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viernes, abril 19, 2024

Juan Bautista, Lasthenia y Julio. Una historia contrariada

Por Héctor José Iaconis.
Juan Bautista Alberdi y Julio de Vedia (el fundador de 9 de Julio) parecen tener poco en común. Si se recorren las biografías de ambos se encuentran poquísimos rasgos comunes. Más aún, sin dudas, la posición crítica de Alberdi con respecto al conflicto bélico con el Paraguay, que originó uno de sus libros más difundidos llamado »El crimen de la guerra», haya despertado cierta antipatía por parte de Vedia, quien había tenido participación gravitante de esa contienda.
Sin embargo, pese a ser dos figuras cuyos caminos se bifurcan, Alberdi y Vedia tuvieron algo en común: amaron a la misma mujer.
Aquí, a través de esta breve crónica, hemos de recordar algunos aspectos de esa historia de amor, siguiendo sobre todo las noticias que nos brinda la brillante biografía de Alberdi escrita por Jorge Mayer.

EN MONTEVIDEO
A comienzos de la década de 1840, en la esquina que formaban la Florida y Paysandú “en el barrio conocido por Buenavista” de “Nueva Troya” (así llamaban en la primera mitad del siglo XIX a la ciudad de Montevideo), existía un caserón, llamado “Mirador Recayte ó Rescate”. En la planta baja de ese edificio vivía el general Félix de Olazabal, quien lo habitaba con su esposa Manuela de las Cagigas del Castillo, sus hijas y otras personas de su familia, entre ellas su sobrina Lasthenia Videla, de nacionalidad chilena.
Tanto Olazábal, como muchos otros argentinos, en su mayoría unitarios, se habían radicado en Montevideo como consecuencia de la intolerancia del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas.
En la parte alta de la casa donde vivía Olazábal vivía el general Nicolás de Vedia con su familia, entre ellos su hijo menor Julio de quien nos referiremos más adelante.

EL NACIMIENTO DE UN AMOR
Juan Bautista Alberdi, quien con el tiempo será considerado padre de la Constitución Argentina de 1853, por entonces un joven abogado, buscó también refugio en Montevideo. Allí se vinculó con los demás emigrados argentinos y, sin dudas, debió asistió a las tertulias que solían realizarse en la casa de los Olazábal.
Es probable que allí haya conocido el joven Alberdi, de 32 años de edad, a Lasthenia Videla, alrededor de 1842.
Alberdi cautivó a Lasthenia con sus halagos y galaterías y, a partir de entonces, comenzó una relación de amor entre ambos. Desde entonces compartían paseos y las veladas de música en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson.

ENTRE CARTAS Y REPROCHES
El amor que Alberdi sentía hacia la joven chilena parecía ser fuerte, así lo afirmaba a sus amigos; pero aún así, no debió alcanzar como para anteponerlo a su viaje a Europa que emprendió en 1843 y que habrían de separar casi para siempre a los enamorados.
Después de recorrer parte de Europa, el 2 de noviembre de ese año, Alberdi se embarcaba en el “Jeune Pauline”, con rumbo hacia las costas americanas. Durante el viaje registraba en su Diario personal: “Una de las cosa que me afligen cuando pienso que podré ir a Chile es la idea que abandonaré a Lastenia, quién sabe hasta cuando o quizá para siempre”.
El barco atracó en Río de Janeiro, el 14 de diciembre de 1843, donde permaneció Alberdi hasta febrero del siguiente en que se alejó hacia Chile, en el velero inglés “Benjamin Hort”.
Establecido en Chile, no podía dejar de recordar a su amada Lasthenia y en su Diario reflejaba un confuso amor, escribiendo: “Porque no he ido a Montevideo, como quisiera que estuviese a consolar a Lastenia. A estar con ella en los días de peligro, a sufrir con ella?… Yo le he prometido verla en la primavera que viene… esta esperanza, esta idea me llena el alma de una dulce y tonta alegría en este instante, mis ojos se humedecen. Sí, la veré antes de un año en el Plata. Dios mió, has que la cadena de mis días no se corte, hazlo por ella”.
Aunque lejos, los novios se intercambiaban sendas cartas, y procuraban enviarse mensajes con sus comunes amigos. Desde Valparaíso, carta del 13 de enero de 1846, Alberdi pedía a Patricio Ramos, médico del puerto de Montevideo, dijese a Lasthenia que “ninguna posición a que me conduzca el poder de las cosas será capaz de destronarla de mi corazón”.
Alberdi, entre sus apuntes o en su Diario solía dibujar el rostro de su amada, recordaba su perfil y deseaba plasmarlo en el papel en trazos casi infantiles.
En otra, enviada por intermedio de Estevan Echeverria, en abril de 1848, le escribía: “Mi inolvidable queridita: Echeverría me ha dado el placer de hablarme de ti. Hubiera preferido que tú misma me diera ese gusto; pero quizás he perdido el derecho de esperar tal cosa…aún no te he olvidado aún me gustan las caras que me recuerdan la tuya, todos los acentos, que se parecen a tu habla. Tu nombre siempre trae música para mi oído. No he dado mi corazón, ni comprometido mi mano a otra mujer… no me hallo en aptitud de exigir nada… pero te aseguro que mi alma se alegra intensamente cada vez que oigo que estás soltera”.
La relación habría de concluir pronto. Miguel Cané acompañaba a Lasthenia a las tertulias y al teatro. Intentaba mitigar el dolor de la muchacha que esperaba el regreso de Alberdi, quien alimentaba las esperanzas de una relación duradera.
En una carta de febrero de 1845, Cané dirigía a Alberdi palabras duras, con claros reproches acerca de la forma en que se comportaba con Lasthenia: “La pobre niña está desesperada moribunda, ya no sé que decir porque una palabra sola, tendiente a que olvide a Ud. sería matarla. Me parece ridículo también que Ud. hombre formado le mande retrato, recados… y mil otras sonseras para hacerle crecer una pasión o santificar las esperanzas”.
Para ese entonces ya la vida afectiva de Alberti tornaba a complicarse, pues mantenía idilios con varias mujeres de la sociedad chilena y los vínculos con Lasthenia Videla comenzaban a ser más lejanos.
Aún se conservan algunas cartas que testimonian la relación breve entre Lasthenia Videla y Juan Bautista Alberti. No obstante haya sido corta y, en su mayor medida epistolar, a juzgar por el tenor de las cartas se deduce que fue intensa.

EL CASAMIENTO CON JULIO DE VEDIA
Poco después de romper con Alberdi, Lasthenia comenzó un noviazgo con Julio de Vedia, por entonces un joven artillero que, como se dijo, vivía en el mismo edificio que Lasthenia.
Julio de Vedia y Lasthenia Videla contrajeron matrimonio el jueves 29 de abril de 1852, en la Iglesia de San Francisco de Asís de Montevideo, durante una ceremonia que celebró el Teniente Cura Zenón Aspiazu.
Desde aquel día feliz en cual unía su vida a la de “su Lasthenia”, como acostumbraba llamarla, a Julio de Vedia le cupo emprender complejas actividades, por así llamarlas, en torno a su carrera militar. Meses más tarde luchó en la Batalla de Caseros luego en las de Cepeda y Pavón, para luego desempeñarse en la frontera con el indio.
Junto a Lasthenia vivió en Bragado y, más tarde, en 9 de Julio. Ella también integró el contingente que fundó esta ciudad y en el naciente pueblo vivió por espacio de poco más de un año. Aquí también, en medio del desierto, acompañando a su esposo, le tocó llorar la muerte de su hijito, a pocos meses de nacer (no sería esa la única vez que llorará la muerte de un hijo).
Con el correr de los años, el general Vedia, participó de la Guerra de la Triple Alianza, fue el primer Gobernador del Chaco y dirigió el Colegio Militar de la Nación. En todas esas ocasiones, la presencia de Lasthenia fue significativa en su vida.
Lasthenia no era una mujer culta, quizá como lo era su hermana política Delfina de Vedia, esposa de Bartolomé Mitre. No obstante, gustaba de escribir poesías y tenía un don especial para la redacción de sabrosas cartas familiares que eran la delicia de los destinatarios.
Como se ve las vidas de Lasthenia y la de su primer novio, Alberdi, tomaron por diferentes caminos. Este se radicó en Europa, donde fue ministro plenipotenciario y embajador en Londres, París, Madrid y Roma, así como también destacado estadista, jurista y escritor.
Una pregunta subyace a esta altura: ¿Alberdi y Lasthenia volvieron a encontrarse?. Dos historiadores, Alberto G. Padilla y José Ignacio García Hamilton, aunque con diferentes proyecciones, consideran que existió tal encuentro.

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