El 22 de diciembre del año pasado, en la ciudad de Trenque Lauquen, el padre Pedro Traveset había escrito su Testamento Espiritual, el cual, tras su reciente fallecimiento ha sido dado a conocer. Se trata de un emotivo documento, en el cual pone de manifiesto su gratitud, perdón y entrega al ministerio sacerdotal.
Al agradecer, comienza recordando a su familia. “Doy gracias –dice- al Señor por la vida que me concedió. Por la familia que tanto me amó. Fui muy felíz en el seno de mi hogar. Mis padres y mi hermano me enseñaron la sencillez, el respeto, la honradez, me sentí muy amado y respetado. Mis padres, casi analfabetos, pero fueron mis mejores maestros”.
“De ellos –prosigue- también aprendí a rezar y con ellos di mis primeros pasos en la vida parroquial. Se sacrificaron y trabajaron por mí, para que pudiera llegar a Sacerdote. Junto al altar de mi primera misa, junto a mi hermano, fueron mi alegría y mi gozo”.
Más adelante, también agradece a la comunidad parroquial: “En ella comencé a conocer a Jesús y a María, a recorrer mis primeros pasos en la fe y en el amor a la Iglesia. Tengo muy buen recuerdo de los sacerdotes que pasaron por mi parroquia. En torno a ella, se desarrollaba toda la vida del pueblo. Por tantos sacerdotes mártires de mi pueblo y de mi terruño. No dudo que su muerte fue semilla de mi vocación al sacerdocio”, manifiesta.
También en su ofrenda de gratitud recuerda a sus formadores y superiores en el seminario; a su Diócesis de Vic (España), a la Diócesis de 9 de Julio y a las parroquias de San Hipólit y Sallent, 9 de Julio y Trenque Lauquen-Berutti.
“Estas –manifiesta- son las 4 comunidades a las que me tocó servir. Jamás pensé ser tan feliz a su lado. Es ahí donde como cristiano viví y crecí espiritualmente. Con ellas alabé, serví y amé a Jesús, al que fue siempre el Todo de mi vida. Para ellos fui sacerdote y pastor. Ellos han sido mi gozo y alegría. Jamás me arrepentí del SI que un día dije a mi Obispo para venir a lejanas tierras. Ellas han sido un regalo para mí. Las amé de verdad y me entregué sin medida por ellas. Me dieron más de lo que les dí. Gracias. Me dieron el regalo de poder conocer y querer a Monseñor Pironio”.
PEDIDO DE PERDON
En su apartado de su Testamento Espiritua, el padre Pedro expresa un pedido de perdón. “Después –escribe- de la gratitud y misericordia, viene espontáneo el pedir perdón: a Dios por mis pecados, egoísmo y negligencias para con Él y mis hermanos. ¡Cuánto esperaron de mi y qué poco correspondí! Me entrego, en esta hora de la verdad, a los brazos misericor- diosos de mi Padre Dios con la confianza que Jesús canceló con su muerte en la cruz la condena que pesaría sobre mi”
“A mis feligreses, y a cuantos se han relacionado conmigo, (ya sea en el pueblo o el campo, en la ciudad o en el penal), como sacerdote, amigo o vecino, les pido perdón y que me perdonen. Siempre les quise bien a pesar de mi temperamento e intolerancia. Desde el cielo cuenten conmigo”, expresa el sacerdote.
LA ENTREGA
Acerca de su entrega a su ministerio, el padre Pedro, refiere: “Intenté darme sin medida. Quise ser todo para todos, no siempre lo logré. Si algo puede expresar mi donación a Dios … fue perseverar hasta el final, dándome a los demás hasta no tener tiempo ni siquiera para descansar. En cada rostro intentaba ver, encontrar y amar a Jesús. Esto me llegaba a hacer de mi vida una oración, acompañada de una gracia interior, y muy fuerte de la presencia de Dios”.
Asimismo destaca su amor hacia comunidades de religiosas y religiosos, a los consagrados, recordando las congregaciones que le acompañaron en su apostolado: las Hermanas de la Presentación de la Virgen Niña de Granada y a las Hermanas Adoratrices de Rivolta D’Adda, las Benedictinas de Santa Escolástica de Victoria, las Carmelitas Descalzas de Vic y 9 de Julio.
“Intenté amar a la Iglesia, mi Madre. Estoy contento de haber vivido y de haber muerto en ella. Confío que, si algún recuerdo les pueda quedar de mí, lo aprovechen para encomendarme a Dios, ofreciendo sufragios y misas para obtener la misericordia de Dios. Especialmente lo pido a los que fueron mis seminaristas y ahora son sacerdotes, o lo serán. Hasta vernos, muy pronto, en el cielo”, concluye, entre otros términos.