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Nueve de Julio
martes, abril 23, 2024

El Cardenal Pironio fue declarado venerable por el Papa Francisco


Se dio un paso más en el proceso de beatificación del Cardenal nuevejuliense Eduardo Pironio. Este viernes 18 de febrero se dio a conocer el decreto mediante el cual el Papa Francisco lo declaró venerable, al reconocer «las virtudes heroicas del cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio». Además de ser obispo de Mar del Plata, fue presidente del Consejo Pontificio para los Laicos y uno de los creadores de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Ahora será la comisión médica del Vaticano la que decidirá sobre la beatificación de Pironio. Deberá analizar un posible milagro en la curación de un niño argentino que había respirado y tragado polvo de cobre.
Desde la Iglesia Católica destacan la personalidad de Pironio que se caracterizó por la esperanza y la alegría, ligada a la espiritualidad mariana, propia del Magníficat. Pastor paterno, manso, acogedor, firme pero comprensivo, en su trabajo dio importancia a las relaciones personales. Para él, las relaciones eran primordiales: construir amistades y hacer crecer al otro a través de los encuentros.
Eduardo Francisco Pironio nació en 9 de Julio, el 3 de diciembre de 1920, hijo de José Pironio y de Enriqueta Buttazzoni. El 3 de febrero de 1921, el Siervo de Dios Eduardo Francisco Pironio, con el tiempo Cardenal, fue bautizado en la Parroquia de Santo Domingo de 9 de Julio. Recibió el sacramento del Bautismo por ministerio del cura párroco Alejandro Borghi, siendo sus sus padrinos, Pedro y Luisa Teresa Pironio.
La Iglesia mantiene viva y actualizada la persona y la vida del Cardenal Pironio, que dejó huellas indelebles en la Iglesia argentina, latinoamericana y universal, como también reza por su beatificación.

En Vatican News se destaca de Eduardo Pironio el «Compromiso con los jóvenes», al respecto el informe señala: «Ordenado sacerdote el 5 de diciembre de 1943, desempeñó diversas funciones en su país y en 1962 participó como observador en la sesión inaugural del Concilio Vaticano II, mientras que al año siguiente fue nombrado entre los «expertos». Ordenado obispo el 31 de mayo de 1964, ejerció su ministerio en varias diócesis. Estaba al frente de la diócesis de Mar del Plata cuando en 1974 Pablo VI le invitó a predicar los Ejercicios Espirituales en la Curia Romana, donde luego recibió varios nombramientos. El mismo Pontífice lo creó cardenal el 24 de mayo de 1976. Juan Pablo II le confirmó como Prefecto del Dicasterio para los Religiosos, especialmente comprometido en fomentar y apoyar la renovación conciliar de los religiosos. A partir de 1984, como presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, eligió tres prioridades: formación, comunión y participación. Se comprometió, en sintonía con el Papa Wojtyla, en la promoción y el discernimiento de los nuevos Movimientos Eclesiales, pero su corazón estaba dirigido sobre todo a los jóvenes. Su nombre está ligado a las Jornadas Mundiales de la Juventud y a los encuentros, de los que fue uno de los iniciadores. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por la enfermedad, ya que asumió la carga de un sufrimiento cada vez más agudo con confiada esperanza, ofreciéndola, como escribió, «por la Iglesia, los sacerdotes, la vida consagrada, los laicos, el Papa, la redención del mundo».

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