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Elvecio Falco. El valor de la familia y el amor a Dios

[12 de marzo de 2011]

* Nacido en la localidad de French, siendo adolescente ingresó en el Correo.

* Trabajó como telegrafista en el Correo Central y, más tarde, lo hizo en la sucursal de 9 de Julio, donde permaneció hasta acogerse a los beneficios de la jubilación.

* Tiene tan presente su formación técnica que, aún hoy, después de muchos años de retirado de la actividad, podría enviar con absoluta precisión un mensaje en código Morse.

* Miembro del Club de Leones, también perteneció al Club Atlético French, integrando las comisiones de Fútbol.

* Hombre de profunda fe cristiana, es un testimonio auténtico para su familia y para quienes le rodean.

Elvecio Falco.
Elvecio Falco.

En un párrafo muy conocido de la rica obra de San Agustín, perteneciente a la Homilía VII, dedicada a la Carta de San Juan (párrafo 8), está contenido un precepto tan breve como axiomático: “Ama y has lo que quieras”. Dice San Agustín, “dilige, et quod uis fac: siue taceas, dilectione taceas; siue clames, dilectione clames; siue emendes, dilectione emendes; siue parcas, dilectione parcas: radix sit intus dilectionis, non potest de ista radice nisi bonum existere”. Traducido a nuestra lengua, quiere decir: “ Ama y haz lo que quieras. Si te callas, hazlo por amor; si gritas, también hazlo por amor; si corriges, que sea por amor; si te abstienes, también hazlo por amor. Que la raíz de amor esté dentro de ti y nada puede salir sino lo que es bueno”.

Vivir según esa lógica, ciertamente, no es una tarea fácil, máxime en los difíciles momentos actuales, en los cuales son antepuestos otros valores por encima del Amor. Sin embargo, es sumamente gratificante cuando, caminando por el andar de la vida, es factible encontrar quien, a lo largo de su carrera vital, ha conseguido realizar cada uno de sus actos por amor.

Elvecio Falco es un hombre de un profunda fe cristiana. Arraigado en los ricos valores del Evangelio, esos que se consuman precisamente en el obrar según los códigos del Amor. Y, basta con dialogar con él para notar que es una persona que ama, a Dios, a su familia, su trabajo y a su historia, aún cuando le ha tocado atravesar momentos muy difíciles.

Elvecio Falco es un categórico testimonio de cuanto puede obrar el amor de Dios para quien se deja tocar por El.

Nacido en French el 19 de enero de 1937, hijo de don Ernesto Falco y de doña María Isabel Agratti, es el mayor de tres hermanos (uno de ellos fallecido)

Durante su infancia, transcurrida en French, tuvo una gran influencia en su formación cristiana la figura de su abuela paterna, quien le inculcó su fe. De ella guarda los más bellos recuerdos de amor y de ternura.

Sus estudios los cursó en la Escuela Nº 12 de la localidad de French. De esa etapa recuerda a algunos de sus maestros: Iris Ricoy, de tercer grado; Olga Diez, en quinto grado, quien tenía la costumbre de asignar como deber el trazado diario de un mapa físico y otro político de determinado lugar geográfico; y Elva Resta de Ferrere, en quinto año.

Su padre, de profesión herrero, junto a dos de sus tíos, poseía una herrería; en consecuencia, finalizados los estudios primarios, Falco se incorporó a esa tarea.

Aún recuerda con gran afecto las horas vividas junto a su padre en la herrería y, al mismo tiempo, ofrece un atractivo friso reflejando los trabajos que se realizaban entonces:

«Uno de los trabajos –explica- que solían realizarse en la herrería, en aquellos años, era el enllantado de los carros, coches y sulkys. En el verano, por el intenso calor, se aflojaban las ruedas de los carros, causando un deterioro en la llanta; en consecuencia, en la herrería había que hacerle las espigas nuevas”.

Falco relata que, “otro trabajo muy frecuente en la herrería, era el picado de las rejas, que se utilizaban para arar”.

“Mi abuelo –relata-, también fue un excelente herrero. Para una estancia confecciono una serie de dibujos, en hierro, para hacer utilizado como marco para la construcción de vitreaux, con distintas formas geo- métricas. En esa época, no existía la soldadura autóge- na, el hierro se unía por medio del procedimiento del caldeo; es decir, llevando el hierro a un punto de fluencia tal, que casi se derretía, para después golpearlo y unirlo entre sí con otra piezas”.

“En aquella época, el trabajo en la herrería era casi insalubre. He visto caldear el eje de un carro, para después, acompasadamente y valiéndose de unas masas, dos personas lo golpeaban sobre la bigornia, para llevarlo a determinada medida”, comenta.

Los trabajos en la herrería los alternaba con los estudios del alfabeto Morse, para lo cual recibió lecciones de Georgetti, quien a la sazón se desempeñaba como telegrafista del Ferrocarril.

Junto a su esposa, la compañera de su vida.
Junto a su esposa, la compañera de su vida.

EN EL CORREO

Contaba apenas catorce años cuando ingresó a la sucursal de Correos de French en calidad de mensajero. Ese habría de ser el ámbito laboral, aunque en otros destinos, en el cual se mantendrá durante varias décadas, hasta que, en 1991, se acogió a los beneficios de la jubilación.

Por entonces quien ocupaba este puesto tenía la función de llevar los telegramas a destino, aunque también colaboraba en otras tareas, tales como, la recepción de correspondencia, la colaboración en la ventanilla, la venta de estampillas, la expedición y clasificación de las cartas para enviarlas a los distintos destinos.

Cuando Falco ingresó a prestar servicios en el Correo, en la localidad de French, en la oficina trabajaban dos telegrafistas, un cartero, un mensajero y un jefe.

EN LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

En la segunda mitad de la década de 1950, Elvecio Falco vivió una experiencia muy significativa en su vida. Fue el tiempo en que estuvo radicado en la ciudad de Buenos Aires, prestando servicios en las oficinal del Correo Central.

“Mi querido amigo –refiere Elvecio a EL 9 DE JULIO- y hermano, Manuel Angel ‘Coquito’ Rey me incentivó para que me radicara en Buenos Aires. El ya se encontraba trabajando en esa ciudad”.

Ya radicado en Buenos Aires, Falco fue designado para desempeñar tareas en el sector de telegrafistas del Palacio de Correos y Telecomunicaciones de la ciudad de Buenos Aires (también llamado Correo Central), que dependía en ese entonces de la Secretaría de Correos y Telecomunicaciones de la Nación. En aquel impactante edificio, un exponente clásico de la arquitectura del acade- micismo francés, ubicado en la avenida Leandro N. Alem, en el séptimo piso, en un ala dispuesta con forma de “L”, funcionaba el área de telegrafía.

“Si se compara –opina Falco- aquel momento con la  época actual resulta sorprendente que nosotros, realizaábamos toda aquella tarea manualmente. Había quienes tenían mucha experiencia en este rubro y, eso contaba mucho, a la hora de recibir los telegramas, tanto así que escribían a máquina el telegrama, llevando y memorizando textualmente tres o cuatro palabras detrás”.

“Mi primer horario –rememora-, en el Correo Central, era desde las 19 hasta las 1 horas. Hasta las 22 horas pasábamos los telegramas a distintos lugares donde transmitíamos; a partir de esa hora, cuando el Correo cerraba, en un paréntesis de tiempo que había hasta la una de la mañana, nos dedicábamos a copiar los telegramas”

En primer mes en que vivió en Buenos Aires, Falco fue hospedado por la familia Pereyra. Más tarde, junto a otros nuevejulienses, se mudó a una pensión, ubicada en la calle Quirno entre avenida Alberdi y Ramón Falcón, en pleno barrio de Flores.

“En esa pensión –se acuerda Falco-, en el mismo cuarto, viví junto a Rogelio Chiesa, ‘Coquito’ Rey, Juan Carlos Alonso y, más tarde, Roberto Zola. En ese tiempo estaban en Buenos Aires, grandes amigos de la infancia, tales como los hermanos ‘Pepe’ y ‘Juanchi’ Valinoti, el primero empleado en una compañía aseguradora y el segundo en un banco. Entre todos formábamos la barra que salíamos los fines de semana”.

Las dos grandes pasiones futbolísticas de Elvecio son el Club Atlético Boca Juniors y el Club Atlético French. Desde 1955 hasta 1959, período de tiempo en que vivió en Buenos Aires, asistió a todos los partidos disputados en la Bombonera.

Del tiempo de su estancia en Buenos Aires,Elvecio, evoca una simpática anécdota: “Mi amigo ‘Rule’ Pereyra se había comprado una moto Siambretta. En ese momento, la celebración de las fiestas patronales en French cobraban un esplendor y magnitud únicos, tanto así que ese día hasta le agregaban un vagón más al tren diesel para que pudiera venir más gente. Nosotros con la Siambretta, en pleno invierno, veníamos desde Buenos Aires a French, en un viaje que parecía una verdadera aventura de siete horas”.

DOS MOMENTOS HISTORICOS

Encontrándose radicado en la ciudad de Buenos Aires le tocó ser espectador directo de dos acontecimientos clave en la Historia Argentina del siglo XX.

El 16 de junio de 1955 se produjo uno de los hechos más trágicos de la historia: el bombardeo a Plaza de Mayo. En efecto, fue un día jueves, frío y gris, cuando la Plaza de Mayo se convirtió en un escenario del horror: a las 12:40 horas, treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra iniciaron el bombardeo que se continuaría hasta casi las seis de la tarde, dejando un saldo de 364 muertos, más de 800 heridos y una destrucción nunca antes vivida por los argentinos.

El objetivo principal del grupo cívico militar opuesto al gobierno era asesinar al presidente Juan Domingo Perón. Para ello, arrojaron bombas y ametrallaron sobre la población civil reunida en la plaza, sobre un trolebús lleno de pasajeros (entre ellos niños que concurrían a la escuela), el edificio del Ministerio de Hacienda, el Banco Hipotecario, la Casa de Gobierno y la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT) en la calle Azopardo, entre otros.

“Desde la terraza –nos relata Falco- de la casa de mi amigo ‘Rule’ Pereyra veíamos cómo los aviones se desplazaban y bombardeaban toda la zona de Plaza de Mayo. En ese momento  pude experimentar lo terrible que debe haber sido pasar una guerra. Aún cuando lo que ocurrió en ese momento no fue tan grande como una guerra, me tocó ver cosas horribles, como en un momento en el cual desde el aire se ametralló a los civiles desde los aviones”.

Nuestro entrevistado aún tiene en su memoria una imagen de aquel horror: “Una vez que terminaron esos sucesos, cuando íbamos al Correo veíamos las columnas de alumbrado traspasadas de lado a lado por esas balas de ametralladora de los aviones. Veíamos cantidad de vehículos quemados, era todo un caos; hasta los soldados seguían apostados, como en una trinchera, como en una zona de guerra, tanto así que para llegar hasta el Correo Central debíamos conseguir un pase”, dice.

El 16 de septiembre de 1955 se produjo la sublevación autodenominada “Revolución Libertadora”, movimiento revolucionario encabezado por el general Eduardo Lonardi, que derrocó al gobierno constitucional del general Juan Domingo Perón. Poco tiempo después, Falco fue convocado para hacer el servicio de militar. Después de haber pasado transitoriamente por otros destinos previos, fue designado a la Guarnición Militar City Bell, para el Segundo Batallón de Comunicaciones.

Por aquellos días, mientras se encontraba bajo bandera, se produjo una rebelión cívico-militar que tuvo sus focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa, a modo de contra-revolución. La misma estalló en la noche del 9 de junio de 1956, encabezada por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogor- no.

Dado que Falco se encontraba en City Bell vivió de cerca aquel acontecimiento. Tanto así que el regimiento al que pertenecía estuvo a punto de entrar en combate con las fuerzas rebeldes.

Falco recuerda que, cuando los rebeldes se rindieron, entre los conscriptos que pasaban vio a un amigo suyo. En ese momento pensó lo terrible que habría significado haber tenido que enfrentarse, en un combate armado, contra otro hermano suyo.

EN 9 DE JULIO

En 1959, Falco, vuelve a 9 de Julio, esta vez para incorporarse como telegrafista en la sucursal local de Correos. Si bien trabajaba en esta ciudad seguía teniendo su domicilio en la localidad de French.

En 1960, después de contraer matrimonio con  Aida Esther “Coca” Emparc, su compañera de toda la vida, integrante de una conocida familia  nuevejuliense, se afincó definitivamente en 9 de Julio, en el barrio donde actualmente vive, en la calle Santiago del Estero y Mitre.

En el Correo, luego de desempeñarse como telegrafista pasó a ser secretario de la jefatura, desempeñándose en infinidad de veces como jefe interino; no solamente en la esta ciudad, sino en otras de la provincia, a la cuales viajaba para hacer relevos.

“En la década de 1960 –repasa esa parte de sus recuerdos- , cuando me incorporé al Correo de 9 de Julio, el personal era mucho mayor, si se lo compara con el actual. Había cincuenta  y dos empleados, entre los cuales catorce eran carteros. En ese momento, en que no existía Internet, la correspondencia postal era muy importante”.

SU ACTIVIDAD COMO COMERCIANTE

En agosto de 1966, en la esquina de Mitre y Santiago del Estero, abrió una despensa que ya es un clásico del barrio, y la cual en la actualidad se encuentra a cargo de su hijo Gustavo.

“Cuando comenzamos –recapitula- con la despensa era una época un poco difícil. La primera mercadería que compré para la despensa lo hice con cien pesos que había ganado vendiendo unas rifas grandes de un club de la ciudad de Chivilcoy”.

A Falco le ha gustado de alma, desde niño, la carpintería; sin dudas, por herencia familiar, de su padre y abuelo, que fueron herreros. Así pues la totalidad del mobiliario de la despensa, desde el mostrador hasta las estanterías, fueron hechas con sus manos”

“Llevar adelante el negocio nos costó mucho; pero a mi lado tenía a mi esposa, una luchadora. Cuando yo trabajaba en un turno, ella lo cubría en la despensa”, manifiesta.

EN EL CLUB DE LEONES

DE 9 DE JULIO

En 1980 ingresó como miembro del Club de Leones de 9 de Julio. En ese entonces, le tocó trabajar en la organización de los memorables corsos.

“Esa fue una época muy linda. Los grandes corsos del Club de Leones era de una gran magnitud, que demandaban una organización enorme y un trabajo de muchísimas horas”, expresa Falco, quien al mismo tiempo recuerda que, en ese tiempo, “venían comparsas muy grandes, a las cuales además, el Club debía recibirlas, alojarlas, atenderlas y darles de comer”.

UN SERVICIO DE CATERING,

OTRO EMPRENDIMIENTO

En 2000, Elvecio y su esposa “Coca”, junto a otros cuatro matrimonios nuevejulienses (“Chiquito” y Carla Lombardo; Roberto y Alicia Rodríguez, Jorge y Graciela Matiauda y “Tito” y Anita Casanovas), se asociaron para formar un microemprendimiento: un servicio de catering que hoy es muy conocido en 9 de Julio y se ha ido cimentando con el prestigio.

PALABRAS FINALES

De su unión con “Coca” Emparc nacieron dos hijos, Gustavo, de profesión comerciante y Carlos, neurocirujano, quien actualmente reside en Buenos Aires. Sus hijos, que son la luz de sus ojos, le han dado la alegría de  seis nietos, Virginia, Javier y Lucía, hijos de Gustavo y de su esposa Viviana; y Sofía, Agustín y Marcos, hijos de Carlos y de su esposa Silvina.

Para Elvecio Falco, la familia tiene una importancia sustancial en su vida. Y, de hecho, al transmitir su mensaje, uno de los valores que más trascienden es el de la familia.

Falco es un hombre de oración diaria, una fe que heredó de sus padres y de sus abuelos, y que transmite a sus hijos y nietos. Es un ejemplo, un testimonio como cristiano, de su amor a Dios.

Su mensaje se sintetiza en una expresión sublime: “Hay que amar a Dios y dejarse amar por El”.

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