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Nueve de Julio
jueves, abril 25, 2024

Recordando a un amigo


El 18 de marzo, falleció Ricardo Manuel Labandeyra, un gran amigo de toda la vida, un hermano por elección. Convivimos en La Plata durante parte de nuestras carreras universitarias. Compartimos éxitos y frustraciones, aciertos y errores, nos acompañamos en momentos difíciles y pérdidas de seres queridos, en fin, una vida de amistad y respeto que se extendió a nuestras familias.
Ricardo era obsesivo de la perfección; cuando estaba seguro de un juicio, un consejo, una opinión o solución, se transformaba en “insistidor”, en su afán de
ayudar.
Si tuviera que definir a Ricardo con una palabra, esta es “SERVICIO”. Servicio con su familia, atento siempre a esposa, hijos, yernos y nietos. En contacto periódico con Marta, su hermana que vive en el sur, con su familia materna de Junin y paterna de La Plata y últimamente con su sobrino Hipólito que emigró a España para ejercer la profesión de médico. Para con los fallecidos, en particular su hermano Guillermo, que era un hombre público; fue celoso custodio de su buen
nombre y honor.
Servicio cuando le tocó dirigir el ANSES local. Lo transformó, cuidando al extremo, la atención a los vecinos, que si lo necesitaban para consulta o solución de algún problema, lo encontraban siempre.
Servicio con un amigo común, Jorge Martín que trabaja aspectos históricos de 9 de Julio, siendo Ricardo su colaborador permanente en estas investigaciones.
Servicio para aportar a nuestro reencuentro. Cuando el vértigo de la vida fue aflojando para nosotros y comenzamos a darnos tiempo para pensar en nuestras
experiencias y tratar de atender lo valioso de ella y descartar lo superficial o menor, empezamos a comunicarnos con los amigos de la infancia, adolescencia y juventud y decidimos que había llegado el momento del reencuentro. Cada uno transitó un camino y varios de nosotros dejamos de vernos por algunos años.
Hicimos muchos amigos por nuestras actividades, pero la amistad construida en nuestros primeros años de vida, para el grupo, es la más importante. Decidimos entonces, a principio del nuevo siglo a reunirnos una vez al año, con las mujeres en mi casa, que luego se transformó en 3 ó 4 encuentros anuales en distintos sitios.
El afecto puesto de manifiesto y la alegría de vernos, provocó que las reuniones duraran hasta la noche si era almuerzo y hasta la madrugada, si era cena. En la
sobremesa aprovechábamos para hablar de nosotros, de la vida y lo agradecido que estábamos con ella a pesar de las dificultades, a recordar y contarnos historias de la familia, muchas de ellas graciosas, imaginar el futuro, y nunca faltó el recuerdo y brindis para los amigos ausentes.
A la mañana siguiente, porque todo el tiempo era poco, desayunamos juntos, antes que los amigos emprendan el viaje de regreso a sus domicilios.
Querido Ricardo, tu servicio no fue inútil, el espacio que dejas es irremplazable, tus huellas son profundas e indelebles.
Has sido un protagonista de la vida y no un espectador. Siempre estarás en nuestros recuerdos, siempre estarás en nuestros corazones.
Abrazo amigo.
Juan José Cavallari

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