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jueves, abril 25, 2024

Falleció la investigadora Rosa Guaglianone

rosa15Días pasados, en la ciudad de Buenos Aires, donde residía desde hacía muchos años, se produjo el fallecimiento de la Dra. Rosa Guaglianone, prestigiosa botánica nuevejulien se. De una dilatada carrera de proyección nacional, Guaglianone, pertenecía a prestigiosas instituciones internacionales vinculadas con su especialidad.
A comienzos diciembre del año pasado, por iniciativa suya, había sido declarada a la Cina-Cina (Parkinsonia aculeata L.) como flor emblemática de esta ciudad. En la oportunidad, en un acto realizado en el Paseo “La Trocha”, fue colocado un ejemplar de especie.
Rosa había efectuado una profunda indagación al respecto, valiéndose de documentos históricos, y constatando que el fundador de 9 de Julio, Julio de Vedia, había comentado su utilización en la etapa fundacional, como cerco natural.

UNA SEMBLANZA
Con motivo de su fallecimiento, el Arq. Gustavo A. Brandariz, prestigioso urbanista y docente universitario,  ex alumno suyo de la promoción 1972 en el Colegio Nacional Buenos Aires,, le dedica una excelente semblanza, que reproducimos a continuación:
La Dra. Encarnación Rosa Guaglianone fue una relevante botánica argentina de trascendencia internacional y destacadísima profesora de botánica del Colegio Nacional de Buenos Aires durante casi 30 años. Varios de sus discípulos del Colegio, incluyendo al Dr. Alberto Kornblihtt, han señalado públicamente su importancia inspiradora como formadora.
Hasta su repentino fallecimiento, se hallaba en plena actividad como científica, investigadora independiente en el Instituto Darwinion de San Isidro, fundado por Cristóbal Hicken, dependiente de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y con el apoyo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), gracias a la visión de Bernardo A. Houssay.
Rosa Guaglianone nació el 15 de abril de 1932 en la ciudad de 9 de Julio. Sus padres residían en la estancia «La Idalina», en El Tejar, adonde se había establecido su abuelo, inmigrante proveniente de la provincia de Cosenza, Italia. Allí pasó Rosa su infancia, entre pocos niños y muchas flores del campo que despertaban su curiosidad y cuyos nombres preguntaba ansiosamente. Antes de los 7 años, ya se habían despertado su vocación por la botánica y su interés por la taxonomía.
Después, radicada en Buenos Aires, cursó estudios primarios en escuelas públicas del Consejo Nacional de Educación, y secundarios en el Liceo Nacional de Señoritas Nº 2 «Amancio Alcorta». Cursó estudios de Farmacia en la Universidad de Buenos Aires, por entonces con contenidos importantes en farmacobotánica, y el Profesorado en Ciencias Biológicas en el Instituto Superior del Profesorado «Joaquín V. González», graduándose en 1959. Ejerció como profesora en establecimientos secundarios públicos en biología, botánica, zoología, anatomía e higiene. Tenía la vocación docente en el alma: «Algún día llegará esa escuela que soñó Sarmiento», escribía en 2011.
En noviembre de 1964, al tiempo que egresaba la primera camada de 13 alumnas mujeres del Colegio Nacional de Buenos Aires, Rosa Guaglianone ingresó como Ayudante en el Laboratorio de Botánica del Colegio, y, poco a poco, fue ganando horas de Cátedra por concurso. En 2013, recordaba aquellos años:
«Del Colegio Nacional Buenos Aires tengo los recuerdos más extraordinarios, porque la enseñanza no consistía en trasmitir sólo el conocimiento que el docente tenía, sino en permitir que el alumno fuera descubriendo sus capacidades, para que al posicionarse frente a un libro pueda hacerse preguntas y respondérselas».
El Colegio era, en gran medida, la mitad de su mundo. Desde el laboratorio, escuchaba al Maestro Héctor Zeoli ensayar en el órgano del Aula Magna. Los alumnos eran sus hijos, los colegas y el personal, una parte de su familia.
La otra mitad de su mundo, eran las plantas. Como científica, entre 1961 y 1993 condujo 42 expediciones botánicas en el norte argentino, concentrándose particularmente en la taxonomía de Cyperaceae, Alliaceae, Herreriaceae, Smilacaceae, Phytolaccaceae y Combretaceae, en especial de la Flora Argentina. En 1995, su trabajo de campo en Misiones fue patrocinado por la National Geographic Society.
Comenzó a investigar en el Instituto de Botánica Darwinion en 1967, bajo la dirección de Arturo Erhardo Burkart, discípulo a su vez de Lorenzo R. Parodi. En los últimos años, colaboraba en proyectos de investigación sobre Floras de Argentina (Entre Ríos, San Juan, Jujuy, Chaco, Valle de Lerma, Flora Fanerogámica Argentina), Flora del Paraguay (Cyperaceae: Rhynchospora. Smilacaceae), Catálogo de las Plantas Vasculares de Bolivia (Rhynchospora (Cyperaceae), Smilacaceae), e Inventario de la biodiversidad vegetal de la Reserva de Yabotí (Misiones). Desde 2008, colaboraba Ad Honorem. Desde 1977 era miembro de la Carrera de Investigador Científico del CONICET.

Sus investigaciones también la llevaron a Estados Unidos, con apoyo de la Comisión Fullbright, de la Smithsonian Institution, del Gray Herbarium de Boston, el Missouri Botanical Garden y la Universidad Berkeley. Y también al Reino Unido, investigando en los Royal Botanic Gardens, el Museo Británico, y el Jodrell Laboratory de Kew. También pudo investigar en Alemania, Suiza, Francia, Brasil, México, Uruguay y Chile.
Rosa Guaglianone es autora de muchas publicaciones de su especialidad, incluyendo la coordinación de la sección ciperáceas de la Flora del Cono Sur (2008), trabajos sobre la flora de la Isla Martín García, sobre especies sudamericanas e incluso del Brasil.
El International Plant Name Index (IPNI), recurso colaborativo producido por The Royal Botanic Gardens, Kew, The Harvard University Herbaria y el Australian National Herbarium, registra más de 50 especies descriptas por Rosa Guaglianone entre 1970 y la actualidad, muchas de ellas publicadas en revistas de alto nivel científico como Hickenia y Darwiniana. Las especies se identifican con su abreviatura «Guagl.», que reconoce su autoría y autoridad.
Hace años, la Secretaría de Educación de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires publicó, con destino a los niños y maestros de escuelas primarias, dos valiosos trabajos de divulgación científica acerca de las hierbas y los árboles de la Ciudad. Era un proyecto que hacía mucho tiempo Rosa Guaglianone acariciaba con esperanza de maestra y que halló buen eco en el Dr. Ángel L. Cabrera, por entonces director del Darwinion. El dedicado a «Algunas hierbas espontáneas en los espacios verdes de la ciudad de Buenos Aires» era enteramente de su autoría, incluyendo sus textos y sus dibujos.
En este librito que ella tanto prefería entre las obras de su autoría, no sólo incluía sugerencias para el aula. También recordaba que «la idea de conservación surge prácticamente con la ciudad de Buenos Aires, siendo ya preocupación de su fundador, Don Juan de Garay» y que en fecha tan temprana como 1590, el Procurador pidió al Cabildo que se impusiera pena a los que corten «algarroba», espinos y cualquier otro género de monte», para preservar las chacras de la depredación.
En 2013 Rosa Guaglianone recibió un homenaje en 9 de Julio, su ciudad natal. Fue allá a dar una conferencia y a concretar una de sus ilusiones de mucho tiempo: la declaratoria de la Cina-Cina (Parkinsonia aculeata L.) como flor emblemática de la ciudad, al cumplirse el sesquicentenario de su fundación por Julio de Vedia. Había realizado toda una investigación histórica y botánica y su ciudad la premió con el reconocimiento.
Rosa Guaglianone vivió rodeada de plantas y de afectos hasta sus últimos días. Mantenía fluido diálogo por mail y seguía los logros de sus ex alumnos con más cariño de madre que de profesora. Vivía en Alberdi y Lacarra, desde hacía 70 años, en una de las hermosas casitas del «plan de casas baratas» impulsado en tiempos de Alvear por el diputado Cafferata. «El predio donde esta construida mi casa se hizo respetando los árboles de la Quinta de Olivera. El casco de la estancia de esta familia está en el Parque Avellaneda, a dos cuadras de mi casa. De modo que aquí tengo robles, casuarinas, tipas, araucarias, etc. y por ende zorzales, gorriones, horneros, cotorras; ¡antes había hasta churrinches y jilgueros!».
Quizás siempre vivió Rosa Guaglianone en su paraíso, rodeada de florecillas de campo, robles, horneros, alumnos y la música del órgano del Colegio.
Empezaba sus cursos recordando al poeta Guido Spano: «Llora, llora, Urutaú / en las ramas del yatay»… y recordando que el yatay es una palmera, que no tiene ramas, sino hojas: y agregaba con seriedad que disimulaba su ternura: ¡Hasta para ser poeta hace falta aprender botánica!.

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