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viernes, abril 26, 2024

Sexualidad en la comunidad educativa

Por Marta Bettoli (*)
Según como vivamos y experimentemos la sexualidad desde las primeras edades, será determinante en el futuro. La actitud hacia la aceptación de nosotros mismos, la comprensión del propio cuerpo, la facilidad para establecer relaciones afectivas o de comunicación con los demás. La educación sexual favorece una personalidad humana social y sexualmente libre y espontánea.

Cuando los chicos necesitan información la consiguen, sea cual sea la actitud de los adultos, sea cual fuera la respuesta de la escuela.
En primer lugar buscan información en su propia biología: las actividades autoexploratorias comienzan en los primeros años de vida y van evolucionando y adaptándose según las diferentes etapas de desarrollo infantil, púber y adolescente.
A partir de los tres años, la curiosidad sexual no sólo abarca el propio cuerpo y sus sensaciones, sino que se extiende a los cuerpos y actividades de los demás. Algo razonable si se toma en cuenta que los chicos están en permanente relación con la sexualidad adulta: dormir cerca de los padres, compartir ocasionalmente la cama con ellos o con los hermanos mayores o menores, un embarazo en la familia… sin contar los casos de convivencia familiar en graves condiciones de hacinamiento y promiscuidad.
A esto se suma, con mayor influencia a medida que van creciendo en edad, los medios de comunicación, las escenas callejeras, los carteles publicitarios, el contacto con otros chicos y adultos no familiares y, en gran medida la comunidad escolar.
¿Todavía discutimos la necesidad o no de dar educación sexual?
De hecho, esta existe y no puede dejar de existir, tanto dentro de la familia y de la escuela como fuera de ambas.
El docente, preocupado por una educación integradora de las diversas áreas de la personalidad del chico/a no puede olvidar que la sexualidad es el trasfondo de todo el desarrollo del alumno y que él mismo educa desde las actitudes que configuran su propia persona.
Si bien nacemos sexuados, nos vamos haciendo sexualmente maduros mientras crecemos, en tanto en la práctica, pareciera que los alumnos son contemplados como seres asexuados.
Las cuestiones sexuales siempre son, en parte, cuestiones sociales, y en una época de rápida transformación de las sociedades, la Educación Sexual es una parte importante del aprendizaje de la vida social y se convierte en elemento integrante de la salud de la familia y de la comunidad, incluso de la salud de los escolares.
La sola mención de esta temática en relación con la escuela no puede dejar de provocar diversas inquietudes.
¿Es necesario ocuparnos de esto? ¿por qué?
¿En qué sentido sus efectos pueden ser contraproducentes?. La respuesta es: debemos ocuparnos porque la sexualidad está, está en la escuela y hoy por hoy.
Se sabe que juega un papel preponderante en la vida humana y como está, algo se hace con ella, aunque no sepamos qué y con qué resultados.
La sexualidad entra sin pedir permiso y hace que nos ocupemos de un modo u otro, sólo que el modo es muy importante y suele ser decisivo en relación con el significado que estas cosas tienen para la gente. Afecta tanto a la escuela, como la familia, como otros grupos humanos que siempre hicieron algo, aunque fuera prescribir que “de eso no se habla”; por acción o por omisión se adoptaba alguna actitud hacia este tema, actitud que era en general adecuada con lo que se esperaba de ella, lo que espera el sistema educativo y lo que esperan los padres.
Sin que uno lo decida, o lo busque y sin permiso, la T.V. se ha ido convirtiendo en la gran educadora sexual, por lo tanto los chicos instalan este tema en la escuela y ésta ya no se siente tan segura de que lo mejor sea no hablar de eso. Poder participar en la mediación entre medios masivos y procesamiento infantil no es algo que estuviera previsto en la educación tradicional; por lo tanto se trata de lograr una redefinición del rol docente para abordar esta temática.
No podemos no hacer nada, pero tampoco podemos pasarle por encima a las múltiples resonancias que esta temática desencadena.
Debemos construir un hacer bajo determinado control, de todos modos algo será hecho, pero fuera de esta posibilidad de control esto puede llevar a riesgos, porque lo que se hace implícitamente, en general surge como resonancia personal desde la identificación personal y por supuesto según haya sido la historia de la persona en cuestión. El hacerlo de un modo profesional no significa una respuesta fría o impersonal sino mediatizada por el cumplimiento de un rol de cuidado al otro, que requiere un manejo responsable de la información.
Desde este punto de vista hay algunas cosas que hacen falta que sí sepamos todos y es tomar la sexualidad desde la complejidad que tiene, teniendo en claro que no habrá ninguna ciencia que la pueda tomar completamente, tendremos que ocuparnos de establecer los niveles de complejidad y tomar los aportes que desde todas las ciencias se pueden estar haciendo.
La escuela tiene una misión específica para cumplir, no es de remplazo de la familia no cumple con lo suyo, sino justamente de algo que solamente la escuela puede hacer; es este acompañar el proceso de socialización que incluye la asunción de los roles sexuales.
La capacitación de los docentes no se puede hacer de cualquier modo, no se trata de mera transmisión de información que puede obtenerse fácilmente en publicaciones de difusión masiva, sino que se trata de crear un clima propicio para hablar de aquello que esos mismos docentes aprendieron a ocultar de chicos. Se trata de generar confianza, comprensión y credibilidad a partir del respeto por las personas y sus diferencias, lo que permite un proceso de crecimiento personal y profesional.
El modo en que una escuela organiza la actividad diaria ayuda mucho en el proceso de sexuación del chico/a. Cuando generamos la posibilidad de sentarnos a establecer nuestros puntos de vista, nuestras disidencias, nuestras coincidencias, la mayor parte de las veces nos encontramos con que el tan mentado problema de prohibición, en realidad encubría un no deseo personal de ocuparse de este tema, sin saber que se estaba ocupando y sin saber cuáles eran los efectos de lo que estaba haciendo.
Con muy buenas intenciones se puede producir mucho daño, por ello, más allá de las intenciones, yo como adulto responsable, necesito poder hacerme cargo de los efectos que van a producir las acciones y esto, que no es frecuente y que cuesta mucho aceptarlo porque está en todos nosotros, ha permitido cambios y modificaciones, aún cuando no se haya hecho un programa de Educación Sexual Sistemática.
Para lograr una buena calidad de vida, que pasa por el cuidado de sí mismo y de relación con los demás, tienen que instaurarse espacios sistemáticos de encuentro grupal donde se puedan expresar acuerdos y desacuerdos, que posibiliten la búsqueda de alternativas donde el docente pueda ser un facilitador para que los chicos/as se entrenen en el ejercicio democrático de deberes y derechos.
El docente, por su parte, tiene derecho a elegir libremente si asume el compromiso de encarar el tema o si trata de evitarlo porque sus dificultades personales así lo requieren. Pero es indispensable que reconozca que su responsabilidad como educador no lo deja fuera del tema, y así lo obliga a evitar informaciones, desinformaciones o actitudes que dañen a sus alumnos/as.
Dado que en nuestra sociedad esta temática moviliza conflictos y vivencias personales altamente sensibles, la institución que desee abordar una Educación Sexual Sistemática necesita capacitar sistemáticamente a sus maestras/os y profesoras/es.
Educadores sexuales somos todos porque transmitimos valores y actitudes sexuales que influyen en la conducta del otro. Sin embargo los docentes que decidan encarar la educación sexual necesitarán reflexionar sobre sí mismos, valorar sus propias experiencias, revisar sus creencias para limpiarlas de prejuicios o tabúes´

(*) Profesora en Ciencias Biológicas (U.N.L.P) y Orientadora en Educación Sexual (C.E.T.I.S), nuevejuleinse, actualmente radicada en Mar del Plata.
E-mail: [email protected]

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