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Nueve de Julio
viernes, mayo 3, 2024

Colegio «San Agustin». 60 años de presencia marianista en 9 de Julio

La historia del Colegio Marianista «San Agustín» comenzó varios años antes de la fundación formal del Colegio, hecho del cual se celebraron recientemente los 60 años. Efectivamente, fue monseñor Herrera, primer obispo de 9 de Julio quien inició los trámites con la Congregación para su instalación en 9 de Julio, unos tres años antes.
La llegada a 9 de Julio a los padres y hermanos de la Compañía de María marca un hecho muy importante en la historia de la Iglesia diocesana y, particularmente, para la vida consagrada en 9 de Julio. Por primera, una congregación masculina instalaba su casa en la ciudad, para fundar un nuevo colegio que ya contaba la aprobación del CONSUDEC.
Los Marianistas ocuparían el edificio que, durante el gobierno pastoral de monseñor Herrera había comenzado a construirse, en el mismo lugar donde había funcionado la sede del Obispado y donde actualmente se encuentra el Colegio.
El 7 de enero de 1963 llegó a la ciudad la primera comunidad religiosa Marianista, integrada por cinco religiosos, un sacerdote y cuatro hermanos: Fermín Fernández, quien ocuparía el cargo de director del nuevo instituto; Lorenzo Aspe (“El Vasco”), Juan Carlos Moreno y Martín Rivas.
Luego de un par de meses de ardua labor para poner las instalaciones en condiciones para su funcionamiento, el 18 de marzo de 1963 comenzaron los cursos correspondientes a ese año lectivo. La inauguración oficial tuvo lugar a comienzos de mayo del mismo año, en un acto que presidió el obispo diocesano, acompañado por las autoridades municipales de entonces y por un conjunto de vecinos que se acercaron para ser parte de ese momento trascendente.

Colocación de la piedra fundamental del Colegio Marianista «San Agustín»,el 2 de julio de 1960

LOS PRIMEROS PASOS
Cuando los Marianista fundaron el nuevo colegio en 9 de Julio, en 1963, el mundo, la Iglesia y la sociedad, atravesaban procesos de grandes cambios. La celebración del Concilio Vaticano II, ponía a la Iglesia Católica frente a los grandes desafíos del mundo moderno.
Paul-Joseph Hoffer, era el superior general de los Marianistas de 1956 y debía conducir a su Congregación a la luz de las nuevas enseñanzas del Concilio. Ese mismo año de 1963 visitó la Argentina y alentó la obra que los religiosos estaban realizando en las diferentes comunidades.
En 1963 el Colegio comenzó con una matrícula de 83 alumnos: 44 en cuarto grado, 28 en quinto grado y 21 en sexto grado. También se incorporaron los primeros dos años del bachillerato. Al cabo de dos años, el número había ascendido a 105 matriculados y, en 1973 había 298 alumnos.
Ni bien fue abierto el Colegio, también se habilitó el denominado internado para los alumnos pupilos, que se encontraba ubicado donde más tarde se instalaron las salas del nivel inicial. Aún no había sido concluida la edificación de la casa de la comunidad religiosa, por lo tanto el dormitorio de los religiosos se encontraba dentro de las instalaciones del edificio central. Para la recreación de los alumnos internos, existía un espacio, denominado «El Ateneo», con juegos de mesa.
Si bien el colegio comenzó funcionando como diocesano, un año más tarde, el Obispado de 9 de Julio transfirió el edificio a la Compañía de María. Existe un documento que da cuenta de la difícil situación económica que se debió afrontar al momento de construir el edificio del nuevo Colegio y, al mismo tiempo, edificar la sede de la Curia Eclesiástica. En algunos sectores de la sociedad, así lo refleja el padre Alfonso en su brillante artículo, «la aparición de un centro de enseñanza confesional católico provocó prevención y sospecha», las cuales habrían de disiparse con el correr de los años y con la encomiable labor de la Asociación de Padres que surgió en esos días.
La brevedad del espacio periodístico nos impide ahondar en los detalles de la vida del colegio en esos primeros años; pues, al indagar al respecto, una innumerable cantidad de anécdotas y recuerdos, propio de la cercanía en el tiempo, se conjugan para dar forma a una riquísima historia. Como lo sugerimos, en la nota de ayer, será ese un tema para futuros estudios.
Con el correr de los primeros años, en la primera década, el Colegio recibió el aporte de nuevos religiosos: Agustín Calzada, Luis Díaz Varela (aún se recuerda la gol que conquistó con la mano), Vidal Ochoa, Rafael Morales, Carlos Ruiz, Secundino Martínez, Eliseo González, Arturo Pérez, Juan Atucha, Enrique Barbudo, José Luis Fernández (a quien apodaban, afectuosamente, “Manija”) y Fernando Bringas, entre otros.
Entre los primeros rectores se encontraron, además de Fermín Fernández (1963-1965), Vidal Ochoa (1966-1967), Juan Atucha (1968-1969), Enrique Barbudo (1970-1972), Manuel Madueño (1973-1975) y Modesto Andrés (1976-1979).
Cada uno de los rectores, en las primeras décadas de vida del Colegio le imprimió rasgos característicos. Por ejemplo, según recordaba el padre Alfonso Gil, el padre Juan Bautista Atucha, entre 1968 y 1969, realizó una gestión con « inconfundible sello personal de exigencia y organización»; mientras que, el padre Enrique Barbudo, entre 1970 y 1972, « dio pasos que costaron para limpiar la imagen del Colegio de cierto clasismo y también para convertirlo en un centro de evangelización de la zona, especialmente de la juventud, con las misiones juveniles por diversos pueblos de la región».
«La comunidad y el colegio vivieron aquellos años, en realidad, un doble objetivo que no se pudo realizar plenamente: ser colegio y ser centro misionero; pero causó impacto aquella llamarada y aún se recuerda», expresaba el padre Alfonso.
En 1973 se produce la llegada el Colegio de uno de los religiosos más admirados por quienes vivieron la experiencia de ser educados por los mayoristas: Calixto Menoyo. Ese mismo año, comenzaron a admitirse mujeres en el ciclo primario, incrementándose la matrícula de alumnos. Un año más tarde, fue cerrado el internado de varones.
A comienzo de la década de 1980, se realizaron algunas modificaciones en estructura del edificio original, demoliéndose la antigua cocina y una parte del dormitorio de los religiosos, para la construcción de denominado «patio cubierto» y de nuevas aúlas; obra que fueron inauguradas en septiembre de 1984.
La preocupación por una educación integral ha sido siempre un cometido fundante en la experiencia pedagógica marianista. El aspecto deportivo ocupó, en este sentido, un lugar esencial. Pocos años después de fundado el colegio, los religiosos fundaron la fundación del denominado «Club San Agustín»,

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