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jueves, abril 25, 2024

Identidad de género

*Por Prof. Marta Bettoli

Pretender interpretar la evolución de la sexualidad únicamente desde el ángulo de lo biológico es tener una información objetiva, pero a la vez incompleta.
¿Qué se considera típico?
La identidad de género (femenino o masculino) es un proceso importante del desarrollo que ocurre entre los 2 y 4 años. Es cuando los niños reconocen si son niños o niñas. Durante este tiempo, muchos niños (aunque no todos) “prueban” diferentes papeles. Este comportamiento es normal y saludable.
Los aspectos bilógicos que configuran el hecho de nacer hombre o mujer forman un entramado de vital importancia con los factores psicológicos y sociales que empiezan a influir en el momento del nacimiento y que siguen haciéndolo por el resto de nuestra vida.
¿Qué métodos apoyan la Identidad de género saludable?
Dejar que su niño se disfrace y pretenda ser del género opuesto es perfectamente aceptable. Los padres algunas veces tienen problemas de que su niña pequeña quiere ser papá o insista ser un niño, o que su niño pequeño quiere ser una mamá o insista en ser niña.
Los niños pueden también tener intereses en ambos géneros. Por ejemplo, un niño pequeño puede disfrazar cosas que su mamá y sus hermanas disfrutan tal como, ponerse joyas o pintarse la uñas. Una niña pequeña puede pretender jugar con varones. Muchos niños también pasan por una etapa de desear ser de ambos géneros – por ejemplo- un niño pequeño quiere tener un bebé “como su mamá” y las niñas pequeñas pueden pensar que les va a crecer una barba “como a papá”
Todo esto es típico, completamente saludable. Los niños que experimentan y exploran de esta manera no desarrollan un disgusto de su propio género, pero están en un proceso muy importante de desarrollar su propia identidad de género.
¿Hay momentos en que debe preocuparse?
Hay algunos comportamientos que son causa de preocupación. Tales comportamientos incluyen una incomodidad persistente con el género de uno. En los niños varones esto puede ser una idea muy fuerte de que el pene o los testículos son repugnantes o tener una gran esperanza de que desaparezcan. Las niñas pueden negarse a sentarse en el sanitario. Otros comportamientos que preocupan incluyen la insistencia de que ellos son del sexo opuesto, una preferencia fuerte y persistente durante los juegos de pretender ser del sexo opuesto – por ejemplo – los varones que insisten en ser princesas, niñas que insisten en ser príncipes y un deseo de participar en los juegos y pasatiempos del género opuesto.
“¿Qué interfiere en la Identidad de género?”
Algunos padres se preocupan cuando su niño varón quiere ponerse un vestido de su hermana o quiere ser la mamá cuando juegan a la casita.
O se disgustan cuando su niña juega con camiones y autos de carrera o se niega a ponerse un vestido.
Respecto a estos comportamientos, desanimando, avergonzando o apenando al niño puede ser dañino para el desarrollo del género del niño.
Comparta los intereses de sus niños/as y responda a las preguntas que ellos/as tengan sobre las diferencias entre niños y niñas.
La identidad de género es la convicción personal y privada que tiene el individuo sobre su pertenencia al sexo femenino o masculino. El rol o papel de género, en cambio, es la expresión de la feminidad o masculinidad de un individuo según las reglas establecidas por la sociedad.
La formación de la identidad de género se inicia al principio de la niñez y repercute de muy distintas maneras en el desarrollo sexual. Existen opiniones encontradas sobre las fuerzas que configuran la identidad de género.
TEORÍA DEL APRENDIZAJE
La teoría del aprendizaje sostiene que la determinación del género está condicionada por los modelos personales y las influencias socio-ambientales a los que el niño se halla expuesto. En los primeros años de vida los modelos a observar e imitar son ante todo los padres.
El niño aprende a “copiar” la conducta del progenitor del mismo sexo porque su imitación es recompensada. Además es bien sabido que los padres tratan de forma distinta a los niños o a las niñas desde el momento del nacimiento, en función de la expectativa diferente con que se les contemplan.
Se piensa que esta actitud, conocida como socialización diferencial, repercute tanto en la identidad como en el rol de género. (Kagan, 1976; A. Petersen, 1980.
TEORÍA COGNITIVO – EVOLUTIVA
Situándonos en este marco referencial, el desarrollo de género corre paralelo al progreso intelectual del niño (Kohlberg, 1966)
Los niños de muy corta edad tienen una visión exageradamente simplificada del género.
De la misma forma que un niño de tres años puede pensar que hay una persona dentro de la T.V., es propenso a creer que basta disfrazarse, para que un hombre se transforme en una mujer. A veces cuando se pregunta a una niña de esta edad qué quiere ser cuando sea mayor, contesta que “un papá”.
Hasta los cinco o seis años no comprenden los niños que el género es una constante y sólo entonces están en condiciones de configurar una sólida identidad de género. Una vez asentada esta convicción el niño comprende, mediante la observación y la imitación, que hay determinadas conductas que convienen mejor a uno u otro sexo.
Contrariamente a la teoría del aprendizaje, la doctrina cognitivo – formacional sostiene que el niño copia el comportamiento de los adultos no tanto para obtener recompensas sino como para lograr una identidad propia (Kaplan y Sedney, 1980)
LA INTERACCIÓN BIOSOCIAL
Actualmente se afirma que el surgimiento de la incipiente identidad de género es producto de una sucesión de influencias recíprocas entre los factores biológicos y los psicosociales. En otras palabras, la programación genética en la fase prenatal, los elementos psicológicos y las reglas sociales influyen a un tiempo en las pautas futuras que el recién nacido desarrolla durante la niñez y la adolescencia.
Se discute en qué medida la programación prenatal condiciona la formación del género. Milton Diamond cree que las hormonas que actúan en la etapa fetal originan en el cerebro diferencias de orden sexual y que estas diferencias son condicionantes decisivos de la conducta posterior del individuo. (Diamond 1977).
John Money y colaboradores acuerdan sobre esa programación prenatal de las características sexuales, pero subrayan que en la mayoría de los sujetos el factor que más influye en la configuración del género es el aprendizaje social. (Money y Ehrhardt, 1972; Money, 1980; Money y Weideking, 1980)
En conjunto, la tesis bio-social pone de manifiesto que en el proceso global de desenvolvimiento sexual existen determinados períodos críticos. De la misma manera que se habla de un período crítico relativo a la acción de los andrógenos sobre el feto (de la sexta semana de embarazo), Money sostiene que se da también un período crítico respecto a la formación de la identidad de género. Él y sus colaboradores han observado que antes de los tres años la mayoría de los niños han consolidado su identidad de género “medular” o “básica”, es decir que han sentado las bases de su identidad y tienen una conciencia primaria de pertenecer al sexo masculino o femenino. Al parecer, a partir de este momento se hacen del todo imposibles las tentativas de cambiar la orientación sexual del niño debido a las dificultades psicológica que ello comporta.
Money y su equipo estiman, que los factores que más influyen en la formación del género no son de origen biológico, sino fruto del aprendizaje cultural (Money y Ehrhardt, 1972; Money y Onguro, 1974; Money 1980).
Esta conclusión es fruto de los estudios que dichos investigadores llevaron a cabo con niños pseudohermafroditas (es decir, con genitales externos equívocos) emparejados en consonancia con su sexo biológico.
Para resumirlo en pocas palabras; los autores comprobaron que, si se asigna a dos individuos del mismo sexo biológico (en función de los cromosomas y gónadas) un rol sexual distinto, de modo que uno fuera criado como un niño y el otro como una niña, casi siempre el sexo “adquirido” terminaba por prevalecer sobre el sexo biológico en la determinación en la identidad y el rol de género.
Dicho de otra manera, los individuos que por su condición biológica eran niñas, pero se criaban como niños, se veían a sí mismas como varones, jugaban con juguetes de varón y preferían los deportes y la ropa propia de los varones.
Las pruebas importantes en número, que recogieron Money y colaboradores inducen a pensar que la programación genética prenatal y la acción de los mecanismos biológicos no son suficientes para compensar los efectos del aprendizaje postnatal.
Aunque se trata de un problema científico muy interesante, no está claro cuál es la incidencia en el tema de la formación de la identidad de género en las personas.
Todo indica que la teoría de la interacción biosocial es la que proporciona una perspectiva más vasta de todas las fases del desarrollo sexual.

*Marta Bettoli. Nuevejuliense radicada en la ciudad de Mar del Plata.
Profesora en Ciencias Biológicas (U.N.L.P)
Orientadora en Educación Sexual (C.E.T.I.S)

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