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viernes, abril 26, 2024

Dieron a conocer el Testamento Espiritual del padre Pedro

El 22 de diciembre del año pasado, en la ciudad de Trenque Lauquen, el padre Pedro Traveset había escrito su Testamento Espiritual, el cual, tras su reciente fallecimiento ha sido dado a conocer. Se trata de un emotivo documento, en el cual pone de manifiesto su gratitud, perdón y entrega al ministerio sacerdotal.

Al agradecer, comienza recordando a su familia. “Doy gracias –dice- al Señor por la vida que me concedió. Por la familia que tanto me amó. Fui muy felíz en el seno de mi hogar. Mis padres y mi hermano me enseñaron la sencillez, el respeto, la honradez, me sentí muy amado y respetado. Mis padres, casi analfabetos, pero fueron mis mejores maestros”.
“De ellos –prosigue- también aprendí a rezar y con ellos di mis primeros pasos en la vida parroquial. Se sacrificaron y trabajaron por mí, para que pudiera llegar a Sacerdote. Junto al altar de mi primera misa, junto a mi hermano, fueron mi alegría y mi gozo”.
Más adelante, también agradece a la comunidad parroquial: “En ella comencé a conocer a Jesús y a María, a recorrer mis primeros pasos en la fe y en el amor a la Iglesia. Tengo muy buen recuerdo de los sacerdotes que pasaron por mi parroquia. En torno a ella, se desarrollaba toda la vida del pueblo. Por tantos sacerdotes mártires de mi pueblo y de mi terruño. No dudo que su muerte fue semilla de mi vocación al sacerdocio”, manifiesta.
También en su ofrenda de gratitud recuerda a sus formadores y superiores en el seminario; a su Diócesis de Vic (España), a la Diócesis de 9 de Julio y a las parroquias de San Hipólit y Sallent, 9 de Julio y Trenque Lauquen-Berutti.
“Estas –manifiesta- son las 4 comunidades a las que me tocó servir. Jamás pensé ser tan feliz a su lado. Es ahí donde como cristiano viví y crecí espiritualmente. Con ellas alabé, serví y amé a Jesús, al que fue siempre el Todo de mi vida. Para ellos fui sacerdote y pastor. Ellos han sido mi gozo y alegría. Jamás me arrepentí del SI que un día dije a mi Obispo para venir a lejanas tierras. Ellas han sido un regalo para mí. Las amé de verdad y me entregué sin medida por ellas. Me dieron más de lo que les dí. Gracias. Me dieron el regalo de poder conocer y querer a Monseñor Pironio”.

PEDIDO DE PERDON
En su apartado de su Testamento Espiritua, el padre Pedro expresa un pedido de perdón. “Después –escribe- de la gratitud y misericordia, viene espontáneo el pedir perdón: a Dios por mis pecados, egoísmo y negligencias para con Él y mis hermanos. ¡Cuánto esperaron de mi y qué poco correspondí! Me entrego, en esta hora de la verdad, a los brazos misericor- diosos de mi Padre Dios con la confianza que Jesús canceló con su muerte en la cruz la condena que pesaría sobre mi”
“A mis feligreses, y a cuantos se han relacionado conmigo, (ya sea en el pueblo o el campo, en la ciudad o en el penal), como sacerdote, amigo o vecino, les pido perdón y que me perdonen. Siempre les quise bien a pesar de mi temperamento e intolerancia. Desde el cielo cuenten conmigo”, expresa el sacerdote.

LA ENTREGA
Acerca de su entrega a su ministerio, el padre Pedro, refiere: “Intenté darme sin medida. Quise ser todo para todos, no siempre lo logré. Si algo puede expresar mi donación a Dios … fue perseverar hasta el final, dándome a los demás hasta no tener tiempo ni siquiera para descansar. En cada rostro intentaba ver, encontrar y amar a Jesús. Esto me llegaba a hacer de mi vida una oración, acompañada de una gracia interior, y muy fuerte de la presencia de Dios”.
Asimismo destaca su amor hacia comunidades de religiosas y religiosos, a los consagrados, recordando las congregaciones que le acompañaron en su apostolado: las Hermanas de la Presentación de la Virgen Niña de Granada y a las Hermanas Adoratrices de Rivolta D’Adda, las Benedictinas de Santa Escolástica de Victoria, las Carmelitas Descalzas de Vic y 9 de Julio.
“Intenté amar a la Iglesia, mi Madre. Estoy contento de haber vivido y de haber muerto en ella. Confío que, si algún recuerdo les pueda quedar de mí, lo aprovechen para encomendarme a Dios, ofreciendo sufragios y misas para obtener la misericordia de Dios. Especialmente lo pido a los que fueron mis seminaristas y ahora son sacerdotes, o lo serán. Hasta vernos, muy pronto, en el cielo”, concluye, entre otros términos.

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