Por Héctor José Iaconis.

– Segunda nota: Lectura teológico-literaria de la Oración fúnebre del Beato Eduardo Pironio en memoria del padre Domingo Güida-
En la retórica cristiana, la oratio funebris, también llamada elogio fúnebre (del latín elogium, y este de eulogia, griego clásico, eu para «bien» o «verdadero», logia para «palabras» o «texto», juntos para «alabanza») no constituye simplemente un homenaje póstumo, sino una actualización sacramental del recuerdo: un acto de palabra que transforma la pérdida en testimonio y el duelo en celebración. En el caso de la Oración fúnebre pronunciada por Eduardo Francisco Pironio , entonces rector del Seminario Metropolitano de Buenos Aires, más tarde cardenal y Beato de la Iglesia universal, ante los restos del presbítero Domingo Güida, la liturgia verbal se eleva a una doble significación: homenaje al maestro y autorretrato vocacional del discípulo.
El padre Güida -de cuya biografía nos ocupamos la semana anterior- cura párroco de Santo Domingo de 9 de Julio por más de tres décadas fue quien acompañó al Beato Eduardo Pironio en su discernimiento vocacional. Varios biógrafos del cardenal Pironio han referido acerca del incentivo que significó la presencia del padre Güida en su vocación sacerdotal (1).
El texto, pronunciado en la parroquia de la ciudad de Chivilcoy el 4 de noviembre de 1961 (2), condensa los elementos esenciales de la espiritualidad sacerdotal: la paternidad pastoral, la devoción mariana y eucarística, el sentido del trabajo silencioso y la amistad sacerdotal como sacramento de comunión. Desde la perspectiva literaria, la pieza posee una estructura clásica de oratoria sagrada: exordio, narratio, confirmatio y peroratio. No obstante, su tono íntimo y afectivo trasciende el modelo canónico, configurando una prosa mística de carácter elegíaco.


ESTRUCTURA, TONO Y FORMA. EL REGISTRO ELEGÍACO
La Oración fúnebre de Pironio responde a un esquema retórico de raíz patrística: apertura con cita bíblica, exposición de la vida, contemplación de las virtudes y conclusión exhortativa. Comienza con una cita del Evangelio según San Juan: «Amicus noster dormit» («Se ha dormido para siempre nuestro amigo»), que condensa el sentido cristiano de la muerte como tránsito, no como ruptura. La estructura tripartita que se sigue, elogium vitae, laudatio virtutum, consolatio fratrum, confiere al discurso su equilibrio interno.
El exordio presenta el tono de intimidad y sencillez: «Nos hemos juntado aquí esta mañana, en sencilla asamblea de familia, para rezar por nuestro padre y nuestro amigo». La anáfora padre y amigo delimita de inmediato el eje semántico de todo el texto: la paternidad espiritual y la fraternidad eclesial. Pironio no habla como teólogo ni como orador oficial, sino como hijo y testigo. Su registro es litúrgico, pero profundamente humano. Desde el punto de vista literario, el texto pertenece al género elegíaco religioso, pero su tono no es de lamento sino de transfiguración. La muerte de Güida es presentada como cumplimiento, no como pérdida: «Ha dejado de sufrir. Y ha dejado de peregrinar. Ha partido para el cielo». La economía verbal, el uso de frases breves y paralelismos crea una sensación de paz y clausura.
El campo semántico dominante es el de la luz y el descanso: «Que brille sobre tus ojos la luz que no conoce ocaso». La metáfora remite al himno litúrgico del Oficio de Difuntos, pero Pironio la reinterpreta en clave personal. En su poética, la muerte no oscurece sino que ilumina. Si bien Pironio privilegia el registro de la esperanza sobre el del lamento, el texto no oculta la dimensión de pérdida. La reiteración de «no importa que sus ojos… sus manos… sus labios» funciona como una forma de procesamiento retórico del duelo: el orador acepta la ausencia física precisamente al nombrarla. La elegía cristiana no niega la muerte, sino que la atraviesa mediante la palabra.


PADRE, MAESTRO Y AMIGO
El retrato de Güida que ofrece Pironio no es sólo individual: encarna el modelo del sacerdote argentino de entre guerras, figura de autoridad moral, devoción y caridad activa. Pironio lo describe como «Padre de numerosas generaciones», expresión que remite a una paternidad fundante. Este concepto de paternidad espiritual se repite con insistencia, funcionando como leitmotiv teológico y afectivo.
La caracterización de Güida como «amigo verdadero, no con una amistad fácil, superficial y pasajera» introduce el segundo gran eje del texto: la amistad sacerdotal como comunión. Pironio enlaza la amistad de Güida con la amistad de Cristo: «Yo no te llamaré siervo, sino amigo». La cita evangélica transforma la amistad en un sacramento relacional, símbolo del ideal de fraternidad eclesial.
ESTILO Y PROCEDIMIENTOS RETÓRICOS
El estilo de la Oración fúnebre combina ritmo oratorio y musicalidad interior. La sintaxis se caracteriza por períodos amplios con cadencias ternarias, abundancia de anáforas y repeticiones enfáticas. Estas recurrencias dotan al discurso de un efecto litúrgico, como si cada frase fuera una letanía. Ejemplo paradigmático: «No importa que sus ojos… No importa que sus manos… No importa que sus labios…». El triple paralelismo funciona como oración y como canto.
El léxico, cabenos inferir, es sencillo, sin tecnicismos teológicos; predomina un español claro y emocional. Pironio utiliza un vocabulario cotidiano, pero lo integra en una sintaxis elevada. Su prosa conjuga solemnidad y ternura, logrando un equilibrio poco frecuente en la oratoria eclesiástica de la época.
LA VOCACIÓN REFLEJADA
Entre las líneas de la Oración fúnebre se advierte un subtexto autobiográfico. Pironio no sólo exalta a su maestro: se reconoce en él. La identificación aparece explícita cuando afirma: «Hoy nosotros, sus hijos, prolongamos sencillamente su sacerdocio». La continuidad generacional se enuncia como herencia espiritual. El padre Güida no muere; se prolonga en los sacerdotes formados bajo su guía, entre ellos, el Beato Pironio.
EL SIMBOLISMO DEL RETORNO
Un aspecto literariamente significativo del texto es el motivo del retorno. Pironio observa que Güida retorna al «mismo lugar donde fue bautizado hace 74 años… aquí hizo su primera comunión… y aquí celebró una de sus primeras misas». Este paralelismo circular, donde la vida concluye en el punto donde comenzó, encierra un simbolismo teológico de plenitud: la existencia como peregrinación que retorna al origen.
PIRONIO, LA PALABRA COMO COMUNIÓN
Más allá de su valor testimonial, la Oración fúnebre nos revela el talento literario de Pironio, que suele quedar eclipsado por su figura de teólogo y de pastor. Su prosa combina la claridad clásica de la homilía con la intensidad poética de la oración.
El tono confidencial, la cadencia pausada y la alternancia de ritmo lento y súbito confieren al texto una musicalidad interior. En términos de teoría literaria, podemos afirmar que la Oración fúnebre constituye un ejemplo de un discurso compuesto, un texto litúrgico, una elegía espiritual y un ensayo de la memoria (3).

PALABRAS FINALES
La Oración fúnebre pronunciada por Eduardo Pironio trasciende su función ceremonial para constituirse en un documento de espiritualidad sacerdotal. En ella convergen tres ejes teológico-literarios: la muerte como cumplimiento y no como ruptura; la amistad sacerdotal como sacramento relacional, y la palabra como herencia espiritual.
Desde el punto de vista retórico, el texto confirma que Pironio no es solo un teólogo pastoral sino un escritor de prosa mística, capaz de integrar rigor teológico y sensibilidad poética. Su estilo, que combina sencillez léxica con complejidad sintáctica, anticipa el lenguaje renovado que el Concilio Vaticano II promoverá apenas unos años después.
Finalmente, este texto nos invita a reflexionar sobre el género de la oratio funebris no como mero homenaje retrospectivo, sino como una forma de acto performativo de la memoria: al hablar del padre Domingo Güida, el Beato Eduardo Pironio construye un modelo de sacerdocio que él mismo encarnará, convirtiendo la elegía en profecía y el recuerdo en programa espiritual.
NOTAS
(1) Cfr. Josefina Alicia Pazos, Monseñor Eduardo Francisco Pironio: profeta de la liberación, Buenos Aires, Santa María, 2008 y Bartolomé de Vedia, La esperanza como camino. Vida del Cardenal Eduardo Pironio, Buenos Aires, San Pablo, 2008. En la revista Teología de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, Tomo XLII, n° 79, Buenos Aires, primer semestre de 2002, aparecen varios trabajos acerca del cardenal Pironio, entre los que se encuentra el de Laura Moreno, titulado «Su vida, testimonio de amor y fidelidad a Dios», donde también se menciona la influencia del padre Güida en el beato.
(2) El texto de la Oración fúnebre de que dependemos es el publicado en la revista Venite adoremus (año V, n° 18, Buenos Aires, noviembre-diciembre de 1961, pág. 7).
(3) Acerca de la oración fúnebre cristiana, su estructura y estilo retórico existe una bibliografía muy rica. Es interesante, para introducirse en la temática, el artículo del padre Andrew Murray, «The Rhetorical Form of a Christian Funeral Oration», publicado originalmente en The Australasian Catholic Record (71/3, julio de 1994, págs. 352-359), disponible en https://andrewmurraysm.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/10/murray-christianfuneraloration.pdf


