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Nueve de Julio
sábado, abril 20, 2024

Los cocheros y los carruajes de alquiler en 9 de Julio

Un cochero espera un pasajero en la esquina Libertad y San Martín.
Un cochero espera un pasajero en la esquina de Buenos Aires (hoy
avenida San Martín) y Libertad.

Por Héctor José Iaconis.

Alguna vez, el centro de 9 de Julio estuvo conformado por las calles de tierra. Eran día en que la ciudad, que poseía más apariencia de pueblo, despertaba de su letargo al son de los cascos de los caballos de los coches de plaza (también llamados, coches de alquiler), que de rato en rato circulaban. Era la época en que los zaguanes de las casas se abrían en las tardes de primavera y verano, para que los chicos salgan a ver la calle – único entretenimiento familiar de la niñez- mientras los mayores, en la «sala», tomaban mate o té, o una copita de licor casero, y comentaban las novedades diarias.
La era de los motores a explosión, y la instalación de la línea de montaje ideada por Henry Ford, aún no había llegado. Si, con suerte, aparecía algún automóvil, se trataba de una presencia transitoria o rara; o porque algún vecino acaudalado lo había logrado adquirir.
A comienzos del siglo XX, los coches que circulaban eran carruajes. Y, para entonces, ya existían un número importante de coches de alquiler. Fruto de una necesidad, la de contar con vehículos semipúblicos para trasladarse, es que aparecieron los carruajes de alquiler y una profesión, la de los cocheros, aquellos hombres que pasaban la mayor parte de las horas del día viendo el lomo del caballo enjaezado con los característicos arneses, que rítmicamente se balanceaban al paso del animal.
No se tiene noticia cierta acerca de quien fue el primer cochero que hubo en 9 de Julio. Quizá llegó poco después de la fundación del pueblo, o fue el encargado de manejar el vehículo a algún acaudalado vecino. Lo cierto es que muy pronto, esta profesión adquirió una caracterización propia y solo bastaba dirigirse a cualquiera de las dos estaciones ferroviarias o a la plaza, para ver una línea ordenadas de carruajes a la espera de ser abordados por algún pasajero.
Tanto fue el aumento de los coches de alquiler en 9 de Julio, que en abril de 1901, el Concejo Deliberante debió reglamentar su funcionamiento y sobre todo su cuadro tarifario. En esa época, por ejemplo, desde la salida del sol hasta las 21 horas, dentro del perímetro de la traza urbana, el viaje se cobraba 50 centavos. Los viajes a la estación del ferrocarril, ida y vuelta, también costaban 50 centavos por pasajero; teniendo derecho el conductor del carruaje a cobrar el mismo precio aunque el pasajero tomaba el tren. Los viajes al cementerio, ida y vuelta, incluso los acompañamientos fúnebres, costaban 2 pesos, con una espera de media hora.
Los carruajes de alquiler tenían un vidrio de color en cada farol, por medio del cual se indicaba que se encontraba desocupado.
Poco a poco, por la década de 1930, los cocheros comenzaron a desaparecer. Solamente, los carruajes de alquiler quedaron reservados, algunos años más, para los servicios fúnebres. Las calles de 9 de Julio, fueron poblándose de automóviles, con sus bocinas de sonido metálico, y con el estrepitoso ronroneo de sus motores. Los cocheros fueron reemplazados por los llamados chóferes, quienes se convirtieron hábiles pilotos de los metálicos vehículos sin caballos.
Los años pasaron y los automóviles mejoraron notablemente, a la vez que los chóferes aprendieron rudimentos de mecánica, que les permitía el fácil y cómodo mantenimiento de los automóviles. La parada de la Plaza “General Belgrano”, que antes la había ocupado los cocheros con sus carruajes, comenzó a pertenecer a los autos de alquiler (o taxis).
Los cocheros, que alguna vez formaron parte del paisaje urbano de 9 de Julio, prestado sus servicios con aquellas reglas de cortesía de antaño, desaparecieron para siempre. Hoy, al recordarlos es como detener un poco el tiempo, para mirar hacia atrás y observar de lejos esa época florida que se fue.

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