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miércoles, abril 24, 2024

Héctor Carta: Un técnico completo

[12 de junio de 2010]

-De amplia trayectoria y amante de la historia, pasó por la Patagonia antes de elegir 9 de Julio para su trabajo.

-Desde 1993 se encuentra en la agencia del INTA de 9 de Julio, donde trabaja para mejorar las zonas de producción de pasturas.

-Asiduo participante en medios de comunicación, sobre todo radial, puede desenvolverse dando detalles tanto técnicos como históricos. Aquí, detalla su propia vida.

Nacido en Buenos Aires hace 54 años, Héctor Guillermo Carta hizo un largo camino antes de radicarse en 9 de Julio. La primera parada de este camino fue en su ciudad natal, donde estudió. “Me recibí en la Universidad de Buenos Aires, de Ingeniero Agrónomo, en Producción Animal. En esa época, la Facultad de Agronomía tenía cuatro especialidades: en Zootecnia, en Mejoramiento de plantas, en Economía agraria, y la que yo hice sería como un equivalente al médico clínico, la generalidad”, explica.

Primeros pasos en el INTA

Una vez recibido, marchó a cumplir su única asignatura pendiente: “tuve que hacer el servicio militar, porque en esa época se podía pedir prórroga. Entré una semana antes que se declarara la guerra de las Malvinas. Pero por suerte, ya era profesional, y nos destinaron a todos los que estábamos en la misma situación. Yo estaba en la Marina, a mí me destinaron a Azul”, relata. Durante el Servicio Militar, salió el concurso de becas para ingresar al INTA, y allí vio su primera oportunidad laboral. “Me anoté a fines de 1982, y a principios de marzo de 1983 me avisaron que había ganado una beca. Me daban de baja a fin de mayo de 1983, y el 6 de junio de 1983, llegué al INTA de Bariloche, donde me habían destinado. Antes, toda la Patagonia estaba centralizada en la experimental de Bariloche”, destaca. “En Bariloche se centralizaban los técnicos que después irían a las distintas agencias de la Patagonia. A mí me tocó Trelew, al día siguiente que asumió Alfonsín”, evoca. Fue su primera mudanza en familia. “me había casado con mi actual esposa, Olga, finalizando el Servicio Militar, fuimos a Bariloche juntos. Y mis hijos nacieron en Trelew”.

De esta ciudad, puede contar además que “el clima es muy lindo, porque es seco y hace calor en verano. En Trelew hay un museo paleontológico, donde está muy bien desarrollado el tema de los dinosaurios, con cosas que se han sacado del sur. También en Trelew está viva la historia de los galeses, está toda la impronta de esa comunidad”, asegura.

Estuvo allí hasta marzo de 1989, cuando comenzó un posgrado de extensión a Rafaela, “que realizaban la Universidad del Litoral y el INTA”, detalla. “Estuve dos años en Rafaela, haciendo ese posgrado, y lo estaba terminando, cuando el director del INTA de Trelew me pidió que vaya a Comodoro Rivadavia, porque había surgido un inconveniente y tenía que estar allá”.

Recuerdos de la Patagonia

Al contrario de lo que muchos piensan, Héctor Carta opina con fundamentos que “la Patagonia es una zona muy linda”. Y lo justifica con varias anécdotas: “Yo trabajé en el árido, y tiene cosas muy lindas. Una vez fui a un campo, en la zona de Telsen, con unos productores que querían aumentar la producción de pasto. Telsen está a la altura de Puerto Madryn, 300 kilómetros para adentro. Estábamos llegando al casco, bajamos de la meseta a un valle, y había unas cuevas en un cerro. Le comenté a un productor qué grandes eran las cuevas, y me dijo que eso era un ‘Chenque’. Es una palabra de origen aborigen, que significa cementerio. Yo avisé a la gente de la universidad  San Juan Bosco, y lo vinieron a datar. Me dijeron que ese cementerio está ahí desde antes de la llegada de Colón”, destaca.

Por otra parte, asegura que recorriendo la zona se pueden encontrar vestigios apasionantes históricos. “Se encuentran picaderos de flechas aborígenes, y hace unos años se encontraban en los caminos latas de nafta para llevar en los autos, que se usaban para viajes largos. Por todo eso la Patagonia es tan atractiva al turismo, porque tiene todavía ese lado salvaje”.

Pasando a su ámbito, cuenta que “una de las cosas que hacíamos, al productor que lo solicitaba, era evaluar los campos desde el punto de vista forrajero, para que no hubiera sobre pastoreo, degradación del pastizal. Allá, al ser ambientes secos, son ambientes frágiles, y hay zonas, como el oeste de la zona contra la cordillera, que son suelos muy susceptibles a erosionarse, se generan médanos. Y los médanos avanzan con el viento, kilómetros por año. He visto casas tapadas por los médanos; es una masa enorme de arena, que cuando pasa, lo único que queda es canto rodado; destruye todo”.

Por este motivo, manifiesta, “una de las cosas que hacía el INTA de allá era prestar un servicio para frenar los médanos, y hacerlos productivos. El INTA tenía un camión con un tractor grande, Zanello articulado con una doble vertedera; que hacía un surco grande en el médano. Esos surcos hacían trampas, entonces la arena, cuando se movía con el viento, caía en esos surcos, y el médano no seguía avanzando. En julio se sembraba, el INTA trajo una forrajera de Africa, se sembraba en el fondo de ese surco, con una máquina diseñada por un ingeniero, en invierno, porque es cuando hay humedad. En el fin de invierno, esa planta nace, y se ve el árido gris, y el médano verde. Es muy lindo. Hay un médano que se ve de un satélite. Era una técnica revolucionaria”.

El único paralelismo con la realidad local lo puede encontrar remontándose a la historia. “En la década del 30’, todo lo que fue la Pampa y el Este de Buenos Aires, la región tiene ciclos secos y húmedos, desde 1973 para acá estamos con un ciclo húmedo. Pero desde ese año para atrás, llovía muy poco. En La Pampa se usaba el arado de rejas, había voladura de campos. En una época se difundió acá el pasto llorón, y era difícil hacer maíz en 9 de Julio, porque se hacía sorgo, que se adapta a la falta de humedad”, reseña. Y aclara que aunque a menor nivel, “aquí hay erosión eólica también, y cuando hay erosión, es la pérdida del suelo. Y un suelo que se pierde, son generaciones que se pierden”.

De Comodoro Rivadavia a 9 de Julio

Comodoro Rivadavia lo vio llegar en julio de 1991, y poco después le tocó vivir un trance complicado para la zona, que relata de esta manera. “En agosto, se dio lo del volcán Hudson, que en ese momento hizo erupción y fue una cosa rara, porque el grueso de los vientos no coincidió con lo que es habitual en la Patagonia, donde normalmente soplan los vientos del Anticiclón, que está sobre el Pacífico Sur, entonces los vientos vienen para esta zona. Por ejemplo, se produce el típico Pampero. La lógica hubiese sido que la ceniza se viniera para acá, pero esos días soplaba el viento al revés, por eso se fue a Santa Cruz e hizo tanto daño allá, hubo mucha mortandad de ovinos, varias cosas más”, comenta.

Por lo demás, le quedó un buen recuerdo de la capital de Chubut. “Es una ciudad muy cosmopolita, tiene universidad, está al lado del mar, es una ciudad petrolera. Tiene cosas como el frío y el viento, pero es una linda ciudad para vivir”.

Residió en Comodoro hasta el año 1993. “Después, por temas familiares, me trasladé. Comodoro estaba muy lejos de mi familia, mi madre estaba con problemas de salud, y surgió venir a 9 de Julio, donde era más fácil estar cerca de mi familia. Así que desde 1993 estoy acá”, señala.

Una agencia numerosa

Héctor Carta ha visto cambios y progresos en la agencia del INTA de 9 de Julio. “En la época en que llegué, estaba la secretaria, el ayudante técnico, Liliana Llull, que era la asistente social, Luis Ventimiglia, y el agrónomo Alfredo Noli, que era anterior al INTA, y fue Jefe de Agencia”, evoca, y traza una pequeña síntesis histórica: “el INTA nació en 1956, en el gobierno de la revolución libertadora, a través de una propuesta de un economista, Raúl Predich. El INTA tomó gente que era del Ministerio de Agricultura, que estaban en las agronomías regionales, y tenían una función distinta a lo que es el INTA ahora”.

Pasaron los años, y hasta estuvo un tiempo a cargo de la agencia. “Ventimiglia se fue a hacer un posgrado de dos años a Brasil, y yo me quedé a cargo, hasta que él volvió en 1996”.

“Con el tiempo empezaron a venir más técnicos. Se incorporó el ingeniero Rillo, el ingeniero Richmond, Paula Ferrere, Lisandro Torrens, somos un grupo grande de técnicos”, afirma.

Obviamente, cada uno con su labor específica. “Nos repartimos los temas, buena parte del equipo trabaja en agricultura. Yo trabajo más toda la parte de producción de pasturas. Específicamente, estamos trabajando en cómo mejorar los campos con problemas”, acota, y explica que “la mitad del partido es de aptitud ganadera. Parte de esos suelos han sido trabajados con la soja, que tiene una capacidad de adaptación muy grande, y ha avanzado en suelos que antes estaban con pasturas. Pero hay otros suelos donde está la ganadería actual, y estamos tratando de mejorar las condiciones de forraje del suelo en esos ambientes. Tenemos distintos tipos de suelos ganaderos; en calidad. Muchos de los suelos que antes estaban ocupados por Festuca, están con soja o gramón, y se usan como ganadería”.

Trabajo mediático

El INTA hace un amplio trabajo con los medios de comunicación, que Carta define como “importante, porque creemos que todo lo que hacemos se tiene que conocer, por lo menos para que el productor esté al tanto, y vea lo que le conviene. Así que usamos la radio, los diarios, Internet, hacemos charlas…”, destaca.

En este marco, tiene amplia participación. “El programa de lunes a viernes del INTA en Radio Victoria lo hacemos con Luis (Ventimiglia), hace ya varios años, y después tenemos otro espacio de quince minutos en Radio Amanecer, los miércoles, en el programa matinal, donde participamos todos los integrantes de la agencia, nos vamos rotando”, indica.

Pero sus comienzos en radio se remontan más allá de 9 de Julio. “Cuando estaba en Trelew, desde 1985, el INTA tenía un programa y yo trabajaba ahí. Después, en Comodoro Rivadavia seguí haciendo radio, y cuando vine acá también; empecé en Radio 9 de Julio. Del tema técnico siempre, vinculado al INTA”, aclara.

Pero en radio despunta otra pasión. “Tengo un programa de historia los domingos, en Radio Amanecer. Para mí la historia es muy linda, verla no como un historiador que investiga, si no para enriquecerse, comprender cómo fue el pasado, y nos sirva también para interpretar lo que nos pasa. Uno puede entretenerse y enriquecerse con la historia”, dice convencido.

Con este objetivo, desarrolla un programa “donde contamos historias locales, y del mundo. Pero siempre con un punto de vista anecdótico, no académico, para despertar interés y que la gente se dé cuenta que la historia también tiene cosas interesantes; y que el hombre fue más o menos siempre igual. El escritor Manuel Vincent dijo que la cabeza de los misiles evolucionó más que la cabeza del hombre, me pareció una frase que pinta bien lo que es la humanidad, porque vemos que los grandes problemas siguen igual”, reflexiona.

De su trabajo radial, le queda una certeza y un gusto: “es muy linda la radio, me gusta hacerla y escucho mucho. Creo que tiene hoy en día otro nivel, con respecto a la televisión, y tiene otra libertad. Cuando uno va manejando, escribiendo o haciendo informes, ya que editamos un libro todos los años, se puede escuchar música o algún periodista”, asegura. “Hay buenos programas, y en la televisión cuesta encontrar programas buenos, lamentablemente”.

La importancia de la capacitación

Con sus dos hijos estudiando en Buenos Aires; “Juan Pablo, que ahora se recibe de contador, y Luciano, que está en la mitad de la carrera de Licenciado en marketing”, indica, Héctor Carta valora mucho el estudio y la capacitación.

En este sentido, dice que “el INTA siempre fue una institución que permitió la libertad para ir creciendo. Siempre que uno tuvo inquietudes las pudo concretar. Y me apoyó cuando he tenido problemas personales, siempre me los ha contemplado.

Me inculcaron de chico que el tema de la capacitación era una herramienta importante, para crecer personal y profesionalmente. Eso también lo vio el INTA. Y esa unión de ideas me ha permitido capacitarme en muchas cosas”. Fundamentalmente, valoró el hecho de “formarme como persona que colabora en la comunidad, porque para eso estamos. Y la institución cree que la mejor forma es tener técnicos capacitados; que aquel que no pueda pagar un profesional privado tenga acceso también a la tecnología”.

Palabras finales

Tan conocedor de los aspectos técnicos de su trabajo como de otros de la historia, Héctor Carta divide entre estos ámbitos y su familia su vida, repleta de anécdotas y datos interesantes, que le gusta narrar con tanto rigor como afabilidad. Y en el INTA tuvo un ámbito de desarrollo para plasmar muchas de sus inquietudes, y progresar personal y profesional-  mente, en un proceso donde también está comprendido el desarrollo de una entidad y una comunidad.

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