spot_img
spot_img
18.3 C
Nueve de Julio
viernes, marzo 29, 2024

Hugo Orbea en el recuerdo de Tomás Hough

El primer recuerdo que tengo de Hugo Orbea es en la terraza de la Asociación Amigos del Espacio. Era un martes fresco y el cielo estaba limpio, ideal para ver Júpiter, Saturno, la nebulosa de Orión, Sirio o cualquier cosa que sirva para maravillarse de lo grande, lejano y lindo que es todo. Yo le preguntaba con timidez algunas cosas, y él hablaba pausado y seguro, con un brillo en los ojos. Me llamaba la atención todo lo que sabía: cuántos planetas Tierra entran en Júpiter, o repetir de memoria y bien ordenadita la lista de las 20 estrellas más brillantes, de la más a la menos. Dominaba la técnica de los telescopios (los había construido él), la geografía de las constelaciones y la física, y eso a mi me alucinaba, porque cuando me mostraba algo por el telescopio, su asombro y el mío eran el mismo.
El año pasado, sería en septiembre, fui a visitarlo. Siempre era un placer charlar con él; a veces de astronomía, a veces de cualquier otra cosa, siempre interesante. En el medio de la conversación se acordó de algo y me dijo «esperame acá». Fue hasta su escritorio y volvió con un papel, con preguntas anotadas. A los 90 años, quería saber si el Universo era infinito. Si no era infinito, cómo era el borde. «¿Cómo que no hay borde?.. Qué impresionante», me dijo. Quería saber cómo funcionaba ese límite, quería seguir aprendiendo. Y le brillaban los ojos.
Yo no se si le dije que estudié astronomía en gran parte gracias a él, pero estoy seguro que lo sabía. Hugo fue una de esas personas que agradecés haber conocido, porque te encienden un fueguito adentro, porque te dejan con generosidad un poco del polvo de estrellas del que están hechas, para que uno atesore.
Con admiración, cariño y respeto,
Tomás Hough

hugo orbea

Más noticias