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viernes, marzo 29, 2024

El hombre en la encrucijada. Diego Rivera.

En 1929, con la caída del valor de las acciones que cotizan en el mercado bursátil de Wall Street, comienza a exteriorizarse la llamada Gran Depresión, profunda e inédita crisis económica, que se prolonga hasta finales de la década del treinta.

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Los efectos devastadores de esta depresión alcanzan a casi todos los países por igual. Las cifras mundiales de desempleo baten todos los records. En Estados Unidos el 63% de los trabajadores industriales están contratados por temporadas y con salarios de hambre. Rentistas, profesionales y comerciantes, también se ven muy afectados. Conflictos sociales, mendicidad, enfermedades, están a la orden del día.
Las familias de las clases altas, sin embargo, lejos de los embates del conflicto y decididas a frenar cualquier ilusión generada por los esperanzados efectos de las revoluciones populares que triunfan en México y la Unión Soviética, apuestan a “rescatar al país”, impulsando medidas para conservar y ampliar su hegemonía.
La familia Rockefeller, cuya fortuna proviene principalmente del petróleo, (era propietaria de la Standard Oil Company con la que llegó a controlar el 95% de la industria petrolera), da inicio a un emprendimiento inmobiliario sin precedentes, bautizado Rocke- feller Center.
Diseñado para ocupar una superficie de casi 90.000 m2 en Midtown Manhattan (barrio del magnate), el proyecto reúne por primera vez, edificios donde se combinan oficinas, centros comerciales y recreativos que, concluidos en 1939, acabarán por convertirse a fines de la Segunda Guerra, en el epicentro del capitalismo mundial.
Ahora bien, en 1933 cuando queda terminado el más alto de los rascacielos de Nueva York, a dónde Rockefeller planea mudar sus oficinas junto a las de la Radio Corporation of America (RCA), comienza la labor de pensar en la decoración para el vestíbulo de la entrada principal. Entre los artistas seleccionados están Picasso, Matisse y Rivera. A instancia de Abby, esposa del magnate y coleccionista de arte, la balanza se inclina en favor del mexicano.
Después de varias reuniones en que se zanjan diferencias respecto del contenido del mural (técnica que ha consagrado a Rivera), los bocetos quedan aprobados y el título convenido: ¨El hombre en el cruce de caminos, viendo con esperanza y alto espíritu, la elección de un futuro mejor¨.
En 1933 el artista pone manos a la obra, pero la incorporación, por fuera del acuerdo, de la imagen del líder comunista Vladimir Lenin, provoca la ira de Rockefeller quién califica la acción como un acto de vandalismo y da la orden de reducir el mural a polvo.
Rivera al regresar a México, reconstruye el original de la obra tal cual hoy la conocemos, fresco de 4,80 m x 11,45 m sobre bastidor metálico transportable.
En el centro de la composición, vemos ¨el hombre de acero¨ y ¨la mano del poder mecánico¨ (tal como lo denominara el autor), representando la confluencia de la naturaleza y la tecnología a través de la cual el hombre accede al saber, y lo constituye.
Dos universos opuestos escoltan esta imagen central: a su derecha (izquierda del mural) la decadencia del mundo capitalista, a su izquierda (derecha del mural) la revolución socialista.
En el sector que representa al capitalismo, los aviones sobrevuelan soldados equipados con máscaras y armas, figuras con la que el artista alude a la destrucción y a la desesperanza sucedida con la Gran Guerra. También denuncia así al modelo político y económico que condena al pueblo a morir por conservar intereses que le son ajenos.
La estatua de Zeus, provista de un gesto iracundo y con un crucifijo al cuello, refleja el poder endiosado. A sus pies, Darwin –anciano de barba blanca- mira hacia nosotros mientras nos señala la relación entre el hombre y el mono, alusión directa al rechazo de la sociedad norteamericana a la teoría evolucionista. Entre la estatua y el hombre de acero pueden verse unos desocupados apaleados por la policía, mientras los líderes capitalistas gozan de una vida ostentosa, llena de fiestas y glamour.
Como contrapartida, en el sector que representa la revolución, vemos-arriba izquierda del mural- proletarios rusos que, protagonistas del cambio social y con actitud desafiante, ondean las banderas del partido mientras desfilan por el 1° de mayo en la Plaza Roja. La escultura que aparece de este sector representa al César que, decapitado, porta entre sus manos los símbolos del fascismo y del nazismo. A sus pies Marx, Engels y Trosky, mezclados con el pueblo, despliegan el emblema de la Internacional. Los trabajadores, en tanto, se han sentado sobre la cabeza del César, imagen con la que Rivera simboliza la toma de poder por parte del pueblo. Entre la estatua y el hombre de acero, Lenín une las manos de los trabajadores de distintas naciones y razas.
El mural se encuentra actualmente en el Palacio de Bellas Artes de México y puede verse en todo su esplendor en distintas páginas de la web.-

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