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Nueve de Julio
martes, octubre 14, 2025

Los paseos en las lagunas: recreo y memoria del viejo 9 de Julio

Por Héctor José Iaconis.
La historia urbana de 9 de Julio no puede comprenderse sin atender a la presencia de las lagunas en su territorio. En tiempos en que la traza del pueblo recién comenzaba a delinearse el suelo —aparentemente uniforme— revelaba una serie de ondulaciones naturales que daban lugar a bajos y depresiones. En ellos se formaban lagunas de diversa extensión.
Durante las primeras décadas del siglo XX, esas lagunas se convirtieron en escenarios privilegiados del ocio y el esparcimiento popular. Cuando aún no existían clubes de natación ni balnearios organizados, los vecinos de la ciudad encontraron en aquellos ámbitos naturales un espacio para la recreación, el encuentro y la vida social.
La historia de los paseos en bote y de los baños veraniegos constituye una página entrañable —y a menudo olvidada— del pasado local. A través de la memoria de esas lagunas —la de Beraza, la de Malcorra, la Sayavedra y la conocida como de Artillería o Martínez— puede reconstruirse no sólo un modo de habitar la ciudad, sino también, en cierto modo, una sensibilidad colectiva frente al paisaje y el ocio.

LAS LAGUNAS DENTRO DEL PUEBLO
El trazado fundacional de 9 de Julio dejó, dentro de su propio perímetro, varios bajos naturales que actuaban como reservorios de agua. Con el crecimiento urbano, esas depresiones fueron lentamente rellenadas para nivelar las calles y facilitar el tránsito. Sin embargo, durante décadas conservaron su fisonomía original, convertidas en lagunas que alternaban entre el uso práctico —como depósitos pluviales— y el uso recreativo.
Entre las más conocidas de ellas se hallaba la laguna “de Beraza”, ubicada en el sector que hoy ocupan la Terminal de Ómnibus, la Plaza Italia y la Escuela Normal Superior. Este espejo de agua se mantuvo hasta finales de la década de 1920, en que fue gradualmente rellenado. Para ello se utilizó la tierra extraída de las calles en proceso de pavimentación y, en parte, residuos urbanos, como era costumbre en la época.
Junto a “la de Beraza”, otras lagunas configuraron la geografía de la postal urbana nuevejuliense: “la de Malcorra” (ubicada donde hoy se extiende el Parque “General San Martín”), “ la Sayavedra” y “la de Artillería” o “de Martínez”, situada detrás de la estación “La Trocha”. Cada una poseía su público, sus anécdotas y su particular fisonomía. Lo que las unía era el carácter espontáneo de sus usos: eran, ante todo, espacios de libertad.

 

LA LAGUNA DE BERAZA: ESPENDOR Y TRAGEDIA
En las dos primeras décadas del siglo XX, la laguna de Beraza se transformó en el epicentro del recreo ciudadano. En las tardes de domingo, familias enteras se congregaban en sus orillas para disfrutar de paseos en bote, practicar la pesca o simplemente contemplar el paisaje. En 1914 se ofrecieron paseos en bote a un precio de diez centavos por persona.
El emprendimiento se completaba con una carpa instalada a orillas del agua, donde los visitantes podían disfrutar de refrescos y masas. El ambiente era festivo, y el bote realizaba recorridos cortos sobre aguas tranquilas que, según se decía, albergaban pejerreyes de buen tamaño.
En noviembre del mismo año, la firma “Spina y Cía.” introdujo un segundo bote para atender la creciente demanda de paseos, manteniendo la tarifa de diez centavos por vuelta. Pero el esplendor del lugar coincidió con un episodio meteorológico adverso: las torrenciales lluvias de 1914, que provocaron una gran inundación en toda la zona. La laguna desbordó, anegando calles y viviendas.
El entusiasmo se quebró por un hecho trágico. En una jornada de recreo, una embarcación tripulada por jóvenes señoritas sufrió un naufragio. La muerte de un muchacho apodado “el Basquito” marcó el fin de una época. El suceso conmovió a la comunidad y llevó a que muchos vecinos decidan evitar las actividades en la laguna de Beraza.

 

Postal coloreada donde aparece la Laguna de Beraza.

LA LAGUNA DE MALDORRA
Tras el accidente en Beraza, los ojos de la población se dirigieron hacia otro punto del paisaje: la laguna de Malcorra, ubicada donde hoy se halla el Parque “General San Martín”, se extendía entonces un espejo de agua rodeado de pastizales y arboledas bajas dispersas. Muy pronto, ese entorno se convirtió en el nuevo paseo de moda.
Los cronistas relatan que, en los domingos siguientes al accidente, numerosas familias se dieron cita en Malcorra, atraídas por la tranquilidad del lugar y por la novedad de contar con un bote especialmente construido por Domingo Valdi. El pequeño navío se transformó en el centro de atención. Los paseos eran sencillos, pero llenos de encanto: recorridos cortos que permitían disfrutar del silencio, interrumpido apenas por el croar de los sapos y ranas.
El verano de 1915 alcanzó cifras notables: se estimaba que un domingo de enero más de quinientas personas se habían acercado a disfrutar de las aguas de Malcorra. Valdi incorporó más tarde una innovación técnica sorprendente: un bote impulsado por un motor a nafta, lo que atrajo aún más visitantes.

Laguna de Malcorra, ubicada donde actualmente se encuentra el Parque «General San Martín».

LA LAGUNA SAYAVEDRA: DEPORTES Y TRANSPORTE AL BALNEARIO
A comienzos de la década de 1920, el entusiasmo veraniego se trasladó a la laguna Sayavedra. En enero de 1922, las crónicas de prensa destacan que el sitio se hallaba muy concurrido, y que un grupo de bañistas había organizado partidos de waterpolo. La laguna se transformaba los domingos en un verdadero balneario improvisado, al que se llegaba en un colectivo que partía a las dos de la tarde desde el Café “Nippón”, propiedad de inmigrantes asiáticos, situado en la avenida Vedia y Bartolomé Mitre.
El vehículo, que conducía don José Aznar, padre del historiador nuevejuliense Henry Aznar, realizaba varios viajes, transportando a vecinos entusiastas y jóvenes deportistas. La popularidad del lugar fue tal que fotógrafos locales, como la Fotografía Adobato, registraron las escenas veraniegas. Las imágenes mostraban grupos sonrientes y botes en movimiento, testimonio del espíritu alegre de la época.

Laguna «Sayavedra», a comienzos de la década de 1920, convertida en balneario. A la misma podía concurrirse por medio de un ómnibus que partía desde la Plaza «General Belgrano». En el lugar se realizaban diferentes actividades recreativas. Cabe recordar que esta laguna eran considerada una de las «Tres Lagunas»

LA LAGUNA DE MARTINEZ: ENTRE LA DIVERSION Y EL PELIGRO
Quizá menos conocida respecto de las otras, otra de las grandes lagunas fue la situada detrás de la estación La Trocha, conocida como laguna de Artillería o de Martínez. El 3 de noviembre de 1925, un hecho trágico volvió a enlutar los recreos acuáticos: Santiago Martorella perdió la vida por ahogamiento mientras se bañaba con amigos. Al no saber nadar y encontrarse en una zona profunda, fue arrastrado hacia el fondo. La policía, con ayuda de vecinos, logró rescatar su cuerpo.
El episodio reavivó la conciencia sobre los riesgos de aquellas prácticas sin supervisión. Aunque las aguas eran limpias y los jóvenes se sumergían sin temor, la seguridad dependía de la prudencia individual.

LAS LAGUNAS COMO ESPEJOS SOCIALES
Los paseos en las lagunas no fueron simples pasatiempos: constituyeron verdaderos rituales de sociabilidad. En torno a ellos se articulaban formas de encuentro familiar y de amistad, cortejos juveniles y expresiones de convivencia.
El acceso económico —una vuelta en bote costaba apenas diez centavos— permitía que la experiencia fuera más o menos inclusiva. Frente a la existencia de algunos clubes un tanto más exclusivos, que más tarde dominarían la vida social y deportiva, estas lagunas ofrecían un espacio de conjeturada igualdad y participación colectiva. El paisaje aparecía acompañado de sonidos: el chapoteo del agua, el murmullo de las conversaciones, el canto de los animales. Con el paso del tiempo, la modernización urbana borró físicamente esas lagunas, pero su memoria persistió en la toponimia y la evocación oral.
Hoy, los nuevejulienses podemos seguir disfrutando de una laguna, en plena ciudad, que aunque no sea la original, es notable en su marco natural: el Parque “General San Martín”.
Las viejas lagunas no fueron sólo accidentes del terreno: fueron escenarios de vida, símbolos de una comunidad que supo encontrar belleza y recreo en su entorno. Evocar aquellos paseos es reconstruir parte del alma del 9 de Julio antiguo, donde las lagunas reflejaban los rostros de los vecinos y la identidad de un pueblo en formación.

FUENTES Y BIBLIOGRAFIA
– Archivo de Publicaciones Periodísticas “Escribano Ricardo G. López” de Diario EL 9 DE JULIO. Fondo de otros órganos periodísticos.
– Néstor José Gutiérrez: «Estructura social, usos y costumbres de 9 de Julio. 1910 – 1930», ponencia presentada en el Decimocuarto Congreso de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos Aires, organizado por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 9 de Julio, 2013.

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