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viernes, octubre 11, 2024

La fuente de la juventud. Lucas Cranach

Escribe Cristina Moscato
A lo largo de la historia, el hombre, consciente de su inexorable destino, ha tratado de buscar lo imposible: la inmortalidad. El mito de la Fuente de la Juventud ha sido unas de las variables para cumplir ese anhelo. En él se señala que quién bebe de sus aguas o se sumerge en ellas, recobra la juventud e incluso, llega a alcanzar la vida eterna; creencia que puede rastrearse a través de diversas culturas.

Cranach_Jungbrunnen_1546
Heródoto cuenta que los etíopes, a los que situaba en el extremo del mundo, alcanzaban la edad de 120 años gracias a los baños en un determinado espejo de agua. Los habitantes del Imperio Persa creían en algo similar. Homero en la Odisea, relata que la ninfa Calipso ofrece a Ulises la inmortalidad. En el siglo II se habla de una tierra desconocida, donde el agua del llamado río de la voluptuosidad da vida a árboles cuyos frutos son capaces de devolver la juventud a quién los coma (variante de la fuente de la juventud).
Las versiones orientales de las novelas de Alejandro Magno cuentan que el rey buscaba el agua de la vida en compañía de sus siervos.
En el evangelio de San Juan se habla de las propiedades curativas de las aguas del estanque de Betesda y de la buena práctica ritual de sumergirse en ellas.
Sin embargo, el mito, alcanza su apogeo en la Edad Media, ya no asociado a la cultura pagana o la antigüedad clásica, sino completamente adecuado a la religión. El hombre medieval cree en la existencia de una nación cristiana, ubicada en el oriente, entre musulmanes y paganos, casi un Paraíso Terrenal dónde la fuente de la juventud es una realidad.
La intensificación del intercambio comercial entre occidente y oriente a través de la ruta de la seda y la consecuente aparición de mercaderes, aventureros y viajeros que intentan emular a Marco Polo y a su ¨Libro de las maravillas¨, consolidaron la idea de míticos tesoros del lejano oriente, entre los que se encontraba, sin lugar a dudas, la milagrosa fuente que emanaba vida eterna.
Juan de Mendevilla, un caballero inglés que se dedicó a viajar y a escribir, aseguró en sus relatos ¨Maravillas del mundo¨ (1356), haber bebido de aquellas aguas.
Durante la conquista de América la fuente de la juventud se contaba entre los tesoros que guardaban las nuevas tierras. El descubrimiento el 8 de abril de 1513 de la península de La Florida por Juan Ponce de León, paje de la corte de Fernando el Católico, soldado de la reconquista y compañero de viaje de Colón, se debió, precisamente, a la búsqueda del agua milagrosa.
En 1546, Lucas Cranach, pintor, grabador alemán y representante artístico de la causa protestante, pintó su propia versión de la fabulosa narración, en un óleo sobre panel de 122 cm x 186 cm.
Una piscina sobre un paraje exótico aloja a decenas de mujeres. En su interior se alza una fuente con una estatua desnuda de una divinidad, posiblemente Venus, de la que brota agua. Desde la izquierda del cuadro, sobre un paisaje rocoso y árido, avanza gente. La gran mayoría son ancianas, cada una transportada de acuerdo a su condición, en carros, a caballo, en camilla portátil o sencillamente de a pie. Asistidas por sus doncellas, estas débiles mujeres, arrugadas, rengas, peladas, comienzan a desnudarse. La decrepitud es tal que caerán de un momento a otro. Sin embargo, una vez dentro de la piscina se produce la metamorfosis. En efecto, en la medida que nos acercamos hacia la derecha del cuadro, los cuerpos flácidos se tornan firmes, las pieles tersas, los cabellos fuertes, los senos turgentes. El agua ha operado el milagro y las ancianas, convertidas en bellas muchachas, nadan, juegan, tocan y besan, llenas de vigor y sensualidad.
En la otra orilla que mira hacia una verde pradera, un engalanado señor las conduce al vestidor (tienda roja). Las espera una nueva vida y, ataviadas para la ocasión, se disponen a gozar, nuevamente, de los encantos de la juventud: el amor, la danza, la tertulia.
Dos músicos, bajo el árbol, entretanto, hacen sonar sus instrumentos.
El cuadro se encuentra en el Museo Estatal de Berlín. Puede verse en todo detalle en distintas páginas de la web, recomiendo, especialmente, la versión animada que se halla en YouTube.

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