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jueves, marzo 28, 2024

El Obispo diocesano se refirió al comienzo de clases

[1º de marzo de 2011] Por medio de un mensaje, el Obispo de la Diócesis de 9 de Julio, monseñor Martín de Elizalde, brindó una reflexión acerca del comienzo de las clases del ciclo lectivo 2011. La misma fue dirigida especialmente a todas las comunidades educativas del Partido de 9 de Julio y de su amplia jurisdicción eclesiástica.

Monseñor Elizalde consideró que “cada año, al empezar el año lectivo, la comunidad vive con renovada sensibilidad muchas ilusiones y expectativas, así como interro- gantes y desafíos, algunos de ellos difíciles de resolver”.

Al referirse a los estudiantes, sostiene que “la disposición de los niños que inician el Jardín y la primaria está marcada por la esperanza de nuevas experiencias y alentada por el apoyo y la presentación de sus padres y familiares; iniciarse en la escolaridad deja una marca profunda en las personas y en nuestra sociedad, de una manera que las palabras no llegan a describir”.

“Los más grandes –añade-, sobre todo quienes cambian de nivel o abordan cursos que contienen mayores exigencias y dificultades, aunque manifiesten la contrariedad de dejar atrás los meses de vacaciones, se disponen también con alegría al reencuentro con sus compañeros y a retomar la disciplina del estudio, estimulados por la curiosidad de nuevos conocimientos”.

Para el prelado, “los padres de estos niños y jóvenes, que valoran y agradecen la posibilidad de formarse que se les ofrece a los suyos, comparten esta alegría esperanzada con algo de preocupación: es un interrogante serio cómo vivirán el pasaje de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud; son conscientes de los peligros que pueden encontrar en una sociedad que no sabe o no puede proteger a sus jóvenes”.

“En el ámbito de la escuela se perciben síntomas inquietantes de indisciplina y hasta de violencia; hay una invasión de propuestas que se presentan atrayentes, pero muchas veces son en verdad corruptoras y para nada positivas, venidas del exterior, y el mismo sector de la educación no ofrece siempre el ejemplo de unidad y de responsabilidad, con sus contiendas gremiales y los paros, que se podría esperar de quienes son por vocación y por misión formadores de los jóvenes”, indica el Obispo.

En el mismo sentido, monseñor Elizalde también cita en su mensaje a los docentes y sus auxiliares y colaboradores, quienes “se disponen a desempeñar a lo largo del año la tarea que se les confía, y que han abrazado con responsabilidad y dedicación, con competencia y continuidad”.

“Todos los sectores –agrega- que conforman la comunidad educativa comparten entonces una actividad muy noble, que en la tradición de nuestro país ha alcanzado niveles de excelencia y que ha dado frutos duraderos para lograr la constitución de la Nación sobre las bases de la justicia y de la búsqueda del Bien”.

Monseñor Martín de Elizalde refiere que la tradición educativa ha sido “un instrumento privilegiado para fundamentar y afianzar el progreso, aportando identidad y unidad, estableciendo vínculos que hacen a  la vida cultural, social y política”.

“Estos valores –prosigue- de la educación argentina se hacen presentes en cada inicio del ciclo lectivo, y nos plantean la grave cuestión de darles continuidad y hacerlos aún mejores y más

eficaces en este tiempo. Las contrariedades que aparecen en el camino de la sociedad argentina, las confrontaciones, la intolerancia, que a todos nos preocupan, ¿no deberían ser prevenidas con una educación de mayor calidad, que abra a un humanismo más integral, a una visión más honesta y constructiva, y estimule el sentido de la verdad y de la justicia?.

“Las ilusiones y expectativas del comienzo de las clases no se pueden limitar a las emociones pasajeras del primer día de Jardín o de escuela, del cambio de nivel y del encuentro con nuevos maestros y compañeros y el reencuentro con los ya conocidos. Seguramente, en la mirada atenta e inocente de los más pequeños, en la confianza de los padres, en la franca y ruidosa sociedad de los adolescentes y jóvenes, en la disposición y ánimo de los docentes, se puede descubrir un deseo no expresado claramente, pero muy real y urgente, y es que la educación y la escuela contribuyan a mejorar a la familia argentina, y que sus aportes, tan esperados, sean los más justos y adecuados para el objetivo propuesto, que es formar para una sociedad justa, amante de la verdad, solidaria, acogedora y progresista”, expresa el Obispo en su mensaje.

LA IGLESIA Y LA EDUCACION

En otro pasaje de su mensaje, monseñor Martín de Elizalde explica que “la Iglesia Católica ha dedicado siempre ingentes esfuerzos a la educación de los niños y jóvenes. Lo ha hecho de diferentes maneras, según las épocas y las situaciones, pero sabiéndose siempre responsable de un legado precioso, que debía mostrar y compartir con todos los pueblos”.

“La Revelación de Jesucristo –reflexiona- es la llamada dirigida a todos los hombres, en todos los tiempos. En ella se encuentra la verdad y se aprende a practicar el bien, se descubre la felicidad y se camina y se obra según la misma naturaleza nos ha dispuesto por el gesto creador de Dios. Estos elementos configuran la tradición de nuestra cultura y la historia de nuestra tierra, ellos han contribuido a formarnos y a que seamos lo que somos”.

El Obispo subrayó que “frente a la responsabilidad que tenemos para con las nuevas generaciones, la Iglesia propone el redescubrimiento de nuestras raíces cristianas, de la cultura animada por la inteligencia de la fe, de una conducta cimentada sobre el amor y la justicia”.

Hacia el final de su mensaje, monseñor Elizalde bregó porque “nuestra escuela reencuentre y profundice su propia identidad y su misión forma- tiva, y proyecte hacia la sociedad el fruto de su dedicación y entrega, para trasmitir y afianzar los valores permanentes, espirituales y humanos, sobre los que ha de construir la verdadera fraternidad”.

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