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miércoles, abril 24, 2024

Trabajar y viajar en el exterior: una tendencia entre los jóvenes

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Una de las periodistas que escribe esta nota es la joven nuevejuliense Lucrecia Bibini. [email protected]

Cada vez más jóvenes se suman al fenómeno de Work & Travel, una propuesta para trabajar en el exterior y conocer destinos turísticos. ¿Qué los motiva? ¿Cómo se convierte uno en viajero?

Por LUCRECIA BIBINI Y VALERIA NATALIA SANCHEZ
Numerosas personas sostienen que viajando se está más cerca de la felicidad. Lo dice Maximiliano Costagliola en su novela El arponero del aire: “En el imaginario argentino, en especial en el de la clase media, Europa funciona como la tierra prometida: no importa quién llegue, las condiciones en que lo haga ni para qué. En el Viejo Continente uno siempre está más cerca de la felicidad; cuando no de ser más humano. Cruzar el océano es por sí mismo un síntoma de superación personal, como si uno lo hiciera a nado”.
Cada vez más jóvenes argentinos eligen Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda o países europeos como destino para iniciar su experiencia laboral disfrutando, a su vez, del descanso y el turismo. La mayoría coincide en que se trata de un “crecimiento personal”, “un aprendizaje” porque viajar, aseguran, “te abre la cabeza”.
Sobre ese deseo se ha montado un negocio con empresas que existen hace más de 60 años en el país ofreciendo variados paquetes a los aproximadamente 5000 jóvenes -3000 a Estados Unidos, 1000 a Nueva Zelanda y 1000 a otros destinos- que deciden viajar con esta modalidad. Y, en palabras de quienes vivieron la experiencia, hay tantas maneras de viajar como personas en el mundo, porque el espíritu viajero es algo que se lleva adentro, aunque hayas pasado lo que llevás de vida en el sillón de tu casa.
Cada día una hoja en blanco
Camila Vogel está viviendo en el futuro. Son las nueve de la mañana y hoy cumple 26 años. Pero acá, en Argentina, faltan 16 horas para que sean las 9 de la mañana de la fecha de su cumpleaños. Está en Whakapapa, en la isla norte de Nueva Zelanda, llueve muchísimo y se cerraron las dos montañas, por eso los planes de hacer snowboard se convirtieron en hornear una torta y festejar a la noche con los amigos con quienes convive y trabaja. En noviembre se cumplen un año y tres meses que llegó a Nueva Zelanda buscando instalarse en un país de habla inglesa y conocer otra cultura: “Me parece que cuanto mayor tiempo estés en el país podés realmente hacer un intercambio cultural. No digo que un viaje de un mes no lo sea, pero el viaje largo permite meterte en la cultura, vivir, comer, hablar como ellos y conocer absolutamente todo: lo malo y lo bueno”, explica por teléfono.
La página web Yo me animo y vos? fue el disparador. Inició como un blog de viaje donde un cordobés llamado Bernardo Carignano contaba sus experiencias en Nueva Zelanda y resultó una web de ayuda para viajeros que ofrece información detallada para viajar y trabajar en distintas partes del mundo. Al tiempo, Camila fue a un cumpleaños y presenció una conversación en la que uno de los invitados hablaba de un partido de Los Pumas versus los All Blacks. Allí se enteró que este chico vivía en Nueva Zelanda y él le propuso ayudarla a aplicar para la Visa de Working Holiday.
No hubo demasiada planificación. Recuerda que estaba cursando su último año en la Facultad de Derecho de la UNLP, viviendo una vida monótona y tranquila. “En octubre de 2015 me aprobaron la Visa y saqué el pasaje para viajar en agosto del año siguiente. Yo seguí con mi vida normal y recién un mes antes caí en que me iba. Ahí me compré una mochila de 65 litros y me traje lo esencial: tres kilos de yerba, el mate y un par de diarios para escribir cosas”.
Cuando llegó a Nueva Zelanda se acercó a una empresa para buscar trabajo. Trabajó en agricultura, vivió cinco meses en una granja, empaquetó kiwis y actualmente atiende al público en el café de un centro de esquí. Camila entiende que viajando todo es temporal y es el medio para conseguir otra cosa: “Sé que me meto un mes en la fábrica de empaquetar kiwis y genero la plata suficiente para seguir viajando; y además el grupo humano que se genera es hermoso porque somos todos jóvenes en la misma. Y también rompés con tus límites personales, porque todo es un desafío opuesto a tu rutina de vida, todo es una hoja en blanco. En Argentina mi ámbito es otro”, aclara.
Es que Camila se fue de Argentina con un 98% de su carrera universitaria aprobada y la mente colapsada: “La materia es solo un porcentaje de mi vida. Acá nadie anda gritando a los cuatro vientos que profesión tiene y uno tiene más aspectos de la personalidad. Y a mí me faltaba todo eso antes del viaje, conocer todo el porcentaje que me queda”, reflexiona.

CONOCER LA FUERZA INTERIOR
A Juan Cruz Torno Sánchez (26) se lo nota liviano. Hace un año y medio que lo único que lleva con él es una mochila de 75 litros. En marzo de 2016 decidió realizar una pasantía para trabajar de chef en el pueblo San Juan de Dios, al sur de Francia. La dinámica es trabajar seis meses y recorrer nuevos lugares el resto del año. Ahora está de paso por La Plata, visitando amigos, familiares y buscando la moto que se compró para comenzar su nuevo viaje desde el Norte de Argentina hasta Perú.
La bisagra en su vida fue un viaje a Ecuador, Colombia y Perú, que lo motivó a trabajar y viajar como método necesario para seguir conociendo lugares. “Somos animales. Nómades por naturaleza, sedentarios por poder. El hombre que se queda quieto es por algo, quizá para sentir que tiene algo seguro”, reflexiona.
Para Juan nada fue fácil, pero todo era cuestión de animarse. “Me puse a estudiar chef porque siempre me apasionó la cocina y porque veía la manera de poder irme a realizar una pasantía. Adelanté la carrera a un año y medio”. Un día sentó a sus papás y les confesó que había dejado Arquitectura y que tenía pensado irse a trabajar afuera. A los seis meses tenía un pasaje de ida y un trabajo que lo esperaba en Francia.
Llegó sin saber francés; la primera semana lavó platos, la segunda peló zanahorias y luego ascendió a la categoría de chef para estar esos seis meses encargado de la parte de postres. Hoy tiene el cargo de “Chef de Partie” y un sueldo mayor. Vive en un pueblo de ocho mil habitantes, con playa y mucha lluvia. Trabaja desde las nueve de la mañana hasta las doce de la noche y camina 12 km desde su departamento al restaurante todos los días. Asegura que los días de mal clima lo tiran abajo, que por lo general está muy solo y que los fines de semana sale poco porque aprovecha a descansar. ¿Que lo motiva? Está convencido de que está aprendiendo de una de las mejores cocinas del mundo, y sabe que es la única manera de seguir viajando.
Elegir trabajar en otro lugar para Juan tiene dos ventajas. La primera es una idea que se repite en boca de todos: “Es la única manera de conocer la cultura de otro lugar. Si viajar está de moda, sería la mejor moda que se pueda poner. Pienso que la gente que se mueve puede absorber otras culturas y conocimientos”. Enumera con placer todos sus pasos: “Conocí el Este Asiático, Barcelona, Madrid, París. Estuve 27 días en Egipto y vi otra manera de entender la vida. Navegué por el Nilo en un barco, volé en globo”. La segunda ventaja la piensa un rato más: “Para mí, aunque suene egocéntrico, si trabajo seis meses estoy concentrado en el trabajo y valorándolo. Más de siete meses mi cuerpo y mente no me rendirían igual”.
A la mamá de Juan al principio le costó mucho aceptar su estilo de vida. Sin embargo, ahora, cuando le preguntan a qué se dedica su hijo, responde: “Es un viajero”, cuenta Juan y confiesa: “Nunca vi a mis padres tan orgullosos de mi”. Su próxima aventura: luego del viaje en moto, una nueva temporada en Francia, para luego recorrer seis meses Latinoamérica. ¿Hasta cuándo? “Hasta que conozca el mundo”, dice sonriendo.

FIN DE AÑO EN TIME SQUARE
No es necesario saber inglés para trabajar en Estados Unidos. Aun así, para Aldana Lupiano (24), el idioma fue el motivo que la llevó a elegir ese destino. “Desde chica estudié inglés y desde ahí que tenía el deseo de viajar”, asegura. En su etapa universitaria lo que la detenía muchas veces era perderse vacaciones con amigos o la mesa de finales. Pero en el 2014 se animó a concretarlo. “En ese momento dije que iba a empezar a hacer las cosas para irme al año siguiente”.
Work and Travel es el programa más difundido y lo impulsa la Embajada de Estados Unidos. Una de las empresas más reconocidas es WEUSA, que desde 1997 ofrece programas de trabajos temporarios y remunerados en el exterior para estudiantes y recién graduados. El paquete sale 1890 dólares e incluye la oferta de trabajo, el formulario para tramitar la Visa y la cobertura médica, pero no incluye el pasaje aéreo, la tasa consular americana y el valor de la Visa. Cada joven trabaja alrededor de 32 horas semanales y gana un promedio de 7 a 12 dólares la hora, dependiendo de la actividad que realiza. El requisito más importante es ser joven universitario o de estudios superiores y tener entre 18 y 28 años.
Aldana explica que una vez que te contactás con la empresa te hacen una entrevista y te ofrecen varios lugares con puestos de trabajo en base a tus características y el manejo de inglés. “La mayoría se desempeña en el área de turismo, podés trabajar en el mostrador, como mozo o mucama. Elegir de qué queres trabajar es una tarea que te lleva varias entrevistas. En mi caso, quedé en el centro de esquí que había elegido y me dijeron que iba a trabajar de cajera. Firmé en octubre y empecé a hacer los trámites para sacar la Visa”.
Su temporada fue atípica: el primer mes no nevó. “Se supone que uno recupera el costo del viaje trabajando, todo lo que es pasaje, la gestión con la empresa. Yo decidí trabajar tres meses y viajar uno y por eso no recuperé todo el dinero. Volví con algunas deudas pero hoy todavía sigo recibiendo cheques de propinas que no cobré”. De todas maneras, de algo está segura: “No hubiese podido económicamente hacer el viaje que hice sin trabajar, hubiera sido imposible”.
Si bien Aldana había trabajado como cajera en el Hospital Español de La Plata, no puede comparar para nada las experiencias. “Vas a trabajar pensando que el trabajo te va a servir para aprender otro idioma, culturas y es un paso para poder pasear o recorrer. Por eso no se hace una carga ni tan pesado”. Además, señala que los vínculos son sensaciones inexplicables: “Nos sentimos amigos desde el primer día y hay muy buena onda, por eso creo que estas experiencias te abren la cabeza y te alimentan el corazón”.
Uno de los recuerdos más significativos fue pasar año nuevo en New York. El 30 de diciembre, junto a 20 compañeros alquilaron vehículos y se fueron a recibir el 2016 al Times Square. “Llegamos a las cinco de la tarde, había cuadras y cuadras de gente. Millones de personas. Nos quedamos ahí hasta la noche, pasamos mucho frío pero íbamos conociendo gente y estábamos súper emocionados. Llegada la media noche comenzamos la cuenta regresiva con fuegos artificiales y fue increíble”. Recuerda que cuando el reloj marcó las doce pidió un deseo: seguir ahorrando para viajar.

NO ES UN ESCAPE
Cuando tenía 19 años Emiliana Flores (26) viajó una semana a Brasil a hacer una experiencia con Un techo para mi país y le gustó muchísimo. Entonces empezó a averiguar a dónde viajar. Y viajó. Tuvo dos experiencias de Work and Travel en Estados Unidos y actualmente vive en Barcelona, donde realiza un máster en Dirección de Cuentas Publicitarias en la Universidad Autónoma de Barcelona. ¿De qué se escapa? “No es que me fui de La Plata para escapar. Tiene que ver con otras cosas. Siempre tuve la idea de irme y perfeccionarme afuera. Uno trata de ‘hacer experiencia’, alejarse de lo que vivió para poder ver qué es lo que pasó y pensar diferente como parte del crecimiento”, aclara por teléfono desde su habitación, en el centro de Barcelona.
Por su vinculación con la ONG Un techo para mi país comenzó viendo propuestas de AIESEC, una organización que nace después de la Segunda Guerra Mundial y que está presente en 122 países promoviendo experiencias de voluntariado. Desde La Plata se enfocan en los viajes por Latinoamérica con un costo de $7500 que no incluye pasajes. Pero estas experiencias eran breves y Emiliana quería vivir más tiempo en una cultura completamente diferente. WEUSA le solucionó el viaje: “No es que te ofrecen un paquete de viaje con un Work and Travel sino que te hacen todo. Vienen los empleadores de Estados Unidos y se hace la feria de trabajo, que es donde vas la primera vez y te preguntan tus datos, qué estudias, de qué te gustaría trabajar y te contratan. Pero vos anteriormente vas viendo a qué lugar te gustaría ir porque WEUSA te pasa los perfiles, los trabajos y cuánto ganarías”, explica.
En su primer viaje trabajó dos meses de cajera en el restaurante de un hotel al que Emiliana define como “enorme enorme” en West Virginia y durante marzo conoció algunos de los centros turísticos de Estados Unidos: Nueva York, Washington, Disney y Miami. En su segunda experiencia trabajó rentando esquíes y tablas de snowboard, y de moza en un restaurante en el centro de esquí.
Ahora, en otro país y en medio de la rutina universitaria, reflexiona: “Los argentinos que viven en Argentina quieren trabajar de forma profesional y no tanto en trabajos muy sacrificados, porque no hay fines de semana ni feriados y ganás poco. Y por medio de estas empresas internacionales buscan chicos para hacer esos trabajos y para ellos es rentable y para nosotros también. Las dos partes están contentas: volvés a Argentina con dólares ahorrados, trabajás en un trabajo súper rutinario que no te cansa mentalmente, haces esquí y conocés gente y lugares nuevos”. Emiliana considera que viajar “es una forma de ver la vida y el mundo, y de relacionarse”.

(Nota publicada en el Diario «El Día» de La Plata el día 14 de octubre de 2017-

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