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miércoles, abril 24, 2024

¿Te acordás de los sabañones?

bottlelineup_cmykNo cabe duda que, afortunadamente, parecen haber desaparecido, al menos en esta comunidad, por lo que se observa en la vida cotidiana, la existencia de los sabañones.
Según las informaciones más corrientes, los sabañones, son lesiones de la piel, del tipo, ampollas y úlceras cuando la misma ha sido expuesta a temperaturas frías, y es calentada de repente por una fuente externa, como por ejemplo, la aplicación de bolsa de agua caliente.
El cambio brusco de temperatura produce una abrupta vasodilatación, dando lugar a la salida de líquido y/o sangre hacia los tejidos circundantes. Los sabañones se presentan principalmente en la estación invernal, siendo más comúnmente afectadas aquellas personas que son extremadamente sensibles al clima frío, pero se ha visto que, estas ampollas pueden ocurrir debido a otros factores tales como mala circulación sanguínea, cambios hormonales, malos hábitos alimenticios, como consecuencia de una anemia o bien por causas de origen genético.
“Eritema pernio”, tal es el nombre técnico del sabañón, puede aparecer principalmente  en los dedos de los pies, los dedos de las manos, las orejas o la nariz.

EN LOS PIES
Aunque, como se dijo, los sabañones aparecen en varias regiones del cuerpo, siempre se creyó que el lugar más frecuente son los pies. Así lo admitían los viejos tratados de medicina, tales como el del Barón Boyer, donde se explica que “los pies son el asiento más ordinarios de los sabañones y afectan más particularmente a los artejos y al talón”.
Precisamente, un de los principales causantes de los sabañones en los pies eran las fuentes de calor que se usaban para hacer frente al frío. En otras épocas existían algunos “calientapiés”, antecedentes de las más tardías bolsas de agua caliente. Estos caloríferos podían ser fabricados  zinc, níquel, cobre, latón, estaño, aluminio, caucho, porcelana o vidrio y también algunos combinaron hasta dos o tres materiales diferentes. Ovalados, cilíndricos, rectangulares fueron  muestras de las diversas técnicas industriales o artesanales disponibles en cada época.
Las botellas de loza con tapón de corcho eran las más comunes, que se podían adquirir en las almacenes de ramos generales de 9 de Julio. Como es lógico suponer, estos recursos no siempre eran alcanzables para las familiares humildes, las cuales debían improvisar sus “calientapiés”: había quienes calentaban un ladrillo en el bracero o en la cocina económica para luego envolverlo en paños; procedimiento que, desde luego, no siempre evitaba las quemaduras.
Otros preferían usar las legendarias botellas de ginebra, fabricadas en barro. De ahí que, durante décadas, fueron muy famosas estas  botellas de agua caliente improvisadas.
El uso de estas fuentes de calor fueron un generador frecuente de los sabañones.
El caucho vulcanizado, descubierto por Charles Goodyear, abrió paso a la bolsa de agua caliente la cual, aunque permitía regular mejor el calor (a veces recubierta con funda de lana), no garantizaba evitar los sabañones.

REMEDIOS CASEROS
En la época de nuestras abuelas, proliferaban los remedios caseros para combatir los sabañones. Algunos de estos “remedios” se fabricaban usando la cebolla cortada  en rodajas gruesas y frotadas sobre las lesiones; las rodajas de papa, espolvoreadas con un poco de sal y aplicadas directamente sobre las ampollas; o el ajo, aplicado en la zona afectada.
Aunque con menos frecuencia, había quienes usaban la  pimienta negra, popr sus propiedades antiinflamatorias y antibacterianas, resultando ideal para tratar la inflamación, el prurito y el dolor causado por sabañones.
Doña Marcela, una curandera que vivía en la zona de la “usina vieja”, en Río Negro y Jujuy (hoy Tomás Cosentino y Edi- son), recomendaba para los sabañones una sencilla preparación: hervir apio y efectuar baños en las áreas afectadas.
Resultarían innumerables las variedades de remedios para los sabañones aunque, en el caso de los preparados caseros, no todos garantizaban efectividad.
Quienes padecieron los sabañones en la infancia recordarán, sin dudas, los cuidados prodigados por madres y abuelas a la hora de ir a la escuela, en la crudeza de aquellos inviernos de antaño. –

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