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viernes, abril 26, 2024

El «Cristo de San Juan de la Cruz» de Salvador Dalí

Crist Dalí 2San Juan de la Cruz (1542- 1591), poeta del renacimiento español, reformador de la Orden de los Carmelitas y cofun- dador de la Orden de las Carmelitas Descalzas con Santa Teresa de Jesús fue, además, autor de una pequeña obra plástica. En el monasterio de la Encarnación de Ávila se conserva, aún, algo de ella. Se trata de un dibujo hecho a pluma de Cristo crucificado visto desde arriba, tal como se le manifestara al santo durante uno de sus arrebatos místicos.

En el año 1950, Salvador Dalí, encuentra este dibujo en el libro de un Carmelita amigo suyo y, al parecer, queda profundamente afectado por la imagen. Poco tiempo después, ya en California, tiene su propia visión de Cristo suspendido en el aire sobre la bahía de Port Lligat, pequeña aldea de pescadores del noreste de España dónde él tenía una casa.
Tiempo atrás, Dalí, según sus propias palabras, había tenido ¨un sueño cósmico¨. Había soñado una figura triangular que contenía un círculo oscuro en su centro desde el que partían unos objetos en forma de puñales. El artista vio en esa imagen el núcleo del átomo, al que definió como la unidad más esencial del universo, el Cristo.
Dalí, que pertenecía al movimiento surrealista – tendencia artística surgida entre la primera y la segunda guerra mundial que buscaba su inspiración en el inconsciente freudiano-, rápidamente asoció los sueños con el hallazgo y se dijo a sí mismo que debía pintar ese Cristo.
¨El Cristo de San Juan de la cruz¨ es un óleo sobre lienzo de 205 cm x 116 cm que, a los fines analíticos, se puede ver en dos partes. En la superior, un Cristo de una complexión física inusual y con los brazos desplegados como alas – Dalí utilizó como modelo a Russel Saun- ders doble de Gene Kelly en ¨Cantando bajo la lluvia¨ – parece levitar ado- sado a la cruz a la que se halla amarrado sin clavo alguno. La cabeza dotada de pelo corto, castaño y ensortijado, pende hacia abajo por lo que, en lugar del rostro, el artista nos muestra el cuello, los hombros y la espalda de hermosa musculatura. Las piernas, apenas visibles, rematan en los pies entrecruzados y terminan por conformar la composición triangular de la figura. No hallamos en esta figura el menor rastro de dolor. No hay corona de espinas ni heridas ni sangre; más bien una paz celestial que nos habla de la intención del autor: pintar un Cristo tan bello como el mismo Dios que encarna.
La parte inferior, es un paisaje apacible formado por la bahía que apareció en su visión. Abajo dos pescadores realizan su tarea, uno similar a una figura de Velázquez, el bote fue extraído del cuadro de un pintor francés.
El Cristo de Dalí, exhibido en Londres por primera vez, conquistó de inmediato el corazón de Tom Honeyman, médico escocés y veterano de guerra que se desempeñaba, por entonces, como director de la asociación de museos y galerías de arte de Glasgow. Honey- man, – que seguía la evolución de la obra de Dalí – convencido de que estaba ante un verdadero acontecimiento artístico, propuso a las autoridades de Glasgow la compra del dibujo preliminar cuyo valor rondaba las 250 libras esterlinas. Pero el tesorero de la ciudad –quizá contagiado por el entusiasmo del director- dijo que la comuna estaba en condiciones de comprar el lienzo original. El propio Dalí, conforme de que su obra fuera a un museo público, rebajó el precio de 12.000 a 8.200 libras esterlinas. El 25 de enero de 1952 se concretó la transacción comercial. La polémica se desató de inmediato. Los críticos de arte se encarnizaron con la nueva adquisición. La ciudadanía expresó su malestar por el destino de los fondos públicos en numerosas cartas que llegaron, día tras día, a las redacciones de diarios y revistas. Doscientos estudiantes de la escuela de arte estamparon sus firmas alegando que la compra era ¨un verdadero despilfarro económico¨ y que hubiese sido mejor invertir esa suma de dinero en los estudiantes locales. Los pintores británicos se sumaron a la larga lista de los disconfor- mes. A tales extremos llegó el asunto que el propio Dalí debió salir en defensa de su Cristo. Habló de ¨misticismo nuclear¨ -una mezcla de conceptos físicos y metafísicos- como génesis de la obra y a quienes lo atacaron por la heterodoxia del Salvador dijo que nada podía objetarse desde lo religioso ya que se había inspirado en la visión de un místico.
La fama de Dalí creció con el paso del tiempo; también la del lienzo que, más allá de los amores y odios que suscitó desde un principio, acabó por cautivar al público del mismo modo que lo hiciera con el sensitivo doctor Honeyman.
¨El Cristo de San Juan de la cruz ¨ se considera hoy un ícono del Movimiento Surrealista y una de las más prestigiosas obras del artista dada la originalidad en el manejo de la perspectiva. Desde 1952 es propiedad del Museo Kelvingrove y según una encuesta del Herald Tribune se ha convertido en el cuadro preferido de los escoceses.

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