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Nueve de Julio
miércoles, octubre 22, 2025

Fotografía, comercio y ciudad: la calle Libertad en la iconografía postal

Por Héctor José Iaconis.

La postal ilustrada constituye uno de los soportes visuales más relevantes para el estudio de la configuración urbana en 9 de Julio en las primeras décadas del siglo XX. En su aparente sencillez se concentra una compleja red de significados: la expansión del comercio, la representación de lo urbano y la afirmación de una identidad ciudadana aún en formación, pues recordemos que 9 de Julio había sido declarada oficialmente como ciudad hacia 1908.

La imagen de la calle Libertad, que hoy presentamos, reproducida por el Bazar “El Siglo” e impresa por la casa Adolfo Kapelusz y Cía. hacia 1910–1913, es un ejemplo paradigmático de esta confluencia entre técnica, comercio y memoria visual.

DESCRIPCION 

La postal presenta una vista en perspectiva de la calle Libertad, entre las actuales Bartolomé Mitre y La Rioja. El registro visual se inscribe dentro del tipo de “vista urbana comercial”, una categoría frecuente en las ediciones locales de la época, destinada tanto al turismo incipiente como al intercambio epistolar. La imagen, obtenida probablemente mediante una toma fotográfica directa sobre placa de vidrio y posteriormente coloreada  muestra un nivel de detalle característico de las series producidas por Kapelusz y otros impresores en Buenos Aires.

El soporte, de 9 por 14 centímetros, corresponde al formato universal adoptado por la Unión Postal Universal, cuyo reverso bilingüe (“Tarjeta Postal / Carte Postale”) evidencia la adecuación del editor local a los estándares internacionales de circulación postal. La composición mantiene una organización simétrica y un punto de fuga marcado hacia el horizonte, lo que refuerza la sensación de profundidad y orden urbano. Los colores aplicados —ocre, carmín y verde— contribuyen a idealizar la escena bajo una luz serena y diáfana.

EL COMERCIO COMO SIGNO DEL PROGRESO 

A la izquierda de la imagen podemos distinguir la Tienda “Blanco y Negro”, cuya fachada ajedrezada (en blanco y negro, aunque en la postal erróneamente está coloreada en rojo inglés) constituye un ejemplo singular de ornamento comercial en la arquitectura de provincia. Más adelante se identifican la vivienda de la familia Vita-Magnoni, residencia temprana del primer historiador local, el edificio de la Sociedad Italiana y, contiguo, el Teatro Rossini, edificio de referencia cultural en la década de 1910. La secuencia se completa con la Tienda Galli, reconocible por las banderas que la coronan, símbolo de la prosperidad y  de una forma de  modernidad comercial a la que se avanzaba lentamente.
Del lado derecho, en la esquina del primer plano, se observa la confitería “Los Moros” (que también ocupó otras sedes), con el cartel del aperitivo “Trinchieri”, un indicio del uso de la publicidad mural como elemento de identidad urbana. 

Podríamos sugerir que cada comercio no sólo representa una actividad económica sino también una afirmación de su pertenencia local al imaginario de una comunidad que avanza en el nuevo siglo. La postal convierte así a la calle Libertad en un verdadero escaparate de la vida nuevejuliense donde el consumo, la vida social y cultural y la representación visual confluyen en una misma superficie.

LECTURA COMPOSITIVA 

La composición responde a un esquema perspectivo que privilegia la estabilidad del plano urbano y la continuidad edilicia. El fotógrafo —presumiblemente Rafael Adobato — habría puesto la cámara a nivel de la calle, con una elevación que permite visualizar simultáneamente las fachadas y la línea de veredas arboladas. Quizá podría haber montado su cámara sobre la azotea del Hotel «Central», tomando una angularidad más amplia. La dirección de la luz, proyectada desde el noroeste, ilumina los frentes de la izquierda y genera un contraste moderado sobre la calzada, lo que sugiere una toma realizada en horas de la mañana.
El punto de fuga conduce la mirada hacia el horizonte, donde la calle se estrecha progresivamente. Nuestra mirada de espectadores, frente a esta imagen, transita por un eje de simetría que parte del carro tirado por caballos —ubicado en el centro del primer plano— hasta perderse en la distancia, en una perfecta traducción visual de la noción de avance lineal. El pequeño perro blanco que cruza la calle y el transeúnte solitario del extremo derecho introducen el elemento cotidiano y el  contrapunto humano, otorgando escala y movimiento a la escena. Estos recursos de composición refuerzan la ilusión de un espacio urbano ordenado.

LA POSTAL COMO DOCUMENTO 

Más allá de su valor estético, esta imagen constituye un documento de alto valor histórico. En la década de 1910, la producción y el comercio de postales eran una práctica extendida en el interior bonaerense, impulsada por bazares, librerías y casas de fotografía que actuaban como intermediarios entre la técnica moderna y la memoria colectiva. El Bazar “El Siglo”, editor de esta serie, acerca de la cual nos hemos referido en otras notas, en esta misma página, cumplía ese papel mediador: seleccionaba motivos locales, encargaba la impresión a talleres metropolitanos y distribuía los ejemplares entre la clientela regional.
El hecho de que la postal fuera impresa por la casa Adolfo Kapelusz y Cía., de Buenos Aires, confirma su inserción en un circuito editorial de alcance más amplio. Al reverso de la postal puede observarse el logotipo de la casa Kapelusz y el número de serie de la pieza en la colección. La empresa, reconocida por su calidad litográfica, mantenía vínculos con decenas de editores locales, lo que explica la homogeneidad tipográfica y cromática de muchas postales argentinas de la época. Este fenómeno refleja la temprana articulación entre lo local y lo global: la imagen de una ciudad de provincia podía circular, mediante el correo, a cualquier parte del mundo, convirtiéndose en un elemento de pertenencia y orgullo.

IMAGINARIO URBANO

El discurso visual de la postal que compartimos, no solamente documenta la realidad, sino que la construye. La escena un tanto pueblerina, parede darnos idea de paz, la simplicidad y armonía. La calma del tránsito, la regularidad arquitectónica y la ausencia de conflicto componen una imagen idealizada del orden. La ciudad aparece, al menos en la postal,  como un organismo en equilibrio, capaz de representar en su trazado recto y sus fachadas uniformes, una idea de progreso.
Si observamos las series de postales impresas por Pedro Eppherre, el Bazar “El Siglo” y, posteriormente, los Bazares “Colón” y “Florida”, independientemente de sus características técnicas, podemos advertir que participan de un proceso más amplio de construcción de imaginarios urbanos. A través de ellas, la comunidad local proyecta una identidad moderna, civilizada y próspera, destinada a contrarrestar la imagen rural que a menudo se les atribuía desde los centros metropolitanos. Así, la calle Libertad no sólo era una arteria comercial: se convertía en un emblema visual del ascenso social y cultural de la ciudad.

PALABRAS FINALES

La postal de la calle Libertad, editada hace más de un siglo, sobrevive hoy como una cápsula visual del tiempo. En ella convergen la mirada del fotógrafo, la estrategia comercial del editor y la sensibilidad estética de una época. Su valor trasciende el interés documental: es un testimonio del modo en que una comunidad eligió representarse ante sí misma y ante el universo exterior.
Al analizarla desde la perspectiva de la historia de la fotografía y la cultura visual, podemos advertir que cada detalle —desde el carro detenido hasta las banderas ondeando— constituye una pieza del relato que moldeó el imaginario urbano del interior bonaerense. La postal, en definitiva, no sólo reproduce una calle: la inventa como idea de lo urbano. Y en esa invención persiste la memoria viva de la ciudad.

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