Hoy, 11 de julio, se encuentra celebrando sus felices cien años de vida, la apreciada vecina Railda Jorgelina Alvarez. Estimada por sus relaciones, se trata de una persona que siempre ha manifestado una natural vocación de servicio.
Muchos recuerdan a Railda, tan predispuesta en el servicio en la Catedral, donde diariamente se ocupaba de la limpieza de la iglesia una vez finalizada la misa. Cuando todos se retiraban, ella se disponía a higienizar cada espacio de las amplias naves del templo catedralicio, usando para el piso más de cincuenta baldes a agua. Asimismo, por espacio de veinte años se ocupó del lavado y planchado del ajuar litúrgico. Todas estas tareas efectuadas, desde luego, con absoluta generosidad, sin pretender retribución alguna.
Nacida en Dudignac, en el hogar formado por Severo Alvarez y Francisca Antonia Méndez, tuvo además otros dos hermanos, Zulema e Isaul.
Sus papás debieron radicarse en Henderson por lo cual Railda quedó al cuidado de sus abuelos maternos. Al enviudar su madre, casó en segundas nupcias con Juan Bracco.
Tras la muerte de su abuela, Railda vivió en el Hogar y Taller “Nuestra Señora de Luján”, perteneciente a la Liga de Damas Católicas, al cuidado de las Hermanas de San Antonio, que funcionaba en el edificio que actualmente ocupa el Colegio Marianista “San Agustín”. Allí, junto a sus compañeras, aprendió costura, corte y bordado. A lo largo de su vida se dedicó a la costura y al bordado, siendo muy requerida en este oficio por la excelencia de sus trabajos, como así también por su habilidad con la técnica del denominado zurcido invisible.
La vida de Railda, que hoy arriba al centenario, es un ejemplo de laboriosidad, altruismo y entrega. Siempre solidaria y afable, ha cosechado y lo sigue haciendo, el cariño sincero de quienes tienen el privilegio de compartir su trato.
¡Felices 100 años, Railda!
