Nota de Psicología por la Lic.María E.Lisazo
Voy a compartir una experiencia vivida en estos días, a partir del vínculo que tuvieron mi madre y su gatita Pancha, y no dejo de evocar en mi memoria, más allá de mi voluntad, un poema de Julio Cortázar: “Como se quiere a un gato”. Estos días, como tantos otros de la vida cotidiana, nuevamente mi madre me enseña acerca de las cuestiones del amor.
“Querer a las personas como
se quiere a un gato,
con su carácter y su independencia,
sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo,
dejarlo que se acerque cuando quiera,
siendo feliz con su felicidad”
(Julio Cortazar)
Relato una experiencia personal, símplemente porque la quiero compartir, acerca del vínculo de los adultos mayores con sus mascotas. Hace aproximadamente un año, llegó a mi vida, una gatita, a quien bauticé con el nombre de Pancha, y a través mío, Pancha llegó a la vida de mi mamá, Pity.
Pancha y Pity crearon un universo en el que sólo ellas vivían en sus cuerpos y en sus almas, lo que sentían, no hacía falta nadie más… para qué?. Los demás presentíamos, observábamos, y podíamos participar de ese mundo si dejábamos el corazón abierto. Era una relación de amor. Mi madre, ya mayor y viviendo en estos tiempos momentos de soledad, supo crear esa “brisa de la vida” que hace falta para vivir (valga mi redundancia en esto) en ese vínculo de amor entre Pancha y ella.
“Panchita con su vida, cambio la mia” me dijo Pity el día que Pancha murió. Mi tristeza contenida la transformó en ternura, al mostrarme cómo el amor por Pancha le permitió a ella transformar su soledad en compañía, y crear así una relación de amor, con lo que podía, con quien podía, y quien fue receptáculo de sus palabras, de sus caricias y viceversa. Pancha le devolvió a Pity la posibilidad de sentirse madre.
Yo no tenía conocimiento del nivel percetivo de un gatito, y la conexión que pueden entablar con aquel humano quien les prodiga su amor.
De que estoy hablando? De eso que tanto hablamos siempre. De Amor. Panchita falleció por problemas respiratorios. Fue triste, si, pero lo que mi madre me enseñó es que a ella le quedó eso de Pancha, el haberse amado. A Pity le quedó eso, el amor, es de ella, de mamá. Y pasados unos días, en que pudo comenzar su duelo, brindándole los tributos necesarios cuando se pierde a alguien amado, elegidos por ella, buscarle un lugarcito lindo del patio, donde le dé el sol, y plantarle unos geranios, pudo pensar en otro gatito, a quien… ahora ella, bautizó con el nombre de Facundo. Pancha iba y venía por el vecindario, con la independencia propia del universo gatuno. Pity y la familia tuvimos que aprender de esos momentos de ansiedad cuando Pancha se iba, y entender eso, que era un gato y había que quererlo así… como se quiere un gato. Es por eso que evoco el poema de Cortázar, porque entender que el otro es un ser independiente y libre, y así, siendo otro poder amarlo sin título de propiedad, nos permite vivir dejándonos, cuando se parte, el amor de nuestro lado, no del lado del que se va.