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viernes, abril 19, 2024

Historias de vida: Ventura y Eduardo Mouchard

mouchard2* Por Héctor José Iaconis.

Una recorrida por las calles de la ciudad de 9 de Julio, por algunos lugares emblemáticos de su historia o al detenerse frente a algún edificio público, encontrará el atento observador nombres que, estampados en el bronce o en el mármol,  van sobreviviendo al paso de lo años. Más bien, son los nombres de hombres y mujeres los que perduran, aunque sus biografía parecen perderse en el devenir de las décadas, en el transcurrir de las generaciones.
Por citar uno de los casos, ni bien de trasponer la puerta izquierda de acceso a la Catedral, es inevitable toparse con una pila de agua bendida. Precisamente, la ubicada en ese lateral, según reza una inscripción grabada en la base, fue donada por “Eduardo A. Mouchard y familia”.
A aquel se asemeja otro caso. En la fachada del Hospital Zonal de Agudos “Julio de Vedia” se encuentra una antigua placa, fechada en mayo de 1918 y fundida en Buenos Aires, en los talleres del grabador Constante Rossi. La placa que, años atrás estuvo ubicada en el interior del nosocomio y que, más tarde, un criterio poco acertado hizo que se la coloque en el exterior, reza la siguiente leyenda: “Ventura de la Lastra de Mouchard. Benefactora insigne, cuyas virtudes practicó altamente en este sagrado recinto. La Sociedad Protectora de los Pobres y el Vecindario perpetúan su memoria con este modesto recuerdo”.
¡Cuán lejanos están de nuestro tiempo los nombres de Eduardo A. Mouchard y de Ventura de la Lastra de Mouchard! Aunque estampados en el bronce y en el mármol, pasan inadvertidos a la mayoría de los nueveju- lienses y, quizá quien se aventura a leerlos, no pueda escapar a una inquietud inicial: ¿quiénes fueron?, ¿qué gravitación tuvieron en su tiempo?.
En esta breve semblanza habremos, pues, de referirnos a ambos, los esposos Eduardo A. Mouchard y de Ventura de la Lastra de Mouchard, al protagonismo de ambos en la sociedad nuevejuliense del último cuarto del siglo XIX. Pondremos, desde luego, mayor énfasis en destacar la figura de Ventura, a quien con justicia se la llamó “benefactora insigne”.

***
El escribano Eduardo A. Mouchard y su esposa Ventura de la Lastra de Mouchard arribaron a 9 de Julio hacia 1889. El 24 de octubre de ese año, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires había creado en 9 de Julio un nuevo Registro de Contratos Públicos, el segundo en su tipo, nombrando titular del mismo  al novel notario Mouchard.
En 9 de Julio se establecieron en una amplia vivienda que, con los años, además de los esposos ocuparon sus hijos Eduardo, Elvira y Mercedes (en 1895, eran niños de 9, 7 y 4 años de edad), dos mucamas (Albina Rayaroso y Dionisia Andrade) y la madre del escribano. Con ellos también vivía un anciano, José María Berón, de ochenta años de edad, quien debió ser mucamo de la familia y, a esa altura, ya se lo consideraba parte de la familia y se le prodigaban los cuidados de un hogar digno.
Los jóvenes esposos  Mouchard, quienes en 1889  llevaban apenas cinco años de matrimonio, enseguida se insertaron en la sociedad de 9 de Julio, un pueblo aún pequeño que, con la llegada reciente del ferrocarril, daba pasos sólidos hacia el progreso.

MUCHO MAS QUE UNA LABOR NOTARIAL
Eduardo Aureliano Luis Mouchard, tal era su nombre, había nacido en Buenos Aires, el 25 de septiembre de 1862, en el hogar formado por Luis Mouchard, un tintorero de nacionalidad francesa, y Juana Cabral. Su infancia transcurrió en Buenos Aires, en la calle Buen Orden (hoy Bernardo de Irigoyen) Nº 286, en compañía de un  hermano mayor, Miguel, de quien lo distanciaba casi veinte años de edad.
Al momento de llegar a 9 de Julio para hacerse cargo de la nueva Escribanía, poseía una sólida experiencia. Su labor notarial fue, sin dudas, significativa pero, lo fue aún más, su desempeño en la vida de la comunidad.
En diciembre de 1889 fue elegido consejero escolar y poco más de un año después ocupó el cargo de presidente del Consejo hasta 1894. Por otra parte, el 17 de diciembre de 1891 se lo designó jefe de la Sección Primera del Registro Civil de 9 de Julio hasta febrero de 1896.
Por cierto, no dudó en vincularse, a los grupos más influyentes. En una noche dominical de octubre de 1897 participó de la fundación del Club Social, en el Hotel Monteverde y, como veremos, no dudó en brindar su apoyo a la Sociedad Protectora de los Pobres.
Su sólida formación intelectual, asimismo, le permitió responder a la invitación para integrar, en sucesivos años, las mesas examinadoras de varios establecimientos educacionales.

“ANGEL TUTELAR DE LOS ENFERMOS”
Acerca de Ventura de la Lastra de Mouchard, la información biográfica es notablemente escasa. De nacionalidad argentina, al momento de radicarse en 9 de Julio contaba unos veinticinco años de edad.
Enseguida comenzó a sentir preocupación por las personas que, por diferentes circunstancias, caían en situación de desgracia, sea por falta de recursos económicos, como por carecer de salud.
En mayo de 1894, por iniciativa de un vecino comprometido, conocedor de las demandas más palpitantes de la sociedad de su tiempo, comenzó a conformarse la Sociedad Protectora de los Pobres. El 10 de junio del mismo año, se constituyó la primer comisión directiva que presidió Ventura de la Lastra de Mouchard. Su esposo, Eduardo, fue nombrado miembro del Consejo Consultivo de la entidad.
Si bien el principal cometido de la Sociedad Protectora de los Pobres sería alcanzar la concreción de un edificio para un Hospital, al principio se resolvió alquilar una vivienda, en la calle Libertad. Allí se levantó una Casa de Asistencia que funcionó hasta la inauguración del denominado “Hospital de los Pobres” (hoy Hospital Zonal de Agudos).
Ventura de la Lastra de Mouchard fue madrina en la ceremonia de colocación de la piedra fundamental del nuevo Hospital, en julio de 1895.
En un discurso leído el 10 de junio de 1919, en un acto realizado en el Teatro Rossini, Amelia Durán de Cavallari se refirió a Ventura con los siguientes términos: “era buena y sencilla y poseía un alma noble y un corazón generoso”.
“Siempre -añadió- solícita y bondadosa, era el ángel tutelar de los asilados. No le amedró el viento, la lluvia ni obstáculo alguno cuando se ha tratado de llevar el socorro inmediato al necesitado. Más que la presidente de la Sociedad era la enfermera asidua e inteligente, siempre pronta al llamado de los enfermos y siempre pródiga en atenciones para con ellos, porque así entendía su misión…”.
Una situación familiar adversa la obligó a presentar su renuncia a la presidencia de la Sociedad Protectora de los Pobres en febrero de 1898, a escasos meses de la inauguración del primer pabellón del Hospital, por el que tanto había luchado.
Tal como lo afirma Samuel Smiles, en su clásico libro «El Deber», «las oportunidades de hacer el bien se presentan a todos aquellos que obran y quieren; el espíritu diligente encuentra su camino hacia el corazón de los demás; la paciencia y la perseverancia vencen todas las cosas». Ventura tuvo la virtud de vivir esta dimensión  de la solidaridad; una generosidad de espíritu vivida en grado sumo.

PALABRAS FINALES
El escribano Mouchard falleció en 9 de Julio el 6 de septiembre de 1900. Algunos meses antes, el Gobierno, le había designado un adscripto a su escribanía, el notario Teodoro Catalá, quien se destacará como periodista.
Su viuda, Ventura, debió escoger una vida futura que le permita educar a sus hijos aún adolescentes. Para 1911 se encontraba radicada en la ciudad de La Plata, así da cuenta una publicación del Diario “El Día” en la que se la cita.
La madre de Eduardo, Juana Cabral de Mouchard, sobrevivió a su hijo, falleciendo casi diez años después. La revista “Caras y Caretas” del 11 de septiembre de 1909 reproduce un retrato suyo.
Eduardo A. Mouchard y de Ventura de la Lastra de Mouchard se brindaron con generosidad, cada uno desde su rol, a la sociedad de su tiempo. Más aún, Ventura, fue la primera mujer, en la historia lugareña, en destacarse en la asistencia de los más necesitados.

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