

A lo largo de la historia de 9 de Julio, sobre todo desde los albores del siglo XX, la comunidad de 9 de Julio y sus organizaciones gremiales, sindicales o política, han conmemorado de manera muy diferente el Día del Trabajador.
Los periódicos de la época solían publicar notas editoriales
alusivas a la fecha y bregando por la defensa de los derechos de los
trabajadores. También, eran difundidos los eventos que se realizaban
en torno a esta fecha.
En su edición del 4 de mayo de 1924, EL 9 DE JULIO, hace referencia
a los actos que se realizaron ese año para conmemorar el Día del
Trabajador:
“El jueves –explica- celebró el proletariado de Nueve de Julio, la
fiesta del trabajo, suspendiendo sus cotidianas labores y todas las
actividades impulsivas de la mano de obra. Los gremios obreros se
replegaron en sus respectivas sedes y la banda de música en las
primeras horas de la mañana recorrió las calles de la población,
dejando oír el himno de la Internacional”.
“Por la tarde –añade la crónica periodística- un compacto grupo de
personas acompañado de la banda de música, se dirigió a la estación
donde esperó al tren que debía conducir a los oradores que trajeron
el saludo y la palabra de aliento y de perseverancia en los ideales
de emancipación. Llegado el convoy y al descender los emisarios de
las federaciones obreras, una salva de aplausos les saludó,
poniéndose en marcha la columna, sin ostentación de banderas, ni
símbolo alguno, en dirección a la Plaza Belgrano, en cuyo punto se
erigió la tribuna, que ocupó el representante de la Federación
Obrera de la Capital Federal”.
Por la noche, del mismo 1° de mayo de 1924, en el Teatro Rossini,
tuvo lugar una velada patrocinada por el Centro Socialista de 9 de
Julio.
“LA ACCIÓN MALÉVOLA DEL TRAPO ROJO”
No todos los vecinos veían con agrado que las organizaciones de
izquierda tuvieran a su cargo la organización de los actos
conmemorativos por el 1° de Mayo. Incluso la prensa fustigaba con
duros sueltos al respecto.
El periódico nuevejuliense “El Orden”, en su edición del 2 de mayo
de 1922 se pregunta, si “¿hay necesidad de sustraer este día de la
acción malévola del trapo rojo de la prédica disolvente de los
pescadores de río revuelto mal disfrazados de defensores del
proletariado dando al 1° de Mayo su significado verdadero, su
objeto?”.
“Existe –agrega el editorial de “El Orden”- la creencia de que el
día que nos ocupa tiene el solo móvil de recordar y condenar los
crímenes de Chicago. Y no hay tal. En dicho lamentable hecho tiene
su cuna el 1° de Mayo, pero su fin primordial y único era y es el de
que sirva para que obreros y patrones se confundan en una fiesta de
concordia, de comprensión mutua, que estrechará lazos para llegar a
mejoras recíprocas sin necesidad de situaciones de fuerzas ni de
derramamiento de sangre”.
“Para eso –dice- y por eso es la fiesta del trabajo. No se debe
permitir sigan aprovechando los mentidos redentores de la clase
obrera a cuya costa viven para sus prédicas envenenadas tendientes
siempre a obscurecer las conciencias, a ofuscarse con su sectarismo
intransigente. Todos somos trabajadores, quién no trabaja con el
músculo trabaja con el cerebro, y ambos se necesitan y se
complementan en la lucha por la vida que sostiene la humanidad. El
día 1° de Mayo, es el día de todos, destinado a que ese cerebro y
ese músculo se aproximen, se unifiquen si ello es posible, para la
marcha armónica de ambos, vale decir del capital y el trabajo”.
En esta línea, “El Orden”, se refiere a la “prédica insensata de
los lobos con piel de carneros que sedientos de sangre incitan a la
destrucción y al exterminio de sus semejantes para apropiarse de lo
mismo que combaten y erigirse más que en burgueses explotadores, en
tiranos despóticos y sin freno”.
EN EL DIA DEL TRABAJADOR… EN DEFENSA DEL ZARISMO
Por esos días de 1922, en la conmemoración del Día del Trabajador,
el periódico “El Orden” carga tinta contra lo que denomina “el
sectarismo rojo” y al que define como “enemigo del trabajo y del
capital, del hogar y de la patria”.
“Como trabajadores –afirma “El Orden”- y como argentinos, censuramos
la mala práctica de las comisiones encargadas de festejar el día del
obrero, el 1° de Mayo, haciendo caso omiso de los respetos que se
deben a la nacionalidad en que ellos se llevan a cabo. La
Marsellesa y el himno de los trabajadores se hacen oír a cada paso,
olvidando que el deber obliga antes de tocar cualquier otro himno el
de entonar el Argentino como homenaje a este gran país de libertades
y de acatamiento a su Constitución y sus leyes”.
El mismo artículo critica que “los cabecillas encargados de tales
actos, o son pichones de ácratas o no saben lo que hacen”.
“Creen hacer una ‘gauchada’ con largarse a la calle haciendo
escarnio de todo lo que sea patriotismo y de las leyes; olvidando
que la fiesta del 1° de Mayo es de todos los trabajadores sin
distinción de credo político… Nosotros, también trabajadores,
hacemos oír nuestra protesta por tales actos, asqueados de ver usar
insignias partidistas cuando estas no se amparen bajo la Bandera
Argentina y creemos que los obreros conscientes no deben cobijarse
bajo un trapo rojo, recuerdo de la barbarie y cuyas promesas son el
pillaje y el hambre como lo ha demostrado al mundo entero el soviet
erigido en gobierno en la famosa Rusia de los Zares, bajo cuyo mando
era el granero de Europa, y bajo la bandera roja no produce ni para
mantenerse así mismo”, opina el director del periódico “El Orden” en
su editorial concerniente al Día de los Trabajadores de 1922.
En los albores de la década de 1920, un sector del radicalismo, afín
al oficialismo local gobernante, mostraba intolerancia hacia algunas
organizaciones de izquierda o agrupaciones gremiales. Más de una
vez, durante las conferencias del Centro Socialista o de la
Federación Obrera, irrumpía con gritos o agresiones hacia los
oradores o el público. De ello también dan testimonio algunas
crónicas periodísticas.
Probablemente, el pensamiento de “El Orden” se hallaba encolumnado
en ese exaltado grupo de jóvenes radicales oficialistas; pues, ni
siquiera el periódico “El Pueblo” o “El Régimen”, que comulgaban con
el Partido Conservador, publicaban editoriales tan severos,
invocando el Día del Trabajador.
OTRAS MEMORIAS
Un decenio más tarde, en 1934, la comunidad de 9 de Julio hacía
memoria del Día del Trabajador y del origen de esta efeméride, con
una disposición bastante más tolerante.
El periódico “El Liberal”, editado en 9 de Julio, da cuenta del
programa que se había desarrollado aquel 1° de Mayo:
“Fue celebrado –así alude la crónica- bajo los auspicios del Centro
Socialista de 9 de Julio el Día de los Trabajadores. En la Casa del
Pueblo a las 12 horas se realizó un almuerzo de camaradería que
congregó a numerosos afiliados y simpatizantes los que rindieron
honores a diversos manjares, debiendo llevarse a cabo por la noche,
en el Cine 9 de Julio la velada cinematográfica que se había
organizado con tal fin. La lluvia que intempestivamente se descolgó
a la hora de la función restó algún éxito al acto al que, no
obstante, concurrió numeroso público. Hubo que lamentar también la
desgraciada circunstancia de que la película que se exhibió esa
noche, por un error de la casa de Buenos Aires, llegara después de
iniciado el acto.
Aquel 1° de mayo de 1934, además, pronunció una conferencia alusiva
el profesor Numa Romero y la empresa de cine del Teatro Rossini,
también facilitó gentilmente las instalaciones de la sala. También,
en las localidades de Patricios y 12 de Octubre se llevaron a cabo
actos conmemorativos.
El editorial que “El Liberal” publicó ese día manifiesta que “el
proletariado de todos los pueblos de la tierra donde ha logrado
penetrar la civilización; hace hoy un paréntesis a la abrumadora
tarea cotidiana y renueva fuerzas y se retempla para proseguir sin
desmayos la lucha sin tregua por su redención”.
“Al cruzarse –prosigue el texto de “El Liberal”- hoy de brazos el
productor universal y mirar en su derredor, al lado de cada
conquista hecha a fuerza de rudo batallar y de ingentes sacrificios,
verá proyectarse una sombra nefasta la reacción que, cual ave de
rapiña oteando a la víctima elegida, sólo espera un leve descuido,
un pequeño desfallecimiento de las masas, laboriosas, para anular
esas conquistas y ahogar en sangre las más nobles aspiraciones de
justicia social. Saben los representantes del capital y sus aliados,
que el proletariado ha de sustituirlos a breve plazo, y el sólo el
sólo pensar que la transmutación que tanto temen no tardará en
operarse, los pone fuera de sí y obliga a adoptar actitudes
decisivas”.
“El Liberal”, en otra parte de su editorial, denunciaba que “en
nuestra propia casa nos lo ratifican los aprontes belicosos de
nuestros oligarcas, que, contagiados por el ejemplo que le viene de
afuera y abroquelados en la sonoridad de sus apellidos, – refugio
seguro a donde no llega la gorra policial- no tienen a menos atentar
contra manifestaciones pacíficas, ni denostar públicamente
democracia y sus instituciones, proclamándose partidarios de los
regímenes de fuerzas imperantes en otros países”.
“Al final de esta lucha denodada y recia, habrá un vencedor. Y un
vencido. ¡Proletarios conscientes!: Que el paréntesis que hoy hacéis
a vuestra ruda tarea cotidiana, sirva para que reafirméis el
propósito de no reparar en sacrificios con tal de ser vosotros ese
vencedor!”, arengaba el periódico.
DIFERENTES MIRADAS
Como podemos apreciar en los textos transcriptos, la prensa
brindaba, según su perspectiva ideológica y proyección en la
sociedad de su tiempo, su reflexión acerca del Día del Trabajador.
Con el correr de las décadas posteriores y el surgimiento de otros
movimientos políticos y sociales, la conmemoración de este Día fue
adquiriendo otros matices.
Hay, sin dudas, un hecho común a lo largo del hilo conductor de la
historia lugareña: más allá de las opiniones, el Día del Trabajador
ha sido y sigue siendo una jornada para reafirmar los derechos de
los trabajadores y su mutua solidaridad; reconocer y homenajear a
todos aquellos que, con su esfuerzo cotidiano, han jugado y juegan
un papel fundamental en el desarrollo y bienestar de la sociedad.