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Nueve de Julio
jueves, marzo 28, 2024

A 25 años del fallecimiento de Antonio Aita

Ayer, 18 de septiembre, se cumplió el 25° aniversario del fallecimiento de Antonio Aita, quien se desempeñó durante más de seis décadas como director del Diario EL 9 DE JULIO. Al día siguiente de su deceso –un día como hoy-, hace exactamente cinco lustros o, más bien, un cuarto de siglo, lo despedían con entrañables evocaciones sus amigos, sus compañeros de ideales, sus colegas de la prensa y jóvenes estudiantes que, sin haberlo conocido, sabían de su vida de acción, servicio, entrega y abnegación.
Muchas veces, a lo largo de estos últimos decenios, nos hemos referido al protagonismo de Antonio, con exactitud de fechas y referencias. En las páginas impresas, en cientos de cuartillas aún inéditas que se conservan en el archivo de este Diario -su casa, su espacio, su tribuna de batalla- e incluso en la edición digital hay abundantes noticias biográficas sobre quien, durante más de medio siglo, formó parte de la historia de 9 de Julio. Por ello, estas líneas, tienen la intención de evocar a Antonio Aita desde su perfil humano, tal como lo conocimos quienes tuvimos el honor de compartir uno o muchos momentos de nuestras vidas a su lado.
Formado en la lucha diaria, en los días juveniles en que el trabajo era necesario para ganar el sustento y contribuir al hogar paterno, templó en ese crisol su personalidad; y, su temple moral fue, desde la hora temprana, una de las virtudes que le acompañaron hasta el final de la vida. Conoció la pobreza en un hogar humilde, en la barriada que le vio correr por sus calles de niño y se abrió camino en la vida. Fue el aprendiz de la vieja imprenta de “EL 9 DE JULIO”, cajista, tipógrafo y, merced al trabajo y la dedicación, llegó a ser empresario junto a su hermano, propietario de este Diario del cual se convirtió en director y guía.
A lo largo de seis décadas condujo a EL 9 DE JULIO en el contexto de un mundo cambiante; una sociedad que se transformaba en las convulsionadas décadas de 1940 a 1990. Esculpió los principios rectores de este Diario con un cincel ético de rectitud, tolerancia, libertad y respeto por el pensamiento y la opinión de todos. Fue un comunicador incansable que hizo suya una famosa frase de Voltaire: “puedo no estar de acuerdo con su opinión; pero, defenderé hasta la muerte, su derecho a expresarla”. Así la mantuvo inalterable como norte a lo largo de su dilatada trayectoria periodística.
En momentos turbulentos su voz se alzó contra la injusticia y contra la violencia; apoyó todas las iniciativas que fueran favorables al bien común de su pueblo y, aún contra su seguridad personal y exponiéndose a muchas amenazas, denunció sin vacilar las acciones de quienes obraban con malevolencia.
Abrazó los preceptos políticos del Desarrollismo y, desde ese lugar, se mantuvo fiel a ellos. No le turbó jamás el cometido de amasar fortuna, vivió con humildad y murió con la serenidad de las almas que se despojan de esas cuestiones. Más de una vez fue tentado por quien deseaba llevarlo a su mezquino redil; empero, Antonio, siempre rehusó traicionar sus principios.
No tuvo hijos de su sangre; sin embargo, fue padre de una generación de hombres y mujeres que se formaron a su lado: periodistas que ejercieron o aún ejercen su profesión y recuerdan con afecto a quien les inspiró. Fue padre, amigo y mentor, también, de los jóvenes que, al caer la tarde o avanzada la noche, cuando se disponía a trabajar en la redacción, se acercaban para hablarle, pedirle su consejo sabio o entregarle vacilantes el primer pliego con un artículo para el Diario.
Escuchamos su voz en diferentes momentos de nuestras vidas. Los mayores, que aún estamos en el Diario, recibimos de él sus enseñanzas y sus instrucciones siempre amables; los que llegamos después, lo conocimos en la edad avanzada; cuando su voz se había hecho más suave, pero continuaba siendo firme en la expresión de sus ideas.
Su voz es, precisamente, lo que no iba a poder apagar la muerte. Por el contrario, se encendió aún más, para mantenerse latente. Hace 25 años que Antonio sigue enseñándonos. Se ha ido físicamente de este Diario; pero, ha quedado en el recuerdo, en el legado y en la memoria viva de quienes seguimos sus pasos.

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