Por Héctor José Iaconis.
Quizá los pararrayos sean los instrumentos que, al contemplar la arquitectura de un edificio patrimonial, el observador con ojo poco avezado, menos ponga atención. Algunos son casi imperceptibles desde el suelo, dada la altura de las torres y otros quedan relegados a un segundo plano frente al diseño monumental de las cúpulas o linternas que rematan.
En líneas generales un pararrayos es un terminal externo instalado en un edificio o estructura, cuya finalidad es la de atraer un rayo para tener un punto de choque controlado. De esta forma, se impide que aquel impacte en una zona no deseada, causando daños a personas o bienes materiales.
Sin bien existen varios tipos de pararrayos, todos poseen una morfología análoga en su composición, consistiendo su instalación en tres elementos básicos: el sistema de captación (compuesto por una o varias puntas sobresalientes, donde impactará la descarga durante la tormenta eléctrica y el respectivo mástil), los conductores de bajada y las puestas a tierra. En épocas más modernas, se añade a ese conjunto primordial una protección contra sobretensiones.
De una larga y rica historia, su desarrollo técnico se debe a la invención de Benjamín Franklin, a los aportes posteriores de Georg Wilhelm Richmann y a los estudios más complejos, ya entrado el siglo XX, desarrollados por Nikola Tesla.
LOS MAS ANTIGUOS EN 9 DE JULIO
En 9 de Julio, estos instrumentos de protección llegaron en las postrimerías del siglo XIX y comienzos del XX. Atilio Ferragutti que, entre otras tareas, se ocupaba de vender en el pueblo materiales eléctricos, exhibió en la década de 1890 algunos pararrayos. En realidad, mostró varios modelos de los sistemas de captación, tal vez acoplados a un mástil más o menos ornamental o sobre una veleta. Desafortunamente, la escueta noticia periodística de la época nos priva de saber si, en aquella ocasión, logró vender o instalar alguno.
A finales del siglo XIX, en el pueblo no existían aún edificios de altura, por lo cual se consideraba innecesario asumir el costo de su adquisición e instalación.
De los pararrayos más antiguos, ubicados en la actualidad en la planta urbana de la ciudad, ocupa el primer lugar el que remata la antigua torre-tanque de aguas corrientes, ubicada en el predio de ABSA. Ese pararrayos fue instalado poco antes de la inauguración de la torre, en septiembre de 1905.
Otro pararrayos antiguo, cuya preservación inicial en su disposición original se debe a Gildo Miglierina, es el que aún se encuentra en la vivienda que perteneció al doctor Raúl Potetti, en la avenida Vedia entre Cavallari y La Rioja, donde actualmente funciona un local comercial. En ese solar existió otra vivienda, que fue sede del viceconsulado Italiano y, más tarde, residencia del doctor Felipe Cantón. Al ser demolida la vieja construcción, la instalación del pararrayos se preservó, colocándose en la nueva residencia, donde aún existe.
El del “Quaizel Hotel” y el de la Iglesia Catedral son cercanos en el tiempo de instalación, ambos en la década de 1930.
Los antiguos pararrayos poseen un valor cultural e histórico como elementos representativos del patrimonio arquitectónico e industrial, hoy ampliamente estudiados y caracterizados por las instituciones internacionales abocadas a promover su protección. Un desafío de nuestro tiempo, como ocurre con tantos otros objetos del patrimonio histórico de la comunidad, consiste su garantizar su adecuada conservación.
