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miércoles, abril 24, 2024

El nido vacío

[28 de mayo de 2011] Esta es una  frase recurrente que solemos escuchar de los padres cuando sus hijos deciden abandonar el hogar  paterno en busca de nuevos horizontes, además de ser el título de una película nacional, una excelente  comedia que retrata con humor la reconstrucción de un matrimonio, entre un exitoso escritor y una mujer estudiante e hiperactiva, una vez que sus hijos emprenden su propio camino fuera de su hogar.

El redescubrimiento de sentimientos, las diferentes miradas y los avatares de un matrimonio que vuelve a convivir solo de a dos, eso resume su sinopsis, pero lo que despierta en mi esta frase es el sentimiento inverso de la partida, cuando quienes parten no  son los hijos sino alguno de los padres.

Hace pocos días me encontré en una clínica donde estaba internado “Toti” así lo llaman y es el padre de “Pupi” una amigo, un hermano de la vida que tantas veces me presta a su familia para sentirme como en casa y que otras tantas me deja coquetear con su padre jugando a que es el mío.

Toti atraviesa una enfermedad prolongada que a veces lo deja titubeando en la terapia intensiva, pero que no lo vence porque es fuerte como un roble, y de pronto me ví ahí a su lado, estábamos solos en aquel cuarto, dialogando de cosas que suceden en nuestras vidas, algún chiste de  mi parte cortaba el aire tenso del lugar, pero lo que  aquel hombre de cabello gris no dejaba de hacer nunca es soltar mi mano, entonces por algunos minutos sentí un profundo deseo de tener a mi padre que partió de mi lado cuando yo tenía tan solo  nueve años, dejando el nido vacío.

Toti sostenía mi mano y yo solo pensaba en mi padre, cómo sería tenerlo ahora, qué pensaría de nosotros, cómo sería el amor con mi madre, cómo jugaría con mis sobrinas, sus nietas preferidas y únicas porque hasta ahora no le he podido dar ese gusto, y que orgulloso estaría de ver a mi hermano hecho un hombre, un padre de familia, un hombre de bien.

La mañana que se fue estaba durmiendo a mi lado y yo ni siquiera pude notar su partida, me levanté sin saber que desde ese momento no lo volvería a ver nunca más, y tantas veces me pregunto, habrá sentido dolor, me habrá  contemplado dormir sabiendo que se iría , habrá pedido auxilio y no lo escuché… nunca lo sabré. Lo que seguro sé es que el nido se quedó vacío sin una de sus aves progenitoras, y de apoco ese calor  de nido se fue entibiando hasta desaparecer, si bien los recuerdos, sus canciones y tantas cosas quedarán en cada uno de los que formamos la bandada, ese lugar quedó vacío.

Que difícil es reubicar sentimientos y tratar de llenar espacios, que difícil es para los hijos dar vuelta esa frase y tratar de convivir sin uno de los que nos trajeron a esta maravillosa vida y partieron antes de tiempo, aunque pasen mil años, todavía no puedo evitar las lágrimas cuando voy a un casamiento y la novia baila el vals con su padre, porque inmediatamente pienso que sentiría mi padre, y otras tantas situaciones donde me hace falta ese abrazo de papá  débilmente enamorado de su hija mujer.

Aunque según su concepto “El síndrome del nido vacío”  es una sensación general de soledad que los padres u otros tutores pueden sentir cuando uno o más de sus hijos abandonan el hogar, puedo asegurar que la situación del otro lado es igual o mucho más dolorosa aún.

Por lo pronto seguiré coqueteando con este hombre de cabellos blancos teñidos por la experiencia que me presta sus manos y sus consejos, sin dejar jamás de recordar a mi amado padre que desde algún lugar que no puedo descubrir  ni describir me cuida, me  protege  y que en este momento estaría encendiendo un cigarrillo con ojos húmedos al leer cada palabra, o tal vez tarareando algún tango.

El nido vacío inevitablemente sucede para cualquiera de sus integrantes, lo importante es saber que puede superarse aunque la sensación puede volver en cualquier momento, así  como las aves retoman sus vuelos sabiendo que les espera un temporal pero que podrán superarlo.

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