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jueves, abril 25, 2024

Pueblos bonaerenses que se resisten a desaparecer: turismo rural, enseñanza de oficios y fiestas populares para recuperar la identidad

La del Mondongo y la Torta Frita de Santa Coloma, un pueblo de 203 habitantes del partido de Baradero; la del Árbol en Villa Serrana La Gruta, una pequeña comunidad de 52 personas en Tornquist; la del Agricultor en Irala (Bragado), de 400 habitantes, o la del Pastel, en la apacible Gouin de Carmen de Areco, donde viven 71 hombres y 51 mujeres. Todas son fiestas, y todas tienen un punto en común: fortalecer la identidad de los pequeños poblados del interior bonaerense.
De acuerdo a datos del último censo, en la provincia de Buenos Aires existen unos 300 pueblos de menos de 500 habitantes, muchos de los cuales perdieron hasta esta condición para convertirse en simples parajes donde viven dos o tres familias. Si se compara con el censo de 2001, seis de cada diez de estos pequeños poblados vieron reducida la cantidad de habitantes, cuando paralelamente la población en toda la provincia creció un 13 por ciento en los últimos diez años. Y de hecho, también aumentó desde 1991 a la actualidad el número de bonaerenses que viven en ciudades de más de 2 mil habitantes.
Para revertir o al menos contener este fenómeno, hay diferentes asociaciones que trabajan con los pueblos para recuperar su identidad y evitar que desaparezcan del mapa. Una de ellas es Proyecto Pulpería, una aventura que inició su recorrido allá por 2007 y busca incentivar la vuelta a la vida en comunidad, resaltando valores como amistad, solidaridad y tranquilidad. “Hay que actuar con mucha urgencia. Algunos pueblos tienen la capacidad de recuperarse porque la gente que vive allí se cansó de pedir ayuda a sus municipios y muchas veces no ser escuchados”, cuenta a DIB Leandro Vesco, fundador de la asociación civil. “Las familias jóvenes ven que la ciudad va perdiendo la magia y la tendencia que notamos es que cada vez se animan más a cambiar de vida y respetar el sentido de pertenencia de los pueblos”, agrega.
Desde la ONG entienden que la base para revertir la sangría poblacional, es la cultura y la educación. Por eso su primer paso es la creación de una biblioteca en el pueblo, donde los libros conviven con la tecnología mediante la donación de computadoras y una pequeña videoteca con películas. Y el segundo paso es recuperar la pulpería. “Es el centro de sociabilidad de la comunidad, el lugar donde se reúne la familia a pasar gran parte del día”, dice.
Desde la ONG Responde, que trabajan hace dieciséis años con esta temática, también buscan promover los recursos económicos, culturales y sociales existentes en las pequeñas localidades de menos de 2 mil habitantes y capacitar a la gente para que el futuro sea allí. “Los pueblos pueden por sí mismo desarrollarse, por eso hay que trabajar en el capital humano. Pero siempre lo hacemos desde las necesidades percibidas por el propio habitante”, cuenta a DIB Agustín Bastanchuri, gerente ejecutivo de Responde.
La ONG que ha trabajado en unas veinte localidades de la provincia de Buenos Aires cuenta con diferentes programas como el de pueblos sustentables para el autoabastecimiento y la buena alimentación; el de turismo rural para ayudar a resaltar recursos y atractivos locales, o la enseñanza de oficios. “La idea es que la gente se contagie. A veces modificás la realidad de pocas familias, pero eso repercute en el resto”, señala.

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