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Nueve de Julio
viernes, abril 19, 2024

Aquel fútbol

Soliloquios de un memorioso

Durante muchas horas y días jugábamos en aquel potrero frente a la entonces cancha de Once Tigres, en el cual luego se construyó el edificio para la Escuela Nº 4. Allí soñábamos con progresar en el deporte y poder llegar a jugar en esos partidos que en cada domingo veíamos en la gran cancha vecina, la única que tenía una tribuna en esa época.
También la primera en organizar partidos nocturnos mediante grandes lámparas que se colgaban de cables que cruzaban la cancha en paralelos. Para aquellos tiempos era todo un progreso.
Tengo grabados muchos de los acontecimientos futbolísticos que presencié y el recuerdo de muchas figuras de distintos equipos.
El tipo de juego era muy diferente al de estos tiempos. Siempre se pateaba para adelante, no existía tan rigurosamente el sistema de pases o el de reiniciar una jugada desde atrás ni el cabecear con un destino cierto. Quien pasara la pelota al arquero se exponía a una rechifla ya que era equivalente a una cobardía. Se valoraba mucho al gambeteador con habilidades naturales y a los que tenían visión del arco por potencia o por precisión en los tiros libres. Los directores técnicos no eran figuras descollantes, casi se los ignoraba.
No obstante estas breves prevenciones se puede decir que era un juego fuerte, con pasión y fervor. Algo cambió cuando apareció la figura de los «foráneos», tanto que hasta debió regularse su presencia cuantitativa. Digo esto porque me parece que , como contratados o importados, no tenían ese temple de quienes sentían el amor por la camiseta desde siempre.
Entre los malos recuerdos tengo presente el momento en el que al llegar a la cancha sacaban en camilla al recordado Walter Moscato que en un partido de reserva había recibido una patada en la cabeza, con las consecuencias que muchos tendrán en su memoria.
Al referirme a las figuras corro el riesgo de ser injusto por caer en omisiones, pero tengo impresiones y las manifiesto como las sentí y como están en mi memoria. Además sólo puedo hablar de unos pocos en este espacio.
Entre los defensores de mayor reciedumbre estaban «el indio» Deffeis en Once Tigres y «el colorado» Picotto en Atlético pero había uno que si bien era recio me maravillaba por el fervor y la fuerza que ponía en su equipo, hablo del «Beto» Galvani que parecía llevar la camiseta roja de Agustín Älvarez pegada en la piel.
Hubo un delantero famoso por la capacidad de gol y por la fuerza de sus tiros, «el Turco» Cura, se decía que para ocultarlo en un partido con otra ciudad le tiñeron la ceja en la que tenía una mancha blanca, así no lo marcaban tanto..
Hubo habilidosos como los hermanos García Vera de Patricios, uno jugaba en Atlético Patricios y el otro en Compañía General, un verdadero duelo familiar. En el Club Libertad recuerdo a un gran cabeceador Blázques, que usaba una gorrita roja.
Grabado en mi memoría tengo la figura de un arquero llamado Hernando que era de Carlos Casares y atajó en Agustín Álvarez. No jugó mucho tiempo pero fue una revelación al punto que los chicos nos colocábamos detrás de arco para ver sus fantásticas atajadas.
Tendría muchos más para agregar a esta lista, pero me ciño a los que la memoria me dicta más directamente. Sirva de todos modos para la intención de recordar con carácter de homenaje a aquellos futbolistas que despertaban la admiración de quienes, niños aún, pretendíamos reemplazarlos en algún tiempo. También vaya el homenaje a quienes practicaban un fútbol con amor y pasión en carácter totalmente «amateur».

EL MEMORIOSO

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