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Jorge Rumi: Un guardaparques para 9 de Julio

[26 de septiembre de 2009] -Guardaparques nacional, luego de un periplo por lugares fascinantes decidió venir a su ciudad a desarrollar sus conocimientos.
-Informes medioambientales, forestación, conformación de espacios verdes, y hasta docencia son parte de su variada actividad.
-Actualmemte a cargo del área de Espacios Verdes del municipio, trabaja en importantes proyectos para mejorar la calidad de vida de la gente.

Jorge Rumi.
Jorge Rumi.

Jorge Julio Rumi se muestra orgulloso de su fuerte arraigo a 9 de Julio. Le gusta contar que “mis bisabuelos fueron de los primeros pobladores que hubo, tanto mi bisabuela, de apellido Gornatti, como mi bisabuelo Rumi, con quien se casó”. Eso hace que se sienta “muy de 9 de Julio. Este es mi lugar”, afirma este hombre nacido un 9 de febrero de 1948, que pasó toda su niñez en la ciudad, donde se recibió de Perito Mercantil en la Escuela de Comercio.
Posteriormente, seguiría una desorientada vocación de agronomía en Buenos Aires, donde permaneció tres años estudiando, hasta que, admite, “me di cuenta que a mi me gustaba otra cosa”.
Así fue que se desempeñó en otro oficio, antes de encontrarse con lo que realmente quería: “trabajé bien en la casa de ropa Perramus, y en ese período de un año tuve conocimiento que se abrían los cursos para Guardaparque nacional”, recuerda. La vocación se le despertó de inmediato y se inscribió en esa carrera, con buenos resultados. “De dos mil postulantes, salí elegido entre unos veinte”.
Estudió en la Isla Victoria, en el lago Nahuel Huapi, “donde se inauguraba la primera escuela de Guardaparques”, precisa. Allí descubrió un mundo fascinante: “conocí personas interesantísimas. En Isla Victoria tuve grandes profesores, porque había una estación de cría de animales salvajes en peligro de extinción, financiada con fondos de las Naciones Unidas y la Fundación Bariloche, y también tenía un convenio con Parques Nacionales. Entonces la gente que trabajaba ahí, como una forma de pago por estar en el lugar, trabajaba como profesores nuestros” explica. Asegura que tuvo docentes de lujo, “como el profesor Contreras, que era master de ecología” ejemplifica. “En esa época, hablar de ecología era muy extraño”.

De Lanín a 9 de Julio
En un año en Isla Victoria, se recibió de guardaparques nacional, y al mes, le llegó el nombramiento. “En esa época nos nombraba el presidente de la república, a mí me nombró Lanusse”, cuenta. “Me había venido a 9 de Julio, y apenas recibí el nombramiento, me casé con Guadalupe Gaig (hija de Diógenes Gaig, propietario de El Siglo), y me fui a mi destino, el Parque Nacional Lanín”.
Reconoce que en el tiempo en que estuvo en el Parque Lanín, seccional Epulafquen, “mi mujer fue una gran compañera, porque no son lugares muy fáciles para convivir, estábamos totalmente aislados en plena cordillera, rodeados de bosques y lagos; era muy bonito pero era una vida dura, teníamos que prepararnos la leña, hacer el pan, todo nosotros solos”.
Tenía 22 mil hectáreas para cuidar, 46 kilómetros de un lado del lago y casi 20 de orilla de otro, a lo que se sumaba un bosque inmenso. “Viví experiencias realmente extraordinarias” asegura. “Ahí uno tiene que valerse por sí mismo, aprendí a andar a caballo, manejar barcos, lanchas, hacer andinismo, me relacioné con científicos y gente muy interesante, di rienda suelta a mi pasión, el amor por la naturaleza”, resume.
Pero nada es para siempre, y por circunstancias personales decidió partir. “Mi esposa estaba embarazada, y yo veía que la vida era compleja allá”, explica. Había recibido ofertas para trabajar en San Juan con un hermano, en una hostería, “y hacer viajes al Valle de la Luna, y una serie de cosas que me agradaban”, dice. “Entonces, pensando más en la familia, dejé el parque nacional Lanín”.
En la hostería hizo un poco de todo, “pero fue interesante, porque fue totalmente distinto. Me gustaban muchísimo las excursiones al Valle de la Luna, con los turistas. Y los paleontólogos que trabajaban en el Valle de la Luna, en ese momento, paraban en la hostería, por lo que establecí una gran relación y empecé a hacer viajes con ellos. Eso también me formó en algún conocimiento primario de paleontología”, comenta.
Luego de más de un año en la hostería, la familia Rumi no se acostumbraba demasiado al clima excesivamente seco del lugar, por lo que decidieron venirse a 9 de Julio.

Guardaparques municipal
En su ciudad natal encontró trabajo como comerciante, en primer lugar, “en el negocio de un primo, de venta de ropa” relata. “Estuve mucho tiempo vendiendo ropa, pero siempre la cuestión de la ecología, el medioambiente, me preocupaban mucho, porque en esa época no se hablaba nada de eso”.
Finalmente, tuvo la oportunidad de desarrollar sus inquietudes a instancias del Banco Local, “un banco cooperativo que aparte de su actividad bancaria normal tenía una actividad social, y dentro de ella me convocaron para trabajar con el tema del medioambiente. Entonces, empecé a ver la problemática de 9 de Julio”.
En ese momento volvía la democracia al país, y se ofreció para trabajar en el Municipio, de manera gratuita, “en comisiones relacionadas con lo que yo sabía”, comenta.
Comenzó a hacerse más conocido con su actividad en una conferencia del Banco local, donde trató lo que a su entender eran las problemáticas más importantes de 9 de Julio. “En esa época eran el depósito de basura, el parque San Martín, el Matadero, y la planta depuradora. Para mi sorpresa, a la conferencia fue el Intendente de ese momento, Menéndez, con todo su gabinete”, evoca.
Fue un puntapié importante para poder trabajar para la ciudad, como siempre había querido. Luego ingresaría a desempeñarse como municipal, paso que narra de esta manera: “durante el gobierno de Blanco, fueron un día a mi negocio, buscándome para ver si yo podía hacer un análisis de la problemática del parque San Martín. El arquitecto Miguel Vázquez, Subsecretario de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente, me convocó para trabajar en el tema medioambiental, y para mi sorpresa me dijeron que me iban a pagar, fue un doble gusto”.
Así fue como hizo un primer trabajo sobre el parque San Martín, “que estaba muy venido abajo, y en base a eso se empezó a trabajar. Luego me empezaron a encargar otras tareas, y al final quedé trabajando en la Municipalidad, en Medio Ambiente, dentro de la subsecretaría recién creada”.
En la nueva área, comenta, “se trabajó muchísimo, Miguel Vázquez era una persona muy práctica. Se hizo una plaza en el acceso Almirante Brown, varias plazoletas, se forestó el acceso Perón, el acceso de Dudignac, el de French, de El Provincial, el parque San Martín se forestó y se hizo la mensura, pusimos miles de árboles en Ciudad Nueva, hubo grandes trabajos”, enumera. Y en la Municipalidad le dieron el título de Guardaparques municipal.

Proyectos
Desde su actual rol de Director de Espacios Verdes, tiene una variada actividad, y hay un proyecto a largo plazo que lo entusiasma por sobre todo: “la concreción de un espacio verde muy importante” explica, y cuenta que “estamos trabajando en una parquización lineal en el predio donde estaba el ferrocarril de La Trocha, un terreno de 400 metros de largo y casi 50 de ancho, que va desde Eva Perón hasta Mitre. En pocos días empezamos a forestar” adelanta.
“Es algo muy bueno, porque no tenemos tantos espacios verdes en 9 de Julio, y cuando más le podamos dar al ciudadano de 9 de Julio lugares para esparcimiento y recreo de la familia”, considera.
Hay otros proyectos, como seguir trabajando desde Mitre hacia el Puente Negro. Son ideas que requieren tiempo y recursos, pero se muestra convencido que “más tarde o más temprano, 9 de Julio va a lograr eso, porque la ciudad y sus habitantes se lo merecen”. Aunque advierte que “tiene que haber una continuidad en las labores, en el cuidado del medioambiente, en proyectar nuevos espacios verdes, mejorar los que hay, y también la parte educativa”.

Un afortunado
A nivel personal, Jorge Rumi se considera afortunado por varios motivos, y uno de los principales son sus hijos: “lamentablemente, uno de ellos falleció a los seis años, Daniel. Después está mi hija mayor, Fiorella, que significa ‘florcita’ en italiano, y nada mejor que ese nombre porque es viverista, hace flores. Es una gran persona, casada con Sergio Antonelli, otra persona extraordinaria. Tengo otro hijo varón, Pablo, que está en La Plata trabajando en una empresa que lleva la contabilidad de grandes prestadoras médicas, y también es artista, pinta y dibuja. Mi otra hija, Anita, que ahora está en Nueva Zelandia, es chef de alto nivel, ha trabajado en el Palacio Armani, en Puerto Madero, y se fue hace un año. Los tres son maravillosos”, cuenta con orgullo paternal.
También atesora un profundo afecto hacia sus propios padres, Eduardo R. Rumi y Nélida Julita Soria, que aún lo acompaña, a sus 89 años, al igual que su tía Mimí, que tiene 91 y a quien define como “una segunda madre”.
Entre la familia y amistades, el hogar –vive en una quinta en zona rural, rodeado de árboles y plantas, en una casa de 120 años- y varios hobbies –apasionado del blues, el rock, el jazz y la música clásica, amante de la lectura y el cine, talla esculturas en madera- reparte su tiempo libre.
Por lo demás, este hombre que asegura conservar el espíritu de un guardaparques es un apasionado de su trabajo, convencido que “el funcionario es un privilegiado, es un regalo poder hacer cosas para nuestra comunidad”.
Otra de las actividades que disfruta es realizar lo que llama “una cierta docencia con chicos de las escuelas, tanto haciendo charlas guiadas en el parque San Martín, como dando charlas en las escuelas, a distintos niveles, o trabajos como hago en el Jardín Nº 901, con los chiquitos, que me parece lo más gratificante. Es un premio poder compartir y enseñar lo poquito que uno sabe a los chicos”. Y también le resulta gratificante ver que los chicos de hoy son mucho más concientes del cuidado del mundo: “Cuando yo empecé, nadie sabía lo que significaba la ecología, ahora chicos de seis años me explican a mí el significado de esas palabras, lo que para mí tiene un grandísimo valor”.

Palabras finales
El medioambiente, tema delicado y complejo, requiere de personas idóneas para cuidarlo y trabajarlo. En este sentido, 9 de Julio tiene el privilegio de contar con un Guardaparques que posee una excelente formación y una amplia trayectoria, como Jorge Rumi. Una persona que a su vez se siente privilegiada de trabajar para su comunidad, a la que se siente fuertemente arraigada, como un árbol de sólidas raíces.

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