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martes, abril 23, 2024

El panorama político bonaerense

LA PLATA, nov 19 (DIB).– El diseño del nuevo Gabinete de Daniel Scioli y la conformación del esquema de comando en la Legislatura, dos discusiones abiertas inmediatamente después de las elecciones de octubre y, al menos en sus tramos esenciales, prácticamente concluidas, permiten avizorar algo más que el evidente juego de nombres aupados al poder o caídos en desgracia: dan cuenta de los términos de la convivencia a los que arribaron el sciolismo y el kirchnerismo para desandar un nuevo período de Gobierno signado por un dato político ineludible: la imposibilidad de prolongar el mismo esquema en 2015.

El diagrama y los nombres principales de ambos esquemas institucionales fueron conversados, en persona, por Scioli y la presidenta Cristina Fernández en la reunión privada que mantuvieron la semana pasada. Fue un encuentro signado por el hermetismo, pero el tramo nodal de su contenido se puede deducirse fácilmente, a partir de los nombre que, para ocupar los cargos más importantes, fueron confirmados durante esta semana. Se trata, en sustancia, de un reparto de poder que dejó a Scioli la definición de su equipo, pero a cambio de quitarle cualquier injerencia en el reparto del poder legislativo.
No es lo que el gobernador pretendía, claro: con el 54 por ciento de los votos en el bolsillo, se había ilusionado con no repetir el esquema de 2007, que lo obligó a gobernar cuatro años con un poder parlamentario “prestado”. Lo hubiese logrado con el sencillo expediente de colocar algún nombre propio en las presidencias o vices de diputados y senadores. Aunque no lo dijo en público, esa intención quedó más que demostrada con los intentos de posicionamiento para obtener esos cargos que Scioli permitió realizar a hombres propios, y a algunos no estrictamente propios pero más cercanos a él que a la ortodoxia K.
Pero no pudo ser, porque el kirchnerismo (la propia Presidenta) no quiso que así fuera. Se trata de una voluntad que, cristalina, se aprecia en el reparto de cargos: todos los dirigentes mencionados para conducción de la Cámara de Senadores –además de Gabriel Mariotto, Sergio Berrni, futuro número dos y Cristina Fioramonti, jefa de bloque- son soldados ultra K. En diputados, con algún matiz, la situación no varía: Horacio González presidirá, pero con un segundo de La Cámpora –José Ottavis- y un nuevo jefe de bloque, Juan De Jesús, que desembarca ahí por voluntad de la Casa Rosada, no por una decisión “interna”.
Además, y esto es central, esas conducciones llegan al poder con una misión política muy clara: alinear a la Legislatura con el “proyecto nacional y popular”, como le han hecho saber a sus futuros compañeros de Parlamento. Así planteado, el objetivo revela un diagnóstico que muchos intuían: la Casa Rosada no cree que la actual Legislatura sea un espacio propio, más allá de que muchas bancadas sea ocupadas por dirigentes de intachable proceder K. También, que esa suerte de “autonomía relativa” de que gozaba el Parlamento (cuna de algunas ciertas movidas que contrariaron deseos K) llegará a su fin.
En el mejor de los casos, la estrategia instala a la Legislatura como un núcleo de poder aliado con el que Scioli deberá negociar puntos centrales de su gestión; o como un búnker de resistencia a cualquier intento anticipado de autonomía, en el peor. Es decir: se trata de movimiento que revela todo su significado si se lo interpreta en el marco de la voluntad del kirchnerismo de retener el control de los resortes políticos más importantes para neutralizar por anticipado cualquier indicio de “síndrome del pato rengo” que pueda afectar a la Presidenta en su relación con un anotado natural para sucederla: Scioli.
Ese intento de desestructuración de la influencia que cierto núcleo del peronismo “tradicional” ejercía en la Legislatura se da, además, en combinación con ofrecimientos de “amnistía” de parte de la que los delegados de la Rosada en el Parlamento a legisladores de origen justicialista pero pasado reciente no K, ubicados en lugares de menor peso institucional. Aunque no está claro el destino de esos ofrecimientos –los receptores cavilan entre varios destinos posibles: el salto al macrismo, el pase al kirchnerismo, la autonomía ejercida en forma conjunta-, la movida es ilustrativa de la intención de quedarse “con todo”.
La otra cara de la misma moneda es el Gabinete de Scioli. Los nombres que hasta ahora trascendieron no están completamente confirmados, pero no variarán gran cosa. Por lo menos no se modificarán los lugares de mayor peso. Lo relevante del diseño es que se trata claramente de un equipo “preparado para la gestión, no para hacer política”, como resumió para DIB un alto operador de Scioli. El hombre precisó: “El único dirigente con peso territorial propio es Cristian Breitenstein, si es que se concreta su nombramiento como ministro de la Producción”.
Así planteado, la relación con la Casa Rosada la manejará exclusivamente el Gobernador y su principal espada política, el jefe de Gabinete, Alberto Pérez. El resto, deberá gestionar y nada más. Nada de recorridas territoriales, armado de líneas internas ni cosa parecida. El mensaje, es nítido: por ahora, Scioli suspende cualquier atisbo de estar embarcado en la carrera presidencial. Es una elección con mucho de imposición, pero el Gobernador la aceptó sin aspavientos incluso (o especialmente) en su tramo legislativo. Lo mismo había hecho en 2007, y después fue dando cada vez más tono político a su equipo.
¿Ocurrirá esta vez eso antes de 2013? (DIB)

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