de contaminación.
El arsénico está principalmente en el líquido vital. Por este motivo Analía consume ahora solo agua envasada en bidones. Pero la enfermedad sigue su curso. «Te trae muchos trastornos. Es una enfermedad silenciosa. Te va destruyendo muy de a poquito. Estoy con licencia en el trabajo porque tengo incontinencia. Me siento molesta, muy mal en el lugar donde estoy. Tengo mucho ardor por momentos, mucho dolor».
Una de las principales características de esta enfermedad es que no tiene síntomas claros y los médicos suelen tratar al paciente por otras dolencias, ignorando que la raíz del problema está en el agua que sale del grifo de las casas.
Juan Gabriel Kersich, médico de la ONG Todos por el Agua, comenta: «Al ser una enfermedad crónica, hay muchas personas que tienen niveles altos de arsénico en orina y que no tienen ninguna manifestación. Encima las manifestaciones que da son muy inespe- cíficas». Según el especialista, entre las manifestaciones más típicas de la enfermedad figuran las derma- tológicas, así como las gastrointe- stinales porque el 80% de la absorción del arsénico es por boca. «Lo que más se ve es cáncer de piel, de vejiga y de pulmón», comenta el experto.
Solo en las últimas décadas las autoridades sanitarias comenzaron a tomar conocimiento de la presencia de altos niveles de arsénico en el agua potable de algunas regiones. Para eliminarlo se necesita un sistema de filtrado específico que normalmente no utilizan las plantas potabilizadoras ya que su costo es muy elevado.
Como explica Leda Giannuzzi, docente de Toxicología de la Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires), uno de los métodos más efectivos para eliminar el arsénico del agua se llama ósmosis inversa. El método requiere una planta de tratamiento especialmente diseñada para este fin, y es caro porque se emplean unos filtros determinados y se necesita el mantenimiento de este sistema especial.
Pero la cantidad de plantas que tienen este sistema de filtrado es aún muy pequeña en relación con la población en riesgo. Por eso la recomendación de las autoridades en esas zonas es no beber directamente el agua de los grifos. Los especialistas tienen la esperanza de que el progreso tecnológico permita abaratar los costos de construcción y mantenimiento de las plantas depuradoras de arsénico.
Mientras tanto, la única alternativa para la población en riesgo es, primero, verificar la cantidad de este elemento en el agua que consume, y luego tomar conciencia de que el arsénico puede ser un enemigo silencioso frente al que hay que protegerse.
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