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jueves, abril 25, 2024

Un nuevejuliense participó de una aventura en el Mar Rojo

El nuevejuliense Martín Márquez Locatelli, radicado en la ciudad de La Plata, acaba de formar parte de una aventura integrando un grupo de buzos a más de 100 metros de profundidad en el Mar Rojo.

AVENTURAENELMARROJO
En la edición del 4 de noviembre del Diario «El Día» de la Ciudad de la Plata se publica la nota titulada «Aventura platense a 102 metros de profundidad en el Mar Rojo», afirmando que «batieron un récord muy peligroso»:
Hablar del Mar Rojo es referirse al lugar más fascinante y misterioso para los buzos del mundo entero. En la superficie, la desolación más absoluta es incompatible con sus aguas cálidas y repletas de vida, con más de 400 especies distintas de corales y peces únicos en su género. Allí, seis buzos platenses lograron concretar un récord para nuestro país, sumergirse hasta los 102 metros de profundidad en el mítico “Blue Hole”.
Ruben Sartori, Osvaldo Traversa, Marcelo Venturino, Raúl Díaz, Martín Márquez y Leo Tournier, contaron tras su regreso a nuestra ciudad que “este lugar es el sueño de todo buzo, principalmente porque allí, en la Costa de Dahab, en Egipto, se encuentra el Blue Hole o Gran Agujero Azul, un mítico punto de buceo que es también conocido como el cementerio de buzos”.
El Blue Hole es una laguna que conecta con el mar abierto a través de un arco azul de 30 metros de largo. Los buzos deben descender a unos 60 metros de profundidad por un cilindro gigante para encontrar dicho arco, donde el techo está a 57 metros y el fondo a más de 120. Precisamente allí es donde han dejado su vida buzos de todo el mundo, al no poder encontrar la entrada al arco para que luego la narcosis y la intoxicación por oxígeno se encargaran del resto.
No se hace difícil imaginar, entonces, el grado de dificultad de este buceo y la preparación tanto física, técnica como psicológica que se debe tener para realizarlo.
Dos de ellos, Leo Tournier y Marcelo Venturino, lograron atravesar esa puerta entrando en el arco a 60 metros de profundidad, mientras que el peligroso fondo se extendía a unos 120 metros. Hacia adelante, en la salida de la caverna, podía verse el azul profundo, y llegaron hasta los 102 metros, todo un récord y uno de sus mayores sueños como buzos técnicos, para lo que debieron utilizar cuatro tipos de gases diferentes y una planificación exhaustiva, ya que una mínima equivocación podía ser letal.

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