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Nueve de Julio
miércoles, abril 24, 2024

Los cristianos celebraron la Pascua

En la jornada de ayer, en las iglesias de la ciudad de 9 de Julio, con varias misas, fue celebrada la Pascua de Resurrección. Pero es importante destacar que, este importante solemnidad, comenzó en la noche del sábado, con la Vigilia Pascual, que es la marchó y la más noble entre todas las celebraciones previstas por la Iglesia.

En efecto, tanto en la Catedral, como en la Capilla de San Pedro y San Pablo (en Ciudad Nueva), Parroquia Nuestra Señora de Fátima y en el Carmelo San José, fue celebrada la Vigilia, conformada por cuatro partes: el Lucernario o solemne comienzo, con la bendición del Fuego Nuevo y preparación del Cirio Pascual y la entonación del Pregón Pascual; la Liturgia de la Palabra, donde se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento; la Liturgia Bautismal, con la bendición del Agua Bautismal y renovación de las promesas bautismales de los fieles; y la Liturgia Eucarística.
La Vigilia celebrada en la Catedral fue presidida por el obispo diocesano, monseñor Martín de Elizalde, y concelebrada por los sacerdotes Hernán Greca y Manolo Prieto.
En su homilía, el Obispo de la Diócesis de 9 de Julio explicó que la gran celebración de la resurrección del Señor es “el misterio de la victoria de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, de la gracia sobre el pecado, que estamos celebrando esta noche, se despliega en la riqueza de la liturgia, con el impacto de los signos, el peso de la tradición, la certeza de su llegada, la esperanza de nuestro futuro”.
Tras la explicación de las diferentes instancias de la celebración de la Vigilia, monseñor Elizalde subrayó que “la noche pascual es la expresión más alta, la experiencia más honda, del ser cristiano, porque en ella confesamos nuestra fe y la anunciamos, reiteramos nuestro compromiso de ser testigos y el deseo ardiente de ser misioneros de la Buena Nueva, de la gran noticia que el Señor resucitó”.
“Ella –prosiguió- da sentido a la existencia, y es la fuerza que nos permite continuar en este mundo en el servicio de nuestra vocación, dando gloria a Dios con el culto espiritual y el ofrecimiento litúrgico y con la dedicación al bien integral de nuestros hermanos”.

[Encuentre el texto completo de esta nota en la edición impresa del miércoles]

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