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Nueve de Julio
martes, abril 23, 2024

¿Qué son los «idus»?

Por Roberto Rossi (*)

(Desde Buenos Aires)
En el calendario romano los “idus” de marzo correspondían al decimoquinto día del mes de Martius. Los “idus” eran días de buenos augu rios, que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, además del décimotercer día del resto de los meses del año.

LA MUERTE DEL CESAR
La fecha es famosa porque Julio César fue asesinado en el “idus” de marzo del año 44 a.C.- Nos referimos, obviamente, a quien fuera Dictador romano, general, político, orador elocuente y distinguido escritor. Nació en Roma en el año 100 a.C., en el seno de la ilustre familia patricia Julia. Era muy audaz, pródigo (contraía deudas inmensas) y se convirtió en el amante –entre otras – de la reina egipcia Cleopatra, a la sazón de 22 años, cuando él acusaba 56. César ya había sido advertido de una conjura en su contra, pero no hizo caso del aviso. Era valiente y orgulloso.
Una anécdota lo pinta de cuerpo entero: en cierta oportunidad un remero lo trasladaba en bote a través del Canal de la Mancha cuando, repentinamente, se desató una fuerte borrasca. La pequeña y frágil embarcación corría serio peligro de zozobrar y el botero estaba al borde de la desesperación. Entonces César, sereno y con total confianza en sí mismo, lo increpa: -¿ A qué temes, buen hombre ? ¡ Llevas a César !.-
Según el historiador Plutarco, un vidente lo puso al tanto del grave peligro que lo amenazaba en los “idus” de marzo y que no era conveniente que concurra a la reunión del Senado en esos días. Pero él no creía en supersticiones.
Se dice que es fatídica día, ya camino al Senado, se cruzó con el adivino y sonriente le recuerda: – “los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el otro repuso: -“sí, pero aún no han acabado”.-
Los líderes de la conjura en su contra para arrebatarle el poder fueron tres: Bruto, Casio y Casca. El primero era hijo de Servilia, famosa amante de César. Este lo quería como si fuera hijo suyo; Casio estaba resentido porque César no permitió saqueos durante la guerra civil ni hubo botín a repartir. Pensó que si mataban a aquél conseguirían el ansiado botín. Casca siempre estuvo en contra de César, pese a que éste le perdonó dos veces la vida en la guerra civil. Se daba “aires” de matón. Los tres alegaban que solo los movía la defensa de las “libertades” (las propias, no las de los demás). Cuando el Dictador proclamó una ley contra la corrupción se “sintieron ofendidos”.

EL CONCEPTO DEL «DICTADOR»
Aclaremos que “Dictador” era un cargo reconocido en circunstancias especiales durante el Imperio Romano y no como se lo entiende en la actualidad. En tiempos de graves problemas de Estado o calamidades, el Cónsul en funciones designaba, con aprobación del Senado, un “Dictador” -dictotorem dicere – .- Este funcionario el supremo magistrado. Su amplia autoridad comprendía lo militar y lo civil. Era inviolable (sacrosanctum) y no rendía cuentas de su actuación. Al finalizar la tarea encomendada –plazo máximo 6 meses – abandonaba el cargo y retomaba sus tareas habituales. César entendía que los habitantes de las provincias estaban en un plano de igualdad y no eran esclavos. Así tuvo que enfrentarse a una oligarquía que vivía del esfuerzo ajeno en el marco de una fachada de democracia. El gran error del general fue su clemencia, pues ni siquiera expulsó a sus enemigos de los cargos públicos que ocupaban.
Una guardia muy fiel de soldados españoles lo cuidaba mucho y por ello hasta entonces nadie se había atrevido a atacarle. Pero él decidió que no estaba bien que la máxima autoridad se pasee por las calles de Roma tan custodiado y resuelve prescindir de su escolta. Craso error. Sus enemigos vieron que se les presentaba la oportunidad de matarlo para impedir, además, que sea coronado rey.

LA CONVOCATORIA DEL 15 DE MARZO
El 15 de marzo del año 44 a.C. se convocó a una reunión del Senado y entonces los conjurados se pusieron de acuerdo para asesinar a César en dicho lugar, lo cual les resultaría fácil pues no tenía custodia. Además, era la última oportunidad antes de que aquél saliera de Italia hacia Oriente. Pero no fueron para nada discretos, tan es así que muchos senadores se enteraron de lo que se preparaba. La esposa de César, Calpurnia, soñó que mataban a su marido y le rogó que no fuera al Senado. Casi lo convence pero justo llegó uno de los conjurados y le dijo que se apure, que lo estaban esperando en la Curia, que no haga caso a “supersticiones de mujer”. Ya en camino, un hombre se le acerca y le entrega un pergamino con la lista detallada de los conjurados – ¡“Léela, Cèsar – le grita -, léela antes de entrar”!, pero César, acosado por otros pedigüeños, no tiene tiempo de leerla y entró al recinto con el papiro en la mano. Uno de los conjurados llamó hacia afuera a Marco Antonio con el pretexto de hablarle, cuando en realidad la intención era alejarlo de César para que no lo defienda. Otro se le arrojó a sus pies pidiéndole por el hermano desterrado.
Al verse rechazado, da un tirón a la toga del Dictador dejándole el hombro al descubierto. Era la señal convenida. Casca se le acercó por detrás y le asestò una puñalada que se desvía hacia la clavícula. Al sentirse herido, Cèsar se volvió y le clavó el “stilo” (elemento para escribir ) en el brazo, pero Casio le da una puñalada en el rostro y la sangre lo ciega. Acto seguido los demás se abalanzaron sobre él y lo apuñalan reiteradamente, infrigiéndole 23 heridas, paradójicamente solo una mortal, en el pecho. La condición era una puñalada por conjurado. Al recibir la de Bruto exclamó, según la tradición –“ ¡tú también Bruto, hijo mío!” y cubriéndose la cabeza con la toga se dejó caer, quedando muerto a los pies de la estatua de Pompeyo. Huyen todos, en medio del tremendo desorden. Recién horas después, dos esclavos llevan en una litera el cuerpo ensangrentado de César a su casa.
Uno de los brazos pende a un lado. La mano aprieta aún el pergamino que no llegó a leer. Luego de los funerales, el cuerpo fue incinerado junto con todas sus pertenencias. La hoguera ardió toda la noche. Al otro día, todavía tibias las cenizas, hay quienes se llevan de las mismas algunos huesos calcinados. Era todo lo que quedaba de César, “descendiente de dioses y de reyes, conquistador del mundo, y dueño supremo de la República Romana”.-

Bibliografía: Gerard Walter , “Julio César” – Edit. Grijalbo
Emil Nack – Wilhem Wägner, “Roma, el país y el pueblo de los antiguos
Romanos” – Edit. Labor S.A.-

* El autor es abogado. Oriundo de 9 de Julio se encuentra, actualmente, radicado en la ciudad de Buenos Aires.

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