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viernes, marzo 29, 2024

La vitamina E es una vitamina soluble en grasas y que actúa como antioxidante.

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Se descubrió en 1922, cuando se reveló que curaba problemas reproductivos en ratas alimentadas con una dieta rica en aceites vegetales. Por este motivo se identificó como “la vitamina de la fertilidad”. Sin embargo, la sustancia química que causa estos efectos no se conoció hasta 1978, y se denominó tocoferol. Toco significa nacimiento, y ferol quiere decir producir o dar a luz.
La vitamina E tiene un gran poder antioxidante, contribuyendo a la protección de las células frente a la oxidación ocasionada por radicales libres, compuestos que se forman cuando el cuerpo transforma los alimentos consumidos en energía. Las personas también están expuestas a los radicales libres en el ambiente, como el humo del tabaco del cigarrillo, la contaminación del aire o la radiación solar ultravioleta.
Otra de las funciones de la vitamina E es la estimulación del sistema inmunitario, además de ayudar en su función a la vitamina K (anticoagulante), previniendo la formación de trombos; y a la vitamina A, evitando la oxidación de ésta en el intestino.
La vitamina E tiene una elevada resistencia al calor y a la acidez, pero presenta una gran sensibilidad a la luz y al oxígeno, por lo que los alimentos que la contienen suelen envasarse en recipientes cerrados y oscuros para protegerlos de estos agentes.
Esta vitamina se encuentra en muchos alimentos, aunque sus fuentes principales son las que contienen una importante proporción de grasas, como los frutos secos o los aceites vegetales, pero también está presente en algunas frutas y hortalizas. En los productos animales se almacena en la grasa, y en los vegetales, en semillas y en hojas verdes.
Entre los aceites fuentes de vitamina E podemos encontrar, el de oliva, girasol, maíz, soja, germen de trigo, la semilla de pepitas de uva, aceite de colza o el de cártamo.
Los frutos secos como almendras, nueces, avellanas o pistachos también son muy ricos en esta vitamina, así como las semillas de girasol o calabaza. También las hortalizas de hoja verde como la espinaca, y el brócoli, y así frutas frescas como la palta o el mango, o frutas desecadas como las pasas, los dátiles e higos.
Las grasas animales como el aceite de hígado de bacalao, los pescados y las vísceras también son fuente, aunque en menor medida.
También podemos encontrar algunos alimentos procesados a partir de fuentes naturales o que lleven vitamina E añadida, entre los que se encuentran algunos cereales para el desayuno, jugos de frutas, margarinas o algunas salsas hechas con aceites vegetales.
La cantidad diaria necesaria de vitamina E varía en función de factores como la edad o etapa biológica, siendo de 15 gramos para una persona adulta sana, y alcanzando los 19 gramos en mujeres lactantes. No obstante, estas cantidades son inferiores en niños. En algunos países la cantidad diaria de vitamina E se establece en función de la cantidad de ácidos grasos poliinsaturados de la alimentación, debido a que estos son muy susceptibles a la oxidación, generando radicales libres que son neutralizados con los niveles adecuados de vitamina E.
El déficit de esta vitamina no es frecuente, pero puede producirse en personas fumadoras, en aquellas que hagan dietas muy bajas en grasa o en las que tienen problemas de mala absorción (ejemplo, en caso de inflamación de la mucosa intestinal). Las personas con déficit de vitamina E pueden presentar anemia, dolor de las extremidades, problemas de visión y debilitamiento del sistema inmune.
El consumo de suplementos de vitamina E siempre debe hacerse tras la consulta con un profesional para evitar contraindicaciones.
Sin embargo, las necesidades de vitamina E deben cubrirse a partir de los alimentos, en forma natural, sin necesidad de recurrir a suplementos o a alimentos fortificados en esta vitamina.
Por otra parte, consumir la vitamina E presente en los alimentos no es peligroso ni perjudicial, aunque se han descrito casos de hemorragia en personas que han tenido una ingesta muy alta de esta sustancia, sobre todo en forma de suplemento.
Los pacientes que toman anticoagulantes tienen que someterse a controles de sangre periódicos. Por este motivo se ha establecido un límite máximo tolerable de unos 1.000 miligramos al día. Además, los suplementos dietéticos con altas dosis de vitamina E pueden presentar interacciones peligrosos con algunos medicamentos.
Sofía Villarrica
Lic. en nutrición
M.N.: 7103 M.P.: 2763
Atiende en:Centro de Diagnóstico IMC –
Cnal. Pironio 255 – Turnos: 425299
Consultorios Ceinsa – Yrigoyen 1339 –
Turnos: 520111

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