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sábado, abril 27, 2024

«El Capitán Atma», en el recuerdo de un colimba de aye

Por Roberto Rossi
Era el 3 de marzo de 1963, dìa Domingo. Qué pálida. Nos habíamos incorporado 48 horas antes al servicio militar en Mercedes. Todavía se podían ver en las calles aledañas al cuartel los adornos de los recientes festejos del carnaval. Los colimbas aguardábamos con incertidumbre y expectativa que nos comunicaran el lugar al cual nos destinarían en definitiva. Podía ser La Plata, Junín, La Pampa o en el mejor de los casos quedarse en Mercedes. Había un enjambre de conscriptos de todo el corredor oeste llegados en tren arrancando desde Banderaló y adyacencias. Era tal la cantidad que nos tocó viajar parados. Una vez adentro (desde el andén ya nos arrearon en fila), los del 9 tratamos de estar juntos “en la desgracia”, haciéndonos “pata” mutuamente. Estábamos, entre otros que escapan a la memoria, “ porota” Aón, Rogelio Mastroliberto, Omar Mucci, el panadero Sarnícola, Lanieri y quien escribe. De la clase anterior pude ver a Poratti (de la familia vecina a Mondelli) en tareas de oficinista recibiendo a los milicos nuevos. Parece mentira. Transcurrieron , como en un relámpago, 50 años desde ese momento. Siempre que paso en ómnibus por la puerta del cuartel, es como si me viera de nuevo sentado en el pasto al costado de la cancha de fútbol, todos en fila y calladitos, comenzando a comprender “cuántos pares son tres botas” y a “bajar los humos”. En la madrugada llovió mucho en gran parte de la provincia. Nos dieron una colchoneta y a dormir en un galpón. Por suerte no hacía frío. Pasada la tormenta, salió el sol y el día estaba pesado. Ligamos un jarro de mate cocido y punto. Empezábamos a correr la coneja, como corresponde al buen colimba. El “gordo” Aón tenía un hambre bárbaro y empezó a protestar: – ¡Aunque sea un pedazo de galleta, caramba!”, reclamaba. Para qué lo habrán escuchado. Peló tres bolsas de papas en la cocina del cuartel. En esas penurias estábamos, cuando una noticia corrió como reguero de pólvora: “¡se mató Juan Gálvez en la Vuelta de Olavarría!” .- Se trataba de uno de los ídolos – junto con su hermano Oscar -de la muchachada “tuerca” de entonces, reiterado campeón argentino del Turismo de Carretera, piloto eximio de la marca “Ford”, bautizado “el capitán Atma” en referencia a la empresa y escudería que representaba. Juan estaba empecinado en ganarles a los Emiliozzi, volantes de Olavarría que andaban más rápido en caminos de tierra normales, no tanto en el barro, como ese día. Pasó que al salir el sol el circuito comenzó a secarse y los “gringos” se le acercaban. Alertado de ello, Gálvez se mandó a fondo, pero el destino le jugó una mala pasada al gran campeón. En una “S” del circuito, sector conocido como “camino de los chilenos”, la “galera” que tantas veces cruzó la meta triunfal derrapó , el cambio no respondió, se clavó de trompa y salieron despedidos Juan y su acompañante Cottet. Este salvó su vida pero aquél falleció en el acto. Nunca aceptó el cinturón de seguridad por el terror a morir quemado. Ayer, casualmente estuve en el cementerio de La Chacarita y luego de dejar una flor a los míos, me acerqué a la tumba de Juan, en momentos en que un puñado de viejos admiradores –como yo – le rendían un sencillo homenaje al “Capitán Atma”, a 50 años de su muerte. Fue una gloria del automovilismo nacional y se merece el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de verlo de cerca .-

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