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Nueve de Julio
viernes, abril 26, 2024

Comenzó la Semana Santa

Ayer, la Iglesia Católica celebró el Domingo de Ramos y, de esta  forma, abrió solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la Pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén. En este día, se entrecruzan las dos tradiciones litúrgicas que han dado origen a esta celebración: la alegre, multitudi- naria, festiva liturgia de la iglesia madre de la ciudad santa, que se convierte en mimesis, imitación de los que Jesús hizo en Jerusalén, y la austera memoria – anamnesis – de la pasión que marcaba la liturgia de Roma. Liturgia de Jerusalén y de Roma, juntas en nuestra celebración. Con una evocación que no puede dejar de ser actualizada.
En la ciudad de 9 de Julio, el Domingo de Ramos fue celebrado en la capilla del Monasterio de Hermanas Carmelitas, en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en la capilla de Nuestra Señora de Luján,  en la Catedral, en la capilla de San Antonio, en el oratorio del Colegio Marianista “San Agustín” y en la capilla de El Provincial. Los ramos fueron bendecidos en las misas oficiadas por la mañana.
La celebración central de la  Bendición de  los Ramos, fue  presida  por el obispo de la Diócesis de 9 de Julio, monseñor Ariel Torado Mosconi. En esta  oportunidad, las condiciones climáticas impidieron efectuar esta bendición en la Plaza  “General Belgrano”, como se realiza tradicionalmente.
El obispo bendijo los ramos en el interior del templo y, de esta manera, abrió solemnemente la Semana Santa.
Con ocasión al Domingo de Ramos, monseñor Ariel Torrado Mosconi explicó que “esta celebración tiene un tono a la vez de gozo y de tristeza, de fiesta y de penitencia”.
“Celebrar –añadió- el Domingo de Ramos es comprometernos a seguir los pasos de Jesús por la entrada a Jerusalén y luego hasta el monte calvario. Nosotros que hemos elevado nuestros ramos para aclamar a Cristo como nuestro rey nos hemos comprometido a seguir sus pasos hasta la cruz”.
En efecto, tal como lo expresó el prelado, “Jesús entraba a Jerusalén sabiendo que allí lo esperaba la condena, la pasión, la cruz y la muerte”.
“Los que llevamos el olivo y lo ponemos en el crucifijo de nuestra casa también debemos recordar que seguir a Jesús implica muchas veces aceptar la realidad del sufrimiento sabiendo que es a través de las realidades dolorosas del fracaso, la soledad, la enfermedad, la incomprensión y tantas otras realidades dolorosas que alcanzaremos la gloria de la resurrección», dijo.

Monseñor Torrado destacó que, “ lejos de ser una especie de amuleto de la buena suerte, el ramo de olivo, es lo que da sentido a nuestro dolor y sufrimiento; es también ocasión para saber contemplar y acompañar en el dolor a tantos hermanos que sufren, a los otros cristos que encontramos en el camino”.
“No los dejemos solos, debemos como Simón de Cirene, ayudarlos a cargar con su cruz, esa cruz de la pobreza, de la falta de trabajo, de la injusticia y de tantas otras formas de sufrimiento”, refirió el obispo entre otros términos.

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