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Nueve de Julio
viernes, marzo 29, 2024

Juan P. Bonello («Juancito»)

juanbonello2 Un hombre de bien que hizo culto de la amistad

* Aunque no había nacido en esta ciudad, se estableció junto a sus padres siendo apenas un niño.
* En 9 de Julio transcurrió su vida, cosechando el cariño sincero de todos quienes tuvieron el privilegio de conocerlo.
* Bueno, esencialmente bueno, fue un genuino ejemplo del ser solidario por naturaleza.
* Radioaficionado, entre los primeros que ejercieron esta actividad en 9 de Julio, marcó una importante trayectoria.

La amistad ha sido, desde los tiempos más remotos de la historia de Occidente, una de las afecciones más analizadas. Los griegos representaban a la amistad con la figura de una joven que vestía una túnica sujeta con broches, con una mano puesta sobre el corazón y la otra descansada sobre un pequeño olmo, herido por el rayo, a cuyo tronco se enroscaba una cepa cargada de racimos.  El olmo representaba el infortunio, al que la amistad no teme, mientras que los racimos de vid simbolizaban la dulzura de los consuelos que, en la amistad, puede hallarse.
Los romanos simbolizaban la amistad también con la figura de una mujer joven, de vestir sencillo y tocada con una corona de mirto y flores de granado. En su mano, portaba dos corazones encadenados.
En ambos casos, para unos y para otros, la amistad tenía una condición sustancia; constituía la extensión de una afección benévola y se inspiraba en la más noble forma.
Así como en la historia universal han resplandecido las amistades entre Orestes y Pilates, Conradino de Hohenstaufen y Federico de Baden, Black y Hutton o Ludovico de Baviera y Federico de Austria, entre millares de  otros casos, en la historia de 9 de Julio han sido celebradas memorables relaciones de amistad que han sobrepasado las barrera del tiempo: Julio de Vedia y Miguel Vaschetti, Ventura  de Mouchard y Dolores de Robbio, Antonio Aita y los hermanos Cano, Ramón N. Poratti y Tomás Cosentino, el padre Domingo Güida y monseñor Dionisio Napal, Armando Palacios y José García, Alfredo Kludt y Felipe Menéndez, Nicolás Robbio y Manuel B. Grego, Ambrosio Martínez y Emilio Adobato, Egidio Magni y Victorio Cavallari, Roberto Murillo y Aldo Baamonde, respectivamente, y muchísimas otras, que fueron tan constructivas y edificantes en el quehacer de la sociedad de su tiempo.
Un claro ejemplo de esa amistad perdurable fue el de la «Barra de los Cinco», integrada por un grupo de radioaficionados nuevejulienses, que durante décadas, por medio del éter, estuvieron unios en fraternal comunicación. Se trató aquella de una amistad que, más allá de las comunicaciones radiales, también se extendió hasta la desaparición física de sus miembros.
Hoy, en nuestra edición semanal, a modo de sucinta semblanza, queremos evocar a uno de los integrantes de aquel grupo de radioaficionados: Juan Pedro Bonello («Juancito»), quien en su paso por la vida hizo un culto de la amistad en la más elevada acepción.

NACMIENTO E INFANCIA
Juan Pedro Bonello, a quien todos denominaban por el apodo de «Juancito», había nacido en el Partido de San Martín, provincia de Buenos Aires el 4 de noviembre de 1911. Sus padres, Lorenzo Bonello y Fortunina Fasce Acame pasaron, más tarde, por Chivilcoy. Allí, don Lorenzo, junto a un hermano suyo, se inició en la fabricación de jabón.
Promediando la década de 1910, sus padres se establecieron en 9 de Julio. Aquí, Lorenzo Bonello, instaló una jabonería, detrás de la estación del Ferrocarril del Oeste, en las inmediaciones de la esquina de las actuales avenidas Rastreador Fournier y Almirante Brown.

EN LA ESCUELA DEL MAESTRO CABRERIZO
Juan Bonello cursó sus estudios primarios y secundarios en la escuela particular del maestro Elías Cabrerizo (1881-1965). Al egresar de este establecimiento, que tenía un plan de estudios con orientación comercial, obtuvo el título de Tenedor de Libros, otorgado merced a la adscripción  con la Academia Fossa.

LA CURTIEMBRE DE BONELLO
«Juancito» Bonello tenía cinco hermanos, tres mujeres y dos varones (Luis y Tomás). Luego de dejar la industrialización de jabón, junto a Tomás, se dedicó al trabajo con el cuero hasta acogerse a los beneficios de la jubilación.
En la zona fue, de hecho, muy famosa la curtiembre de cueros de Bonello, cosechando un bien ganado prestigio comercial.

LA RADIOAFICION
Aunque tenía por hobby la pesca y el gusto por el automovilismo, sin duda, su afición predilecta fue la radio. Habiendo obtenido como radioaficionado la licencia LU5DJM, se inició siendo muy joven, cuando esta actividad se encontraba poco menos que en los albores en esta ciudad.
Al principio, interactuó no solamente en fonía, también incursionó en radiotelegrafía. Junto a otros entrañables amigos, tales como Mansilla, Mandazáz, Urteneche, Navone, Castrovinci, Crosa y otros legendario radioaficionados formó «ruedas» de charlas a través del éter.
En la fundación de la primera Peña de Radioafi-cionados que funcionó en esta ciudad, tuvo un rol gravitante, así como en ocasión de la creación del Radioclub de 9 de Julio.
Como radioaficionado recibió muchas distinciones por su ayuda en diversas situaciones, tales como inundaciones, terremotos o eventos trascendentes. Por citar, aún se conserva una nota, fecha en Santa Rosa, el 2 de septiembre de 1948, dirigida desde la Secretaría de Salud Pública, por la colaboración prestada “al facilitar la comunicación radiotele-fónica entre la Delegación de Chubut y la de Santa Rosa, con motivo del pedido de urgente salida del avión ambulancia para socorrer a la población de Río Chico que se encontraba bloqueada por la nieve”.
Asimismo, como testimonio de sus contactos radiales, aún hay varias tarjetas que le enviaban sus colegas de Europa y de diferentes regiones del país.

SU FAMILIA
Juan Bonello formó su hogar con Emilia Furiga, perteneciente a una tradicional familia de este medio social. De ese unión nacieron tres hijas y ocho nietos. Además, hoy su descendencia alcanza a nueve bisnietos.

PALABRAS FINALES
Se caracterizó por su amistad abierta; por la mano tendida hacia quien le necesitaba. Tras su muerte, en los diferentes círculos que había frecuentado, dejó un vacío que fue difícil llenar.

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